martes, 14 de abril de 2020

I, DANIEL BLAKE. DE KEN LOACH. 2016. UNA MAQUINARIA DISEÑADA PARA TRITURAR SERES HUMANOS.

Este trágico film le significó a su director la Palma de Oro en el festival de Cannes en 2016. Nominado a varios premios BAFTA (los Oscars británicos, se quedó con el premio a la mejor película británica ese año), me llega en plena cuarentena (creo que fue estrenada en el cine aquí... pero seguro fue en nuestras vidas pasadas).

Está protagonizada por Dave Johns y Hayley Squires. Voy a hablarles de ambos a la vez: cada uno de los personajes, maravillosamente encarnados por estos actores, es a su modo tierno, profundo, adorable, pero también realista hasta quedar a punto de despellejarse: la realidad del hambre, la desprotección, el desamparo. 
Entre ambos se va tejiendo una relación amorosa de cuidado y protección: él, un carpintero habilidoso, viudo, que acaba de sufrir un ataque al corazón y que comienza un cruel y sanguinario derrotero por oficinas de la burocracia recalcitrante de los Servicios Sociales británicos. Ella una mujer joven, bella, emprendedora, pero a la buena de Dios, con dos hijos, una hija con un perfil de "impureza" que le da al personaje un halo de belleza exótica para ser británica, y la vuelve absolutamente dulce y "morfable" (es un término de entrecasa, pero la niña lo amerita), y un hijo más chico, con alguna probabilidad de sufrir algún cuadro del espectro autista, acentuado por las condiciones de vida precaria que tienen los tres, y por haber ambos padres (los chicos no son hijos del mismo padre) desaparecido sin previo aviso. Como deben estar pensando, sí, se encuentran en una de estas oficinas "cámara-de-tortura-fisico-mental", sostenidas por seres que sólo saben emitir consignas, señalar con cruces los lugares donde "las víctimas" del sistema deben firmar, y desentenderse de toda dimensión humana que pueda surgir en el fugaz y abusivo encuentro. Sí, en las últimas semanas hablé mucho de la biopolítica, y lo voy a seguir haciendo, al parecer.
Estos sistemas aterradores, laberínticos, internéticos, sostenidos por gente que está más cerca de un autómata que de un ser humano, que confrontan al sujeto en inferioridad de condiciones con callejones sin salida, y que por si todo eso fuera poco, lo RESPONSABILIZAN POR NO ALCANZAR EL LOGRO BUSCADO cuando todo está diseñado para que falle, ¡son MODOS DE LA BIOPOLÍTICA! Son modos de humillar, de deshumanizar, de someter, de oprimir, de enfermar, de matar. Perdón, me exalté, pero la película es muy cruda.
En esas entrevistas que se suceden casi sin variaciones (el "casi" es importante en este caso), la víctima de la ayuda del gobierno (¿suena a oxímoron no?, es intencional) no tiene permitido ni elevar el tono de voz, ni llamar al empleado por su nombre (aunque todos llevan muy americanamente un cartelito con su nombre prendido en la camisa) porque semejantes actos ameritan una sanción que los hace acreedores del premio mayor: ser sancionados, entrar en una trituradora más cruel aún y tener altísimas chances de quedar en la calle, cuando las cuentas impagas se acumulen. 
Ambos protagonistas tendrán amarguras que atenuarán compartiendo momentos, cuidados, en definitiva, amor. Pero un sistema tan kafkianamente aterrorizante (no pude evitar pensar qué será en estos días de pandemia de los Daniel Blake...) no se neutraliza así tan fácil, ni siquiera ante la muerte.  
Y sí... si piensan mal, acertarán... No alcanzarán el amor, ni las buenas intenciones, ni la ilusión compartida, ni el estímulo mutuo. Las cosas saldrán mal. Para él y para ella. Entonces, es cuando los "casi" de antes aparecen dando muestras de tristeza, de humanidad, de solidaridad... de dignidad. Quizás ese sea un punto flojo de la película. Como conversaba el otro día con un colega, la pulsión de muerte nos habita y no reconoce fronteras, razas, nacionalidades ni clases sociales. En el final pensé "¿si tantos tienen buenos sentimientos, se conduelen por los demás, se identifican con el dolor del otro (aunque más no sea por temer que algún día tengan que vivirlo ellos en carne propia), cómo puede ser que seres canallescos y psicopáticos lleguen al poder con el voto popular?

La verdad, es que en los días difíciles que vivimos (y estoy segura que en Argentina la situación es de oro en comparación con otros países), con las economías mundiales al borde del abismo, con los sistemas de salud colapsados, no sé si decirte que la veas... Si estás muy arriba, quizás con una copa de vino, o con la cercanía de alguien que ames mucho y pueda apaciguar la desolación que deja esta película, mirala. 
De otro modo, pensalo.
¡Ojo! Es sólo mi opinión. Y soy hipersensible. La vi sin ninguna de las condiciones que te describo arriba, y sólo la posibilidad de comentarla me hace pensar en sacudírmela del cuerpo. 

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