¡Esta nouvelle de Felisberto está absolutamente fuera de proporciones! Es una genialidad. Escrita hace 70 años, se adelanta de manera descarnada a fenómenos relativos a modalidades de satisfacciones sexuales poco menos que siniestras, para resonar plena de actualidad, en una época, la nuestra, donde los accesos al goce (sexual y no sólo sexual) parecen alejados de toda moral posible, incentivados hasta lo infinito por la tecnología y los avances de la ciencia, desanudados del deseo.
Recordé Las Hortensias asistiendo al seminario virtual, que te recomiendo, que da mi colega y amiga Nieves Soria, Mutaciones del parlêtre ( junto con La casa de las bellas durmientes y En el lago, dos novelas imperdibles de Yasunari Kawabata, que se ocupan de la tortuosa realización y de lo desvirtuada de la búsqueda de la satisfacción sexual plena de la sociedad japonesa).
Si sus relatos indescriptibles, con un estilo único e inquietante no fueran suficientes, Las Hortensias debiera ganarle a Hernández su entrada triunfal en el canon literario de Occidente. No tengo dudas de ello.
Se trata de la vida matrimonial de Horacio y María. Viven solos, en una casa oscura, con un jardín invadido de intimidatorios ruidos que provienen de una fábrica cercana. Sus vidas transcurren de manera trivial, podría decirse, con excepción de algo que se repite cada día, con una hora fija: en cierto sector de la casa, hay montadas lo que podríamos llamar vidrieras, que cada día a cierta hora, se pueblan de muñecas, las Hortensias (no, no se trataba de flores... sino de muñecas). Éstas son dispuestas gracias a las manos y el estímulo creativo de algunos empleados de Horacio, en escenas que, éstas sí, cambian cada día. Horacio no sabe de antemano qué escena va a encontrarse y cómo participarán las muñecas de las mismas. Es una sorpresa que espera lleno de excitación y ansiedad, cada tarde. No quiero contarte más porque el suspenso es fundamental en la novela.
Una hija que no llega, y un triángulo pasional que comienza a armarse entre María, Horacio y Hortensia prefiguran una trama entre terrorífica y perversa que vemos ser llevada a su límite por Felisberto Hernández, con pericia insospechada, con arte para plasmar cada escena "dicha" para que podamos verlas al leer, con un manejo de lo siniestro del más alto nivel. El amor plano, degradado a las imágenes, los celos, la seducción, los deseos de muerte se van entrelazando con maestría, con un trasfondo que no puede menos que sorprendernos: Horacio comienza a no soportar mirarse en los espejos; éstos son cubiertos en toda la casa. Pero cuando esto sucede, el fenómeno del doble emerge irreductible: es entonces cuando todo se precipitará compulsado por la presencia amenazante de los ruidos.
No te pierdas esta novela. Es una maravilla. La narración no explica; nos confronta con los hechos y es el lector el que tiene que atar cabos y descubrir los nudos invisibles que unen a los personajes, cuando las imágenes se resquebrajan. Te va a sorprender y a subyugar.
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