lunes, 27 de abril de 2020

EMPEZÁ ESTE LUNES BIEN ARRIBA CON O CORPO. UN CUENTO MARAVILLOSO DE MARCELO RUBIO.


               O CORPO


            El escritor portugués Joao Porto publicó su novela O Corpo, de una forma algo más que original. La obra tenía 132331 palabras y Joao eligió ese número de personas, distribuidas en distintas ciudades del mundo, para tatuar en cada cuerpo una palabra. Leer O Corpo implicaba conocer a 132331 individuos. La editorial, más preocupada por el dinero que por el talento, editó un libro con la dirección de cada uno de los tatuados y sus respectivos nombres, ordenados según correspondía a la lectura. Hay que decir que esa suerte de guía vendió cerca de 300 mil ejemplares, ya que alrededor de 100 mil lo compraron para ver sus nombres y sentirse parte de la literatura mundial, otros 120 mil fueron familiares de estos y 80 mil resultaron lectores desorientados, algunos sorprendidos en su buena fe o, como el caso de Valenti, verdaderos aventureros. Hasta el día de hoy no se conocen datos concretos sobre la posibilidad que alguien haya logrado leer en forma completa O Corpo. Quien más páginas recopiló fue el citado Carlos Arismendi Valenti,  alcanzó la cantidad de 3659 palabras. La cuestión le consumió cerca 10 años, viajó alrededor de un 1.300.000 kilómetros, conoció 125 países, 2832 ciudades. Vio palabras en ancianos, niños, jóvenes; desenterró cadáveres sólo para leer “y”, aguardó bajo aguaceros o soles abrasadores para palabras como “Hoy”, “o”, “casi”. En Estambul estuvo 3 días en la puerta de la casa de una mujer aguardando a que el marido le permitiera mostrar el hombro izquierdo, para leer “sí”. En la India visitó la cárcel de Rajib, y observó “inútilmente” en la espalda de un muchacho detenido por consumo de shilom.
          Anotó todo en su libreta. Contrajo malaria, fiebre amarilla, gripe, pero nada lo detuvo hasta que en Colombia conoció a una mulata pulposa, que en sus pechos llevaba escrito “aquí”. Valenti abandonó todo por esa belleza, dejó de intentar leer O Corpo, guardó su libreta y se dedicó a disfrutar de aquella mujer. Muchos acusan a Valenti de vulgar sexópata, materialista, y se olvidan de la absurda excentricidad de Joao Porto, a quien nadie recuerda por su obra y que murió con la última palabra de su novela tatuada en la frente: “fin”.


Marcelo Rubio es escritor y Licenciado en Comunicación Social. Es autor, entre otras obras, de Lo que trae la niebla y El Cristo roto, ambas comentadas en el blog. Conduce el programa radial Kriminal Mambo por AM 530, los sábados de 16 a 18. 




sábado, 25 de abril de 2020

AFTER LIFE. SEGUNDA TEMPORADA. DE RICKY GERVAIS. CUANDO LAS SEGUNDAS PARTES SÍ SON BUENAS.

La primera parte de esta brillante serie me encantó. Como con la segunda, la vi "de una"; todos los episodios seguidos. Está bien, no es una gran hazaña de mi parte; son breves (no llegan a media hora de duración cada uno); son pocos (seis). Los que me leen sabrán que tenía todo para ser la serie ideal. Pero como decía Baltasar Gracián, lo bueno, si breve, dos veces bueno. En After life 2da temporada, se verifica de comienzo a fin el famoso aforismo del escritor jesuita español.
Si no viste la 1ra temporada, ¡hacelo! ¿De qué va? Simple y a la vez tan complejo: un hombre común, sin grandes éxitos ni logros personales. Con excepción de su matrimonio, quebrado por la irrupción de la muerte. A partir de ese momento su mundo se derrumba. Su único lazo con la vida es la perra, que lo obliga a seguir viviendo. Bueno, listo! Ahí te puse en autos sobre el tema de la serie.
La segunda parte continúa en esa línea.
Los "acontecimientos" de los capítulos son sutilezas imperceptibles, cosas insignificantes de la vida del más mediocre de los humanos: idas al cementerio, a trabajar, los diálogos entre los compañeros de trabajo, crisis matrimoniales, y... nuevamente la muerte, pero esta vez, en lugar de ser la artífice del quiebre casi irrecuperable del lazo al mundo, es la maestra hiladora que reteje sorprendentemente esos lazos.

