Una intensa y apasionada relación unió a estos dos genios de la literatura japonesa y mundial. Se encuentran en 1945, y sostienen por años una nutrida correspondencia que trasciende lo personal por la profundidad de las ideas y conceptos que vuelcan en sus cartas. La misma cesa en 1970, debido al hara-kiri de Mishima.
Kawabata fue una suerte de maestro para Mishima, y su suicidio no pasó sin consecuencias para él.
Transcribo hoy algunos párrafos de este libro, que es a todas luces recomendable, por revelar el espíritu creador y mortificado de ambos.
Kawabata, signado quizás por tu temprana orfandad en la vida, será la pluma exquisita que revele con sutileza lo que la expresión máxima de la belleza oculta, en el camino al logro de la espiritualidad.
Mishima será la expresión de la heroicidad sanguínea, la expresión brutal de lo humano.
Kawabata recibe el Premio Nobel de Literatura en 1968. Del discurso que diera en aquella ocasión, extraigo este párrafo:
"(...) El discípulo zen permanece sentado largas horas, silencioso, inmóvil, con los ojos cerrados. Pronto entra en un estado de impasibilidad, libre de toda idea, de todo pensamiento. Abandona el yo para entrar en el dominio de la nada. Pero no es la Nada o el Vacío como se los entiende en Occidente. Todo lo contrario, es un universo del espíritu donde todo se comunica con todo de un modo totalmente libre, trascendiendo las fronteras, los límites".
Y en relación al arte, dirá:
"(...) Todo artista que aspira a la verdad, al bien y a la belleza como objeto último de su búsqueda, está fatalmente obsesionado por franquear el peligroso acceso al mundo de los demonios, y este pensamiento, sea explícito o disimulado, oscila entre el temor y el ruego".
No puedo más que recomendarles que lean a ambos escritores, y por supuesto, la correspondencia que mantuvieron. ¡Feliz lectura!
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