miércoles, 8 de mayo de 2019

¡Felicidades! De Juan Jose Becerra. El fucking Big Bang!

Charlé con Juan José Becerra hace poco en la sección La Plata de la EOL, con motivo de una noche dedicada al recuerdo de Germán García. De esa noche rescato algunos conceptos: que se creía capaz de escribir o narrar lo que fuera, cuando fuera (lo comentó en relación con la dificultad de escribir con motivo del fallecimiento de García, dificultad a la que decidió rendirse); y su broma ante mi alegría porque salía una nueva novela suya (“esta puede ser la de la decepción “ o algo así me dijo).

Después de leer Felicidades!, creo absolutamente que Becerra puede narrar con maestría lo-que-sea.
Y, tal como le dije esa noche, lo que sea escrito por él es al menos para mí, satisfacción garantizada.

En esta novela vuelve al mundillo literario, llevado a escala casi planetaria: un grupo de “idóneos “ seres vinculados al arte y la escritura se embarcan en la aventura de entrevistar gente, visitar lugares, conseguir fotos, máquina de escribir, papeles viejos, manuscritos apócrifos y  cualquier cosa que tenga que ver con Julio Cortázar, en diferentes ciudades europeas, para montar una exposición en su homenaje. Se suceden entonces en el seno del grupo todo tipo de relaciones y de conflictos llenos de humor, ironía, sexo explícito, odio, resentimientos.
Los personajes de Becerra son complejos, incoherentes por momentos, pero verosímiles hasta la última palabra, el último gesto, en los silencios. Incluso cae el propio Cortázar en la máquina irónica y herética del protagonista.
Me gusta siempre que leo a un escritor/escritora que me conmueve, preguntarme qué sabía y qué quiso plasmar en su trabajo literario. Creo que Becerra sabe muchas cosas sobre los humanos, pero sobre todo sabe que el deseo es tanto el paraíso como el infierno. Sus criaturas se dejan arrebatar por el deseo (sean activos agentes o pasivos receptores). Se dejan llevar por la corriente díscola que los hace sentir dueños de la verdad y de todo lo que vale la pena en la vida, tanto como los estrella contra las rocas de la angustia, la soledad y el patetismo, situándolos al borde del precipicio del fracaso y la muerte.
El paso de los años (eufemismo para la vejez y el deterioro físico que la detona y acompaña, omnipresente) atraviesa el texto como un bisturí, y los fluidos que surgen de los cuerpos llegan al lector sin previo aviso.
Becerra también sabe que elegir es perder todo lo que no se elige, y que la contracara de la libertad es la soledad. Es en esas situaciones en las que sus seres se rescatan por la irrupción de la ternura o por el recuerdo del amor, que es lisa y llanamente, volver a sentirlo.
Como en sus novelas anteriores, las palabras acuden al texto  ilimitadas y perfectas. Es un texto adictivo configurado con la perfección de un puzzle de 1000 piezas.
Para terminar,  una ironía cortazariana: como su personaje,  que desmitifica en cada esquina la figura y la producción de Julio, esta novela también contradice a Julio, que sostenía que cuando la novela es una pelea ganada por puntos, el cuento lo es por K.O.
Lo siento, Julio, pero Felicidades! Gana por K.O.
Becerra es un cultor del exceso en el que nos sumerge como lectores, muy de a poco, pero sin escapatoria. A pesar de lo cual deja siempre
entrever cierto margen de redención para dejar de habitar el Olimpo y el frenesí de los dioses griegos y devolvernos a nuestro despreciable y amado mundo.

Si tuviera que definir la literatura de Becerra diría que es el fucking Big Bang!
Y quien no siente curiosidad por saber cómo empezó todo?
Lean a Becerra. Otra cosa más para agradecerle al querido German García, que me lo recomendó.


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