Los personajes son tan bizarros como adorables. Son seres queribles (quizás la mancha más difícil de esquivar sea la del psiquiatra, especie de psicópata perdido). Es muy hermoso el efecto que logra Gervais con un brillante guión: los seres más bizarros se asombran y admiran de lo bizarro en los otros, y de esos momentos brotan los momentos más hilarantes de la serie. Algo así como "el muerto se asusta del degollado", para seguir con los aforismos.
Resumiendo: escrita con brillantez (ironía, humor, ternura, desorientación encuentran en el guión la palabra perfecta - quizás la vea otra vez, sin subtítulos para apreciarla mejor), excelentemente actuada con caracterizaciones que no se desbordan, sólo dan sutiles señales de los procesos emocionales y mentales que atraviesan. Gervais logra vaciar de drama las pequeñas tragedias de las vidas comunes, y ese pase mágico, lo deja a las puertas de un humor exquisito, usado en dosis justas. 
Lo que más destaco, empero y más allá de todas las enormes cualidades que encontré en esta serie, es que hay una apuesta al lazo, al contacto con los otros, y al uso de la palabra como puente para lograrlo, en un pueblo que no acostumbra "tocar" a los otros. Por ejemplo, para dar un pésame alcanza con decir "Lo siento", a un metro de distancia, como si se hubieran anticipado siglos a la pandemia que nos azota hoy.
After life no sólo no verifica aquello de que las segundas partes nunca fueron buenas, sino que ya me puso a pensar y a esperar la tercera temporada. Y cuando eso suceda, me habrá hecho romper otra vez  mi principio que reza que veré series que tengan sólo una temporada. 

viernes, 24 de abril de 2020

LOS PECES NO CIERRAN LOS OJOS. DE ERRI DE LUCA. DE 2010. EL SECRETO QUE GUARDA EL PARAÍSO.

Los peces no cierran los ojos es una novela hermosa.
Leída en las semanas que estamos viviendo, es mucho más que eso. Es una invitación a no deponer los sueños, a seguir creyendo en la humanidad, a revalorizar el amor. Esta novela es un bálsamo.
Agradezco a mi amigo Marcelo por habérmela recomendado.

El argumento es simple: un niño y su madre de vacaciones en una isla. Se suma, por lógica, una playa, los pescadores, los bañistas y los encuentros fortuitos que se producen.
Para sintetizar aún más: una familia dividida por los estragos de la guerra y el exilio forzado del padre; una madre que asiste a la transformación de su hijo, que deja la niñez en ese verano, y el mar, partenaire ineludible. Y ella. Claro que hay una ella: resuelta, decidida, inteligente, amante de la justicia, aspirante al amor. Para un ser de poca edad y de cuerpo tan escueto, es posible que sean demasiadas las cualidades que De Luca encarnó en ella, pero no deja de ser verosímil y encantadora.
El niño, narrado desde la adultez del protagonista, vive de descubrimiento en descubrimiento: la virtud en la escasez, la estética de lo sorprendente, el goce de lo efímero. De un cuerpo infantil aún, vergonzante para los deseos que comienzan a despertarse en él, y de la pesca. Ese mundo de adultos en el que cada tanto encuentra un lugar para soñar que es grande y que entiende al mundo. 
En ese escenario pequeño pero infinito que delimita una playa, habrá otros, y el conflicto se verá venir. Ella será la que lo resuelva, con una astucia digna de la Porcia de Shakespeare en El mercader de Venecia. Entonces por fin, el encuentro, el único posible y por ello tan especial e inolvidable, tendrá lugar. Esa palabra que el niño no podía pronunciar, AMOR, se escribe por primera vez en su vida. En ese momento, culmine, participamos de la recreación del Paraíso: ellos, Adán y Eva; no morderán una manzana, pero sin embargo encontrarán la meta más alta alcanzada por los cuerpos. Allí donde "la vida añadida más tarde lejos de aquel lugar, no fue más que una divagación". 
Tocarán juntos, ese punto tan sublime como sutil en el que lo infinito se anuda a un confín cerrado. 
Narrada con precisión, sin rimbombancia, con delicadeza, lirismo y calidez, esta hermosa novela de iniciación es una pequeña joya sobre lo más humano que existe: nuestro cuerpo, el cuerpo de los otros, el mundo y lo que hace que nos enlacemos a los demás, en las coordenadas del mundo en el que nos toque habitar. Es un canto al coraje de amar. Es la propuesta, que suscribo desde lo más profundo de mi ser, de que el paraíso no fue un jardín sino una isla, una playa a orillas del mar. 
Ojalá Los peces no cierran los ojos sea no una elegía, sino una oda al beso.  

miércoles, 22 de abril de 2020

MARCOS MUNDSTOCK. ¡GRACIAS SIEMPRE! TE QUIERO Y TE VOY A EXTRAÑAR MUCHO.

                                                 NO QUIERO DECIR MÁS NADA.
                                                       ¡GRACIAS SIEMPRE!

viernes, 17 de abril de 2020

ZAMA de LUCRECIA MARTEL, BASADA EN LA NOVELA HOMÓNIMA DE ANTONIO DI BENEDETTO. EL ALTÍSIMO COSTO DE LA ESPERANZA.

