El aroma de la fábula
“Y, en efecto, pensando yo
después en esta creencia comprendí que tal disposición del cuerpo no era muy
extravagante, pues, según yo recordaba, los niños, cuando todavía no tienen
otra instrucción que la que les da la Naturaleza, andan en cuatro patas y sólo
lo hacen en dos por la indicación de sus nodrizas, que los levantan sobre
pequeños carricoches y les atan andaderas para que no caigan sobre el suelo
como el único asiento en que la corporeidad de nuestra masa tiende a posarse".
Cyrano de Bergerac, Historia cómica de
los estados e imperios de la Luna, (1657).
“Porque el espanto aleja
del rito de Venus a los ánimos dispuestos a él."
Giambattista Vico, Principios de una
ciencia nueva, (1744).
Hay una filosofía de la historia inherente al psicoanálisis
(especulativa, como acaso no pueda ser de otra manera para una filosofía de la
historia), o más bien habría que decir que hay una filosofía de la historia
inherente al pensamiento de Sigmund Freud, más específicamente en el Malestar
en la cultura. Giambattista Vico, en la no muy cuidada edición que hiciera
el Fondo de Cultura Económica de sus Principios de una ciencia nueva
(México, 2006), ya la anticipaba diciendo que “de tal suerte la Providencia, tras ese
sentido de la bestial libídine, empezó a teñir el rostro de los perdidos
hombres con el rubor, del que ciertamente jamás hubo en el mundo nación no
arrebolada, pues que todos usan los humanos concúbitos…". Norbert Elias
hubiese hablado de un proceso de civilización.
Leonor Curti, por
su parte, ha preferido para esa dialéctica la ficción que ha denominado Criaturas
de arena.
Se trata de aquella hazaña que Freud imaginaba así:
“En cuanto a la atenuación de las
sensaciones olfatorias, parece ser, a su vez, una consecuencia de que al
distanciarse el hombre de la tierra, incorporándose y adoptando la marcha
bípeda, vertical, los órganos genitales quedaron al descubierto y necesitados
de protección, con la consecuencia inmediata del pudor. La erección del hombre
a la posición vertical se hallaría, pues, en el origen del proceso de la
cultura, tan preñado de consecuencias"[1].
En carta a la autora, la tarde en la cual diera final a la
lectura de su obra, dije que la misma se me aparecía como una “novela de la tierra (más bien, acaso de
la arena...)"; como un “elogio al olfato", “... a todo lo que ese sentido, acaso
injustamente negado, tiene de sofisticado". Fingía allí que Criaturas
de arena fabula el pensamiento de Freud, pero precisamente en ese sentido
que Descartes daba a la fabulación y que tanto exasperaba a Newton, quien
recalcaba: “hypotheses non fingo".[2]
En respuesta a un comentario que alguna vez consideró
necesario el trabajo de comentar La entrada del psicoanálisis en la
Argentina, Germán García recordaba que hay un orden de la historia más allá
de la cronología, y que ese ordenamiento -de alguna manera- opera ahí donde hay
un saber que deviene conocimiento: “Le
supongo a cualquier texto un saber, el mismo saber que Freud le suponía al chiste,
al lapsus, al sueño, al delirio, al folklore, a la religión, etc. Y es sobre
ese saber que el psicoanálisis quiere producir algún conocimiento, partiendo de
que el lenguaje sabe lo que el sujeto ignora".[3]
Eso que saben los aromas y que las fragancias encubren -como
se dice que encubren ciertos recuerdos-, de pronto se vuelve conocimiento para
el lector de Criaturas de arena; y así la fábula -mediante una
hábil salida, digamos: more geométrico- recupera algo de la scientia
que algunos comentarios quisieran impugnarle cada vez que la pretenden “mera" literatura.
Maximiliano Fabi
Viajero a través del tiempo; en los ratos libres: escritor.
Buenos Aires, 8 de agosto de 2019.
[1] Sigmund Freud, El Malestar en la cultura, en Obras
completas, v. III, ed. Biblioteca
Nueva, Madrid, 1968, p. 28.
[2] En nota al pie de una de las páginas de su Del mundo
cerrado al universo infinito (Siglo XXI, Madrid, 1999), Alexandre
Koyré señala que traducir el latín fingere por “tramar", como suele hacerse, puede
resultar aquí no sólo incorrecto sino, a su vez, menos expresivo que
trasladarlo a la voz inglesa feign, la cual era de hecho utilizada por
Newton y que en castellano decimos “fingir"
(ver p. 212).
[3] Germán García, “Discusión a partir de un comentario",
en diario La opinión, 13 de mayo de 1979. Debo la lectura de esta
documentación no menos al archivo personal de Marcelo Izaguirre que a su
generosidad e indicación. El hombre de gusto -solía insinuar Burckhardt- se
reconoce en tiempos aciagos por su capacidad para valorar y conservar a salvo
la cultura, a la espera de que (una vez más...) hayan pasado los bárbaros.
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