En estos días vi en Netflix este film argentino. Por la estructura del mismo y por el desarrollo del hilo argumental es algo complejo de comentar, sin revelar mucho. Pero ahí vamos.
Está situado en algún pueblo de alguna provincia argentina, a mediados de los ‘70. El film abre con una secuencia muy potente por su alcance alusivo: la facilidad con la que el ser humano puede transformarse en un ser caroñero, carente de moral y de la más mínima ética. Esta escena también adelanta uno de los logros mayores del film, a mi entender, el sonido: una dimensión paralela que se anuda no a las palabras de los protagonistas sino a lo que jamás se dice, ni se alude.
Darío Grandinetti es un abogado que mientras espera impaciente en un restaurant a su mujer, una descollante Andrea Frigerio, tiene un encuentro violento con un sujeto desconocido que lo increpa por ocupar una mesa sin consumir, mientras que él se ve obligado a esperar. Este episodio (casi un tópico de la narrativa local, quién no ha participado de una situación así en su vida?) cambiará su vida de manera determinante: no se transformará en un ser maléfico, inmoral o violento; se transformará en un pusilánime, un banal en el sentido que Hanna Arendt le diera al término. Recibirá de un amigo, un impecable Claudio Martínez Bel, una propuesta inaceptable desde varias perspectivas, que sin embargo aceptará, comenzando un derrotero atroz.
Estos episodios se proponen sobre el horizonte de la violencia y la oscuridad que se desatarán en nuestro país a partir de 1976, con la dictadura militar. Es sobre este aspecto donde encontré algunos cabos sueltos que determinan que si no se conoce la historia de aquellos años siniestros, la película vire hacia un caleidoscopio de cuestiones entre delirantes (el personaje del detective lo pondría en esta línea) e inconexas; el relato moderno de la arbitrariedad de los crímenes aleatorios. Asumo que la ambición del film iba bastante más allá.
Dicho esto, la película me pareció muy bien hecha, igual que la edición, y muy bien dirigida. La fotografía y la reproducción de los detalles de época son asombrosos y como dije, el sonido es un punto fuerte.
En materia de actuaciones, lo dicho: maravillosos Andrea Frigerio (es la segunda película en la que me sorprende gratamente con su dúctil interpretación: sus caras de astío y aburrimiento no tienen parangón; por favor Andrea, no le hagas nada a tu cara, no permitas que ningún cirujano la deteriore) y Claudio Martínez Bel, cuyo personaje sí ronda con decisión el terreno de la canallada. Otras interpretaciones me resultaron menos verosímiles, inconsistentes.
Por último, el mayor logro de este film a mi entender, que como escritora me deslumbró e imagino un efecto parecido sobre guionistas: la capacidad de agobio de lo que resta al decir. Y digo resta en lugar de lo no dicho o lo que se silencia, porque casualmente experimenté que no había registro subjetivo en los principales protagonistas de la dimensión de lo que se calla, que esa era una dimensión suprimida: más allá de palabras expresadas, vacuas y dichas con mezquindad, pareciera no haber nada. Y es esa nada alrededor de la que se configura la trama, la que crece dentro del espectador como una presencia amenazante y siniestra. Una maravilla, un grandísimo logro de escritura que vuelve muy valioso a este film.
Gracias por la recomendación y el análisis.
ResponderEliminarEntre sus logros, agregaría la actuación de Grandinetti.
ResponderEliminarRespecto a los "cabos sueltos", yo interpreto que la película apuesta a ubicarnos literalmente en ese momento, en la percepción micro de lo que está sucediendo, en la información que dispondríamos nosotros al estar parados ahí mirando lo que sucede. Algo así. De otro modo, perdería su carga ominosa.
Interesante tu perspectiva. Tendría que verla de nuevo. Aunque no podría situar cómo vería el film sin el saber previo, es decir, como no sabiendo nada de la historia que se narra de a retazos. Gracias Daniel por pasarte! Cariños!
EliminarEn el cine no existen los cabos sueltos, en las buenas películas,todo está allí, en la pantalla. Lo que no se entiende se tiene que buscar, sin embargo, el realizador en unos pocos segundos, los que dura una publicidad televisiva de la época, nos da alguna pista al respecto. Otros de los logros de la película es como se represente el sentido de la amistad en las comunidades pueblerinas provinciales. La amistad está valorada en cuanto implique una complicidad, sobre todo en lo que relaciona a las personas pertenecientes a la clase media profesional que es la mas infatuada.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Excelente aporte. La amistad la recuerdo en realidad como una suerte de sucia complicidad...Saludos!! Y Ojalá sigas pasando por el blog!
EliminarQué interesantes comentarios!! Voy a tener que verla de nuevo después que pase un tiempo. Para mi gusto hay dos perlas: La elección del aviso de Bonafide (que no solamente marca una época en la comunicación, sino que alude a la implicación de muchas empresas con el estilo violento que se propiciaba por entonces y del que "oficialmente" se responsabilizó a la guerrilla). Adicionalmente la resolución del corto anticipa la violencia narcisista de hoy con una precisión que me heló la sangre. La otra perla, en sintonía directa con esta es la mención a la ausencia de un hijo como "desaparecido". Gracias por comentar esta peli, Leonor. Con tu permiso, reproduzco el comentario en mi página (nunca atendida suficientemente, ay!) @veravercineyseries. Buendomingo de sol!!
ResponderEliminarClaro. Es una película tan interesante, que abre a múltiples interpretaciones! Cariños Daniel!
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