 Quiero empezar este comentario de una manera inusual para mi blog; quiero empezarlo con una cita de Jacques Lacan, de Psicoanálisis. Radiofonía y Televisión, de Editorial Anagrama (1977).

"Usted por consiguiente como cualquier otro a quien tratar de usted, es a usted que respondo: espere lo que le gusta. 
Sepa solamente que vi muchas veces la esperanza, lo que llaman las mañanas que cantan, conducir a gentes que yo estimaba tanto como lo estimo a usted, únicamente al suicidio".

Hoy por fin vi ZAMA de Lucrecia Martel.
Gracias a un tesoro de films de muchos países diversos que me compartiera Mónica Torres (y yo compartiera con ustedes en una entrada de este blog). Allí, en ese tesoro repleto de gemas la encontré y me decidí a verla.
Ya había leído hace algunos años la monumental novela homónima de Di Benedetto. Es posible que el film tuviera que esperar "el momento" para ser apreciado con justicia por mí. Porque ZAMA, es una novela de la espera; es una novela de la esperanza y sus crueles consecuencias. Quizás haya sido este el momento preciso para verla, con pandemia y confinamiento. 

La novela narra la estancia de Diego de Zama, funcionario de la corona española, en Asunción del Paraguay a fines del siglo XVIII.
Enviado a una tierra tan lejana como desconocida y hostil, sus días se vuelven morosos hasta el límite de lo soportable, rodeados de una atmósfera de calor espeso y suelos traicioneros de lodo e insectos cuyas picaduras pueden resultar letales.
Don Diego transcurre su vida tediosa a la espera de que llegue de España la carta que dicte su traslado (en la película será Lerma su quimera). Una imagen inaugura la narración:

"Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.
Ahí estábamos, por irnos y no". 

Como en la novela, obra mayúscula de la narrativa existencial, en la que el atractivo no está tanto en la historia sino en el lenguaje en el que se la narra, y en los pocos matices que delinean personajes, en el film el atractivo también está en el lenguaje, pero no en el que hablan los personajes, mezclando lenguas, dialectos y deseos apremiantes suspendidos atemporalmente. 
El atractivo del film, que ejerció sobre mí el poder de un hechizo (es posible que la cuarentena esté llevando mi sensibilidad a extremos desconocidos hasta hoy) está en cada imagen, en cada atuendo que visten los personajes, en las caracterizaciones de los mismos, en los ambientes creados, en la edición, y principalmente en el sonido. 
La imagen es subyugante siempre: en la frondosidad de los verdes que flotan sobre ríos serenos de barro, en la hostil austeridad de los ambientes, muebles, paredes, "calles" de tierra; en los pocos animales que circulan, en los rostros y las pieles de los lugareños (la novela es de 1956, de modo que
los lugareños son "indios", sin eufemismos).
El vestuario da cuenta de una opulencia degradada, en deterioro, con pelucas que circulan entre seres desnudos pintados con barro, en taperas o construcciones decrépitas, en las que los hombres con algún cargo y las pocas mujeres no locales que aparecen, matan el aburrimiento y el aplastamiento del deseo tejiendo intrigas; llevando chismes de acá para allá, haciendo gala de una importancia irreal, inconducente en ese lugar que parece estar tan olvidado por el Rey como por Dios.
La edición, como los palos del muelle que retienen al mono muerto, nos va llevando, nos va trayendo en la trama que cada vez es más penosa, cada vez genera más desasosiego pero que sin embargo no permite que nos movamos de allí; que desviemos ni por un minuto nuestra atención de lo que ocurre en la acción.
Todo esto, sumado a interpretaciones maravillosas de los actores, ya bastaría para hacer de ZAMA una gran película, a la altura de la novela que la inspiró: un gran cuadro del abandono y de la muerte; una pintura que hace que lo inconcebible se arrope de belleza. 
Sin embargo, toda esa belleza tiene una mancha; está rota, se deshilacha, y encontré que ese efecto descomunal Martel lo consigue con el sonido. 
Los sonidos invasivos, discordantes, desprevenidos, impactantes no hacen cuadro, no forman parte de esa belleza visual que el film ofrece. Narran otra historia, hablan desde los ruidos, desde las llamadas de animales que nunca vemos, de sonidos guturales de seres que no aparecen en escena, de algo que las palabras no atrapan y que no sería posible tampoco plasmar en una imagen. Hablan de una historia irreductible, de aquello que la conquista no pudo eliminar ni silenciar del todo. Los sonidos del film nos invaden con el saber de la tierra y de los seres que la habitan desde una economía de goce que los foráneos no comparten ni entienden, pero que los va infiltrando, se les va haciendo carne, y los irá carcomiendo hasta apoderarse de ellos.

