Se ocupó especialmente del último capítulo del Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis.
En su conferencia, hizo mención a El Criticón, de Baltasar Gracián.
Les recomendé varias veces la lectura de este jesuita porque sus obras destilan sabiduría, humor y preciosismo en la prosa. Leído y citado por Lacan, Gracián escribió esta novela entre 1651 y 1657. ¡Asombroso!
Hoy comparto con ustedes, parte del capítulo La verdad de parto; en particular la que mencionó Laurent.
Luego de que Andrenio y Critilo escucharan al Acertador sobre lo que significaba vivir en un mundo sin verdad, en la que, como en la Babel, cuando uno decía "sí", el otro "no" y así, pasa lo siguiente:
"Hallábanse ya a la entrada de una ciudad por todas partes abierta. Veíanse sus calles exentas, anchas y muy derechas, sin vueltas, revueltas ni encrucijadas, y todas tenían salida. Las casas eran de cristal, con puertas abiertas y ventanas patentes; no había celosías traidoras, ni tejados encubridores. Hasta el cielo estaba muy claro y muy sereno, sin nieves de emboscadas, y todo el hemisferio muy despejado. (...) Toparon y oyeron cosas nunca dichas ni oídas, hombres nunca vistos ni conocidos. Aquí hallaron el sí, sí y el no, no, que aunque tan viejos nunca los habían topado; aquí el hombre de su palabra, que casi no le conocían; viéndolo estaban y no lo creían, como ni al hombre de verdad y de entereza, el de andemos claros, vamos con cuenta y razón, el de la verdad por un moro que todos eran personajes prodigiosos.
- Y aun por eso no los hemos encontrado en otras partes- decía Critilo-, porque están aquí juntos.
Aquí hallaron los hombres sin artificio, las mujeres sin enredo, gente sin tramoya.
-¿Qué hombres son éstos- decía Critilo- y de dónde han salido, tan opuestos con los que por allá corren? No me harto de verlos, tratarlos y conocerlos; esto sí que es vivir. Éste, cielo es, que no mundo. Ya creo agora todo cuanto me dicen sin escrúpulo alguno ni temor de engaño, que antes no hacía más que suspender el juicio y tomar un año para creer las cosas. ¿Hay mayor felicidad que vivir entre hombres de bien, de verdad, de conciencia y entereza? ¡Dios me libre de volver a los otros que por allá se usan!
Pero duróle poco el contento, porque yéndose encaminando hacia la Plaza Mayor, donde se lograba el transparente alcázar de la Verdad triunfante, oyeron antes de llegar allá unas descomunales voces, como salidas de las gargantas de algún gigante, que decían:
-¡Guarda el monstruo, huye el coco! ¡A huir todo el mundo, que ha parido ya la Verdad el hijo feo, el odioso, el abominable! ¡Que viene, que vuela, que llega!
A esta espantosa voz echaron todos a huir, sin aguardarse unos a otros, a necio el postrero. Hasta el mismo Critilo, ¿quién tal creyera?, llevado del vulgar escándalo, cuando no ejemplo, se metió en fuga, por más que el Acertador le procuró detener con razones y con ruegos (...)".
El hijo feo, odioso y abominable de la Verdad es el odio, señaló Laurent.
El capítulo siguiente se llama El mundo cifrado. ¡¡!!
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