Sopesé mucho si comentar esta miniserie en mi blog, que es esencialmente, un blog sobre literatura y cultura. Pero me llevé una gran sorpresa al verla. Entonces decidí comentarla.
Quiero decir que empecé a mirarla sin tener ninguna idea de lo que se hubiera podido decir sobre ella previamente.
Creo que está muy bien hecha. La edición me gustó mucho, la música, las imágenes.
Hay muchos testimonios de involucrados de manera directa con la causa del fiscal muerto (elijo con toda intención esta palabra, muerto), que si bien es una premisa de movida que fueron editados, lo que se incluye es de un valor innegable. Entre todos se arma un apasionante puzzle, ¡al que le faltan piezas!
También tengo que decir que la serie me atrapó, cosa que no es muy habitual que me ocurra; en general con los productos de Netflix, sean series propias, o películas, como mucho a la media hora me duermo.
Si esta miniserie hubiera sido, en lugar de una miniserie, una novela de misterio diría que es muy buena. Me dejó pensando muchas cosas, me permitió sacar conclusiones tremendas, no ya sobre el caso en cuestión sino sobre política internacional, sobre la incidencia de las naciones hegemónicas en lo cotidiano de los países que no lo son, y sobre el pobre y éticamente muy dudoso papel de la justicia que "es posible" impartir en dichos países: una justicia ni ciega, ni sorda ni muda; una justicia que me recordó esa grandísima novela de George Orwell, 1984, ¡para nada distópica ni de ciencia ficción! La justicia que se imparte está compuesta de grandes agujeros negros, vacíos de pruebas, o pruebas fabricadas y apoyadas en relatos que nadie estaría en condiciones de probar y poder sostener en ningún tribunal serio, pero por encima de todo, una justicia que inevitablemente es funcional a intereses superiores, que van más allá de las personas implicadas.
Sobre los casos, atentado a la AMIA y el del propio fiscal NISMAN, me queda un sinsabor persistente: no sabremos nunca la verdad. Hay intereses gigantescos en que las cosas estén así.
La miniserie presenta de manera impecable la inconsistencia de las distintas líneas investigativas, y el descoloque mayúsculo que se produce al intentar cruzarlas, en la búsqueda de líneas que converjan: concluí que la muerte de Nisman (y es lamentable que en algún punto no haya diferencia en dirimir si fue suicidio o asesinato, ambas posibilidades son plausibles) fue un daño colateral, una carambola a dos bandas, un hecho (sigo sin precisar con toda intención, si trágico o criminal) que fue funcional al no esclarecimiento del atentado a la AMIA. Y así fue utilizado. Con su muerte se sacaba un clavo con otro clavo (el caso Nisman opacó al de la AMIA, en algún punto) y de paso se conseguían ciertos efectos negativos sobre el gobierno de turno. Tanto es así que hasta pudo haber sido un caso de "fuego amigo", o de desborde subjetivo del fiscal, ante una audiencia que impensadamente iba a ser pública y transmitida en vivo por televisión.
Por otro lado, con opiniones de muy diversa y hasta antagónica raigambre, se esboza un perfil de personalidad del fiscal muy complejo e interesante (¡colegas analistas vean la miniserie!).
También extraje, desde el comienzo de la serie, la penosa conclusión de que hubo carreras políticas de personajes del más alto nivel en la pirámide de poder de épocas recientes en nuestro país, construidas sobre la sangre de los muertos, de las víctimas.
Esta interesantísima miniserie me deja como conclusión que como ciudadanos no llegamos siquiera a poder inteligir las razones y/o coordenadas de los daños colaterales "necesarios" para sostener determinadas políticas internacionales, inconfesables. Nosotros solo vemos un simple y distorsionado reflejo de las consecuencias de cuestiones geopolíticas y económicas de la mayor trascendencia (por ejemplo, el desarrollo de planes nucleares por parte de algunas naciones). Nos llegan solo las chispas y el humo...
El que llegue a alguna otra conclusión es que probablemente vaya a buscar en los hechos exclusivamente aquello que quiere encontrar, lo que tranquilice su espíritu y su conciencia ciudadana, esté parado en la vereda en la que lo esté. ¡Véanla! Siempre es mejor saber en qué se está enredado que ignorarlo. Aunque saberlo duela.
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