Dice la novela:
" Dijo que hay  un pez, en ese mismo río, que las aguas no quieren y él, el pez, debe pasar la vida, toda la vida, como el mono, en vaivén dentro de ellas: aún de un modo más penoso, porque está vivo y tiene que luchar constantemente con el flujo líquido que quiere arrojarlo a tierra. Dijo Ventura Prieto que estos sufridos peces, tan apegados al elemento que los repele, quizás apegados a pesar de sí mismos, tienen que emplear casi íntegramente sus energías en la conquista de la permanencia y aunque siempre están en peligro de ser arrojados del seno del río, tanto que nunca se los encuentra en la parte central del cauce sino en los bordes, alcanzan larga vida, mayor que la normal entre otros peces. Sólo sucumben, dijo también, cuando su empeño les exige demasiado y no pueden procurarse el alimento". 

ZAMA (tanto el film como la novela) narran la historia de un exiliado que no pertenece ya a ningún lado: ni a aquél lugar donde quedó su familia, ni al nuevo, donde se resiste a estar, como el pez del texto citado. 
ZAMA narra la historia de un ser afectado hasta límites inhumanos por la esperanza; por la creencia que ninguna realidad logra menguar en él, de que sólo se trata de esperar hasta la nueva oportunidad; oportunidad que no llegará nunca, o que llegará de manera tan inesperada como trágica. 

Les recomiendo absolutamente este film de Lucrecia Martel, y por supuesto, la novela de Di Benedetto. 
Les copio abajo el enlace, para que después no me digan que no encuentran la película.

https://ok.ru/video/970618833523

martes, 14 de abril de 2020

I, DANIEL BLAKE. DE KEN LOACH. 2016. UNA MAQUINARIA DISEÑADA PARA TRITURAR SERES HUMANOS.

Este trágico film le significó a su director la Palma de Oro en el festival de Cannes en 2016. Nominado a varios premios BAFTA (los Oscars británicos, se quedó con el premio a la mejor película británica ese año), me llega en plena cuarentena (creo que fue estrenada en el cine aquí... pero seguro fue en nuestras vidas pasadas).

Está protagonizada por Dave Johns y Hayley Squires. Voy a hablarles de ambos a la vez: cada uno de los personajes, maravillosamente encarnados por estos actores, es a su modo tierno, profundo, adorable, pero también realista hasta quedar a punto de despellejarse: la realidad del hambre, la desprotección, el desamparo. 
Entre ambos se va tejiendo una relación amorosa de cuidado y protección: él, un carpintero habilidoso, viudo, que acaba de sufrir un ataque al corazón y que comienza un cruel y sanguinario derrotero por oficinas de la burocracia recalcitrante de los Servicios Sociales británicos. Ella una mujer joven, bella, emprendedora, pero a la buena de Dios, con dos hijos, una hija con un perfil de "impureza" que le da al personaje un halo de belleza exótica para ser británica, y la vuelve absolutamente dulce y "morfable" (es un término de entrecasa, pero la niña lo amerita), y un hijo más chico, con alguna probabilidad de sufrir algún cuadro del espectro autista, acentuado por las condiciones de vida precaria que tienen los tres, y por haber ambos padres (los chicos no son hijos del mismo padre) desaparecido sin previo aviso. Como deben estar pensando, sí, se encuentran en una de estas oficinas "cámara-de-tortura-fisico-mental", sostenidas por seres que sólo saben emitir consignas, señalar con cruces los lugares donde "las víctimas" del sistema deben firmar, y desentenderse de toda dimensión humana que pueda surgir en el fugaz y abusivo encuentro. Sí, en las últimas semanas hablé mucho de la biopolítica, y lo voy a seguir haciendo, al parecer.
Estos sistemas aterradores, laberínticos, internéticos, sostenidos por gente que está más cerca de un autómata que de un ser humano, que confrontan al sujeto en inferioridad de condiciones con callejones sin salida, y que por si todo eso fuera poco, lo RESPONSABILIZAN POR NO ALCANZAR EL LOGRO BUSCADO cuando todo está diseñado para que falle, ¡son MODOS DE LA BIOPOLÍTICA! Son modos de humillar, de deshumanizar, de someter, de oprimir, de enfermar, de matar. Perdón, me exalté, pero la película es muy cruda.
En esas entrevistas que se suceden casi sin variaciones (el "casi" es importante en este caso), la víctima de la ayuda del gobierno (¿suena a oxímoron no?, es intencional) no tiene permitido ni elevar el tono de voz, ni llamar al empleado por su nombre (aunque todos llevan muy americanamente un cartelito con su nombre prendido en la camisa) porque semejantes actos ameritan una sanción que los hace acreedores del premio mayor: ser sancionados, entrar en una trituradora más cruel aún y tener altísimas chances de quedar en la calle, cuando las cuentas impagas se acumulen. 
Ambos protagonistas tendrán amarguras que atenuarán compartiendo momentos, cuidados, en definitiva, amor. Pero un sistema tan kafkianamente aterrorizante (no pude evitar pensar qué será en estos días de pandemia de los Daniel Blake...) no se neutraliza así tan fácil, ni siquiera ante la muerte.  
Y sí... si piensan mal, acertarán... No alcanzarán el amor, ni las buenas intenciones, ni la ilusión compartida, ni el estímulo mutuo. Las cosas saldrán mal. Para él y para ella. Entonces, es cuando los "casi" de antes aparecen dando muestras de tristeza, de humanidad, de solidaridad... de dignidad. Quizás ese sea un punto flojo de la película. Como conversaba el otro día con un colega, la pulsión de muerte nos habita y no reconoce fronteras, razas, nacionalidades ni clases sociales. En el final pensé "¿si tantos tienen buenos sentimientos, se conduelen por los demás, se identifican con el dolor del otro (aunque más no sea por temer que algún día tengan que vivirlo ellos en carne propia), cómo puede ser que seres canallescos y psicopáticos lleguen al poder con el voto popular?

