miércoles, 7 de agosto de 2019

LA CIUDAD AUSENTE de RICARDO PIGLIA.



Escribí estas líneas allá por octubre de 2014, cuando Ricardo Piglia recibiera el Konex de Brillante 2014. Desde entonces leí cinco veces la novela, y no me da pudor decir que todavía no la entiendo por completo. Pero como la experiencia lectora está hecha de goce y mala-lectura, les cuento algunas cosas sobre ella. Es probable que si la leyera una vez más, diría más cosas o cosas diferentes. 

Un nuevo nudo blanco de la literatura argentina. 
La novela es imposible de clasificar: es crítica, es ficción, es política, y a la vez renueva cada uno de esos ámbitos. En las clases que diera Ricardo Piglia en la Televisión Pública, a las que asistieron los historiadores, hubo sobre el final una charla sobre el complot y la paranoia en relación con Tlön, Uqbar, Orbis tertius. Los historiadores ponían la paranoia fuera, de la que Borges, en ese poema, parece defenderse con su pequeño acto de traducción, que así lo mantendría a salvo. Yo pensé en ese momento todo lo contrario. El vaticinio de Tlön..., es proponer una realidad de ficción con mayor peso que la material; ésta última iría desapareciendo de a poco. Para ello los ortodoxos emigran a una isla (esa isla está en la novela), y su mundo es sucesivo y temporal, como el lenguaje. Un laberinto inventado por hombres, y no por Dios, destinado a ser descifrado. La dinastía de solitarios cambiaría el mundo, con su relato. 
Encontré en "La ciudad...." una reescritura de Tlön... Así como también de la máquina de Macedonio Fernández para eternizar a Elena. 
En La ciudad... la máquina ya no es el recuerdo de Elena exclusivamente como en Macedonio; es el origen de las narraciones. Es la máquina que presentifica la ciudad ya no de masas, sino de los relatos microscópicos de sus habitantes. El ámbito solitario de dónde salen las narraciones, no puede ser vigilado (¡resuena 1984 de Orwell!); es el punto secreto, microscópico y particular donde el cuerpo y la transposición de las vivencias en pensamientos pueden anudarse, y formar nuevos nudos blancos. A la ciudad ausente, conspirativa, vigilante, masiva, agobiante, hay que agujerearla con los relatos que son infinitos (de ahí la referencia a Gödel), hasta llegar a la otra orilla. Hay una suerte de antropofagia en la novela, ya que parece tomarlos a ambos (Orwell y Gödel, así como a Borges y a Macedonio) para transformarlos en algo diferente, con consecuencias para la política, para la literatura y para la vida. 
La ciudad ausente también arma de una manera novedosa y creativa,"la otra historia de la novela argentina" Piglia dixit, y de la vida en la ciudad. 
El final, sin dudas indica una orientación, un camino. Si Joyce decía que leyendo el Ulises se podía reconstruir Dublín; leyendo La ciudad ausente se podría reconstruir nuestra historia política, nuestra literatura y sin dudas, la vida de la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo pasado a la fecha. ¡Brillante!

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