domingo, 26 de mayo de 2019

Empujar el límite de lo siniestro hacia el horizonte de la belleza. Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes II.





Pensé mientras recorría esta parte de la muestra, en cierta "ventaja" que tendría la pintura en relación con la escritura. Porque ¿cómo se narraría un grito, como se escribiría la violencia, con la efectividad y síntesis de estas obras? 

Última parte de la muestra de Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes (¡Cómo me acordé de María Gainza y El nervio óptico!- El museo es increíble).
El arte de Carlos Alonso, lejos de deponer la mirada ( ver Lacan, Seminario XI), la hace surgir de una manera brutal. No están todas las obras en las fotos, aclaro. ¡Algo debía permanecer velado!
¿¡Cómo se puede elevar lo siniestro a la dignidad de lo bello!? Tener el don para transformar lo inasimilable en obra de arte. Es el misterio que encarnó esta muestra para mi.




Este tramo comienza con las pinturas que Alonso hiciera de su maestro Spilimbergo (tremendo artista también). Alonso lo pinta sentado, con manos y pies vendados (y lastimados, debido a eccemas).







Las manos y la mirada de Spilimbergo son atrapantes. No se puede dejar de mirarlas; portan un dramatismo que exaspera. Un ruego silencioso.

Luego la muestra se pone verdaderamente siniestra en sus resonancias, alcanzando un nivel artístico impresionante, que logra atrapar en lugar de expulsar al interesado, en general desprevenido (no era mi caso, estaba advertida del voltaje de la muestra, pero las advertencias quedaron cortas, ver las pinturas es otra cosa). Las obras golpean, duelen, asombran, deslumbran. Cargadas de significaciones de las últimas décadas de la historia argentina, se imponen por presencia (el tamaño de las mismas es enorme; las figuras atemorizan, las escenas llegan a causar repulsión, atenuada, pero repulsión al fin, sobre todo al pensar que, como se dice ahora, estuvieron inspiradas en hechos reales y por ello censuradas en su momento).
Esta parte de la muestra está integrada por obras de las series El ganado y lo perdido, La lección de anatomía (las que muestran el asesinato del Che), Carne de primera y Manos anónimas (que incluye también la instalación que se ve en la primera foto, y que ¡golpea!). Todas ellas dentro del tema Realidad y memoria. 
Los rostros son des-co-mu-na-les. No puedo describirlos. Les traje muchos, en fotos. Recordé los rostros de Goya, nuevamente Goya, y los de Toulouse-Lautrec. 






Este cuadro y el siguiente se llaman respectivamente Sin pan y con trabajo (el más pleno de colores) y Sin pan y sin trabajo (el de tonos neutros). ¡!


La otra obra se llama Tres niños. ¡No recuerdo haber visto en alguna pintura una mirada de niño con la potencia del clamor de esta obra de Alonso! Me dejó sin aire. ¡Tuve que sentarme varias veces, descansar, respirar!
Esta muestra no es una muestra más. No me queda más que decirles: ¡Vayan, vayan, vayan!







Estas pinturas son de la serie Carne de primera, y son impactantes.







Esta pintura es de la serie Manos Anónimas. 






Aquí, La censura. 
                                                             La lección de anatomía. 

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