La verdad, es que en los días difíciles que vivimos (y estoy segura que en Argentina la situación es de oro en comparación con otros países), con las economías mundiales al borde del abismo, con los sistemas de salud colapsados, no sé si decirte que la veas... Si estás muy arriba, quizás con una copa de vino, o con la cercanía de alguien que ames mucho y pueda apaciguar la desolación que deja esta película, mirala. 
De otro modo, pensalo.
¡Ojo! Es sólo mi opinión. Y soy hipersensible. La vi sin ninguna de las condiciones que te describo arriba, y sólo la posibilidad de comentarla me hace pensar en sacudírmela del cuerpo. 

sábado, 11 de abril de 2020

TODOS TENEMOS UN PLAN. FILM DE ANA PITERBARG. CUANDO EL ENCUENTRO AMOROSO NO SE AJUSTA A NINGÚN PLAN.

¡Qué buenos momentos me hace pasar el cine argentino, en estas difíciles semanas!
Ayer vi Todos tenemos un plan, de Ana Piterbarg. Es un thriller descollante del año 2012.
Nos narra la historia de dos hermanos gemelos: Pedro y Agustín, ambos papeles interpretados con maestría por Viggo Mortensen, que transita el tenue y borroso margen entre la ternura, la desorientación, el oportunismo y el mal.
Pedro habita una casucha en el delta, se dedica a la apicultura con la colaboración de Rosa, una siempre verosímil, eficaz y tierna aún en la sordidez, Sofía Castiglione. Eso en lo que concierne a las actividades lícitas; hay otras oscuras, delictivas, que lleva adelante con Adrián, un siniestro Daniel Fanego, en una gran interpretación de un ser amoral, y Rubén, su ahijado un poco tonto, interpretado correctamente por Javier Godino.
Agustín, por su parte, vive en Buenos Aires, es médico, tiene una relación con Claudia, encarnada por Soledad Villamil, con quién está a punto de formar una familia, y que irá sufriendo una metamorfosis impresionante en su vida, que se traslucirá con fina sensibilidad en el rostro y en el cuerpo de la actriz.
Las vidas en aparente disyunción de estos gemelos se volverán a cruzar por una visita inesperada de Pedro. El pasado, el presente y el futuro se anudan entonces, en el instante de una decisión macabra. La aparición de una manera inesperada de Rosa (bajo la forma del amor) hará que detone un destino que pareciera haber estado acechando desde siempre a ambos hermanos. 
El desarrollo de la trama es impecable y aunque el tema de los gemelos y el doble es un tópico conocido y muy trabajado tanto en literatura como en cine, hay margen en la película para la sorpresa. La configuración de los personajes se apoya tanto en lo que dicen como en lo que callan. Será lo silenciado lo que empuje y conduzca las vidas de todos, en un nudo de pasión, locura y muerte (aparece la alusión a los cuentos de Horacio Quiroga, a partir de una novela suya Los desterrados), del que apenas saldrán a salvo la inocencia y el amor, como sentimiento en exilio en la tierra salvaje y áspera del Delta argentino.
La estética del film es perfecta en su dureza caótica, en su pobreza material y simbólica. La isla es un mundo aparte, regido por sus propias leyes; guiado por apetitos que aunque reprobables, se exponen a la luz del sol, a lo insondable del río.
El film dura casi dos horas, que se pasan volando, porque el espectador queda atrapado sin remedio en una trama oscura, en un ambiente sórdido, entre personajes que actúan todo lo que no dicen. En este cuadro de situación la película desarrolla un mecanismo del que, como espectadores, no queremos salir.
Te recomiendo sin dudas esta película, que se sale del canon de films intimistas que abundan, para entregarnos un thriller sorprendente ambientado en un mundo tan cercano como desconocido y atemorizante. 
La podés ver en Vimeo. https://vimeo.com/169343287?fbclid=IwAR2JYQk2LiGKq-0Yp7-jAmG0v3OCdtpK-5GIqMK-rYOER-I3vklUSmZTKNk

jueves, 9 de abril de 2020

LA CARRETERA DE CORMAC McCARTHY. ¿QUÉ QUEDA CUANDO NADA PERSISTE?

Un domingo cuarenténico, desayunaba leyendo a Gustavo Dessal, provechosa manera de comenzar el día. Él traía a cuento esta novela a partir del escenario de muerte y tierra arrasada con el que nos estamos acostumbrando a vivir.
La irrupción de un virus mortal, que el vaciamiento de los estados modernos transforma en letal, nos arroja a interrogantes éticos. 
Decidí, entonces, darle una segunda oportunidad a esta novela de Cormac Mc Carthy, que había empezado meses atrás y había dejado sin terminar. ¡Lo bien que hice! Quizás incidida y encendida por el clima pseudoapocalíptico que se infiltra hoy en el mundo, revaloricé esta epopeya de un padre y su hijo, que, sólo en apariencia, ven sus vidas reducidas a la mera supervivencia.
La trama se desarrolla alrededor de una carretera, por la que ambos transitan desafiando a la muerte, que los acecha de diversas maneras, y a la naturaleza que no muestra piedad alguna con ellos.
El padre tiene una certeza: debe salvar la vida de su hijo a cualquier precio. Lo pondrá a salvo de otros "sobrevivientes" del apocalipsis nuclear: caníbales, ladrones, asesinos, muertos en descomposición, comida en estado de putrefacción, agua contaminada, etc. Llegará al punto de forzar a su hijo a portar un arma cargada, y a enseñarle cómo usarla si llegaran a verse en la situación de ser capturados. A la vez, "Sólo sabía que el niño era su garantía. (...) Si él no es la palabra de Dios Dios no ha hablado nunca"; "(...) Luego echaron a andar por el asfalto bajo una luz gris plomo, arrastrando los pies por la ceniza, cada cual el mundo entero para el otro". Buscarán llegar al mar, símbolo quizás de un milagro que no alcanzamos a valorar a fondo: el del don máximo, el del alimento ofrecido al hombre, sin mayor trabajo, cuando la tierra es ceniza y olvido. Un barco a la deriva simbolizará ese don.

La novela es en sí misma otra epopeya, porque logra que el lector se involucre en una trama que en esencia repite, con leves diferencias y matices, la misma escena: la búsqueda desesperada en ese mundo perecido, de abrigo, agua y alimentos.
Por otro lado esas leves diferencias, esos matices, van construyendo con sutileza y ternura, el personaje del  hijo, que va ganando trascendencia con el correr de la acción. Ese niño cuestionará a su padre en la simpleza de sus argumentos hasta límites éticos: la dicotomía "buenos vs malos" no alcanza para apaciguar el corazón del niño, que se ve conmovido en ocasiones; perturbado y contrariado en otras. 
¿Hay que vulnerar todo límite humano para conservar la vida? ¿Para vivir vale asesinar, abandonar, robar, dejar en la indigencia y desnudez al otro? Estas preguntas aguijonean al niño tanto como al lector, sin ningún atisbo de tranquilidad... Habrá que vérselas con ellas en la intimidad de cada uno. 
No quiero avanzar con la trama hasta el final, para no revelarlo.
Sí quiero transmitir la profundidad ética de una novela que hace pensar en qué es lo que pervive, qué es lo que resiste cuando todo tal como lo conocíamos en nuestra vida, parece haber sido destruido. "En esta carretera no hay interlocutores de Dios. Se han ido y me han dejado aquí solo y se han llevado consigo el mundo. Duda: ¿En qué difiere el nunca será de lo que nunca fue?"
Entonces, ¿qué queda cuando nada persiste?
En un momento de profundo amor por su hijo, mientras lo arropa y acaricia su pelo húmedo al calor del fuego y lo abraza, el padre dirá:
"Todo ello como en un antiguo ungimiento. Que así sea. Evoca las formas. Cuando no tengas nada más inventa ceremonias e infúndeles vida". 
Quizás podamos extraer de la lectura de La carretera, una señal que ilumine días en los que parecemos llevados a elegir entre el mundo y la vida. 

martes, 7 de abril de 2020

LEO EN VIVO EN TRES MINUTOS. SENSUALIDAD Y BELLEZA EN LA ESPOSA JOVEN de ALESSANDRO BARICCO.


POEMITA DE MEDIODÍA. POR L.C #estoyencasa

Un viento helado
y tenues soles
gritan un nombre
que ignoro.
Mis manos de ayer,
límites precisos
de las horas de tu piel,
hieren la mañana.
Sé que hoy es sólo hoy
mas hace frío en mí.
Despierto inestable
al cansancio
de los días.

#estoyencasa

domingo, 5 de abril de 2020

BRECHT POR DIDI-HUBERMAN. ENTRE LA HISTORIA Y LA POÉTICA, LA VIDA.

En este hermoso libro cuya lectura debo al querido Germán García, Didi-Huberman se aboca a la lectura de la Kriegsfibel, ese maravilloso libro (que no lo haya podido conseguir todavía lo vuelve más maravilloso) de Bertold Brecht: un libro de imágenes históricas de la Segunda Guerra Mundial, acompañadas por epigramas, poemas líricos cortos.
De allí, extraigo esta frase, que creo muy adecuada para los días que vive el mundo entero hoy.


"¿No es irrisorio, en efecto, no es desesperado aprender la historia o recitar poemas en el momento en el que la urgencia invade las mentes, en que el futuro está comprometido, en que el hambre atenaza los cuerpos y en que hay que pensar, sin descanso en hacer las maletas ante un enemigo que amenaza? Ahora bien, Brecht se planteó primero la cuestión en calidad de padre y pedagogo:
Mi hijo pequeño me pregunta:¿Tengo que aprender matemáticas? ¿Para qué?, quisiera contestarle. De que dos pedazos de pan son más que uno ya te darás cuenta. 
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿tengo que aprender francés?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Esa nación se hunde.
Señálate la boca y la tripa con la mano, 
que ya te entenderán.
Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender historia?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Aprende a esconder la cabeza en la tierra y acaso te salves. 
¡Sí, aprende matemáticas, le digo,
aprende francés, aprende historia!"



sábado, 4 de abril de 2020

THE HOST. DE BOON JOON-HO. 2006. LA INTRUSIÓN DE LA BIOPOLÍTICA.

En estos días me encontré recomendando a dos amigos THE HOST. Entonces me di cuenta de que no la había comentado en mi blog (que muta como mutamos todos; como muta el mundo en estos últimos meses). Subsano hoy ese descuido.
Vi por primera vez esta película a los pocos días de que Parasite fuera galardonada con el Oscar a la mejor película. Recuerdo haber comentado al pasar en Facebook que creía que el film ganador de la estatuilla tan preciada, era un hermoso caballo de Troya: abría las puertas a la filmografía de un director inteligente y creativo, y con una posición tomada (eso creo yo) sobre muchos temas que afectan al mundo y a Corea del Sur, epicentro de "grandes avances" capitalistas.
Ayer la vi por segunda vez. Me suscitó lo que sigue:
El argumento (trato de no spoilear): vemos un laboratorio, y dos hombres. Uno se queja al otro porque los frascos tienen polvo. El de menor rango aduce que volverá a limpiarlos. El otro arremete con desdén y sorna:"Odio el polvo más que nada". Wowwww. Entonces allí brota aquello nombrado por Hannah Arendt como "la banalidad del mal": le ordena a su ayudante No que limpie las botellas, sino que las vacíe. A sabiendas de que contienen un líquido tóxico. El ayudante vacila... va contra las regulaciones... contaminarían el río al que los desagües van a dar... El jefe, entonces, dice las palabras mágicas: "Es una orden". Fin del conflicto y comienzo del desastre. Las aguas contaminadas producen la mutación de un pez, transformándolo en un monstruo que asolará la ciudad. Hay una familia, con un padre, tres hijos variopintos (una medallista olímpica, un graduado universitario y un hijo medio tonto que colabora con el padre en el puesto de comida que poseen) y una nieta que será una de las protagonistas de la tragedia. Habrá también un militar norteamericano involucrado (no les adelanto nada si les digo que será un "héroe").
Buscando una imagen para la entrada, encontré algunas en las que se promocionaba la película como "entretenimiento". Bueh... eso sería reducirla a la banalidad.

¡Me muerdo la lengua (debería decir me ato los dedos) para no contarles detalles, porque es imperdible!Mientras la miraba tenía la sensación de estar viendo televisión; viendo las escenas que se transmiten (deben estar muyyyyyyyy "filtradas") del desastre pandémico que el mundo atraviesa hoy.

Una frase que resuena con Operación Masacre de Rodolfo Walsh, aquella antológica que dice:
" hay un fusilado que vive", da el puntapié inicial. Algo parecido dice el padre de la hija en cuestión. Sólo que tuvo una infancia desafortunada y miserable, y quedó algo tonto; no lo tomarán en cuenta. A tal punto que en un momento de crueldad insostenible, cuando está siendo víctima de la biopolítica en su máxima expresión (la del sometimiento y abuso cruel de los sujetos y sus cuerpos, en pos "del bien común"- ¡cómo no evocar La naranja mecánica aquí!-) dirá: "Mis palabras también son palabras. ¿Por qué nadie las escucha?".
La familia se une entonces (el padre y los hermanos) en una búsqueda que asume ribetes tragicómicos: habrá, por supuesto, celulares, auriculares, miseria humana, trajes de protección, barbijos y máscaras, persecución y recompensas monetarias, coraje, valentía, medios masivos de comunicación, sometimiento. El abuelo de la niña protagonista dirá en un momento: "Tenemos que aceptar lo que dice el gobierno. ¿Qué más podemos hacer?"
Entonces el tonto, el "dormido", el desadaptado será, quizás por todas esas cualidades, el que tome la sartén por el mango. Si bien el final es tremendo, hay lugar para lo humano, para el amor; un margen para que los seres humanos se rescaten de tanta barbarie.
THE HOST es una película IMPERDIBLE, y mucho más lo es por estos días.
Plasmó, ¡¡hace 14 años!! (nuevamente se verifica aquello dicho por Lacan de que los artistas le llevan la delantera a los psicoanalistas) las consecuencias nefastas que produce el anudamiento del discurso delirante de la ciencia con el discurso capitalista: las personas reducidas a meros consumidores y a portadores de un cuerpo intervenido por la biopolítica de múltiples e inimaginables maneras. 

miércoles, 1 de abril de 2020

POCO ORTODOXA. MINISERIE DE NETFLIX. EL ALUMBRAMIENTO DEL ALMA.

No me resulta fácil ponerle un título a esta entrada, de modo que primero la comento, confiando en que se andará...
Esta miniserie consta sólo de cuatro capítulos. Detalle que me sedujo muchísimo a la hora de verla. Evito las series con muchos capítulos y varias temporadas.
La empecé a mirar sin saber muy bien de qué trataba. Mi sorpresa fue múltiple, además de enorme.
 Hecha en Alemania en 2020, está basada en hechos reales; en la vida de Deborah Feldman, integrante de una comunidad jasídica en Brooklyn, USA.
Muy bien filmada, con excelentes actuaciones, entre las que se destaca con luz propia Shira Haas, como Esty, una pequeña mujer de 19 años.
Esty vive en casa de su abuela paterna. Es hija de un alcohólico y de una mujer que en Esty solo despierta dolor y resentimiento: su madre la abandona muy pequeña, y deja los Estados Unidos.
No soy judía, de modo que el mundo que se construye entre las escenas de festejos, rituales, cenas, encuentros familiares, y un guión en el que no es fácil encontrar fisuras, me despertó una curiosidad enorme, un asombro infinito: se configura un mundo lleno de reglas hasta bordear los límites de la cordura. De no estar justificados en creencias y en ritos ancestrales, parecen describir una comunidad que vive prisionera de tabúes, de miedos, de mecanismos de discriminación positiva y negativa. Esty se siente fuera de lugar, incómoda, acorralada. La sensación de encierro pasa al espectador sin atenuantes: le falta el aire como a Esty, siente deseos de salir huyendo, vive la incomprensión de esa mujer que se enfrenta a decisiones familiares que la involucran, con buena voluntad pero también con rechazo. Algo le incomoda el cuerpo; éste reacciona ante las comidas, el sexo, las ceremonias, proveyéndola de una brújula (hay una brújula en la serie) que la guiará por la deriva de su deseo. Un acercamiento con su madre la proveerá de los instrumentos necesarios para el viaje que va a emprender. El amor asume entonces, modos poco nítidos, algo desdibujados pero eficaces.
Esty es una pequeña mujer con un gran deseo decidido de adueñarse de su vida más allá de los mandatos: "Dios esperaba mucho de mí" dirá. Su camino no será fácil: se verá inmersa en un mundo  absolutamente desconocido para ella. Sin embargo desde su falta de educación formal, su ingenuidad, pero con la certeza de estar en el camino elegido, se pondrá en marcha hacia lo que desea para sí; es a la vez capaz de una plasticidad subjetiva que le permite corregir el rumbo, reorientarse, ver en cada desvío, en cada tropiezo, el impulso para el próximo paso, para un nuevo paso. No se siente una víctima en ningún momento. Avanza. Se descubre a sí misma. 
El último capítulo despliega belleza en más de un aspecto, y un nivel de emoción pocas veces visto en una serie de este tipo (al menos pocas veces visto por mí, claro). En un momento del capítulo se me cayeron las lágrimas de la emoción que me generaba ver, como decía Joyce, el alumbramiento del alma de esta mujer. La música será el descubrimiento que la hará renacer. 
También tengo que decir que el final me impresionó como algo idílico. Pero no puedo decir mucho más sobre eso porque no sé qué otro final podría haber tenido, teniendo en cuenta el peso de las tradiciones y las obligaciones afectivas que ellas delimitan. Ella porta algo muy valioso, y me resultó improbable que todo se resolviera tan pronto y tan amablemente. 
No ahondo en detalles para no spoilearla. ¡Es un gran desafío comentarla!
Espero haberles transmitido ganas de verla. Vale la pena. Es una ventana a un mundo que es seguro, muchos de nosotros desconocemos por completo.
¡AH! ¡Ya tengo el título de la entrada! Dejo el comentario y voy a escribirlo.