domingo, 9 de febrero de 2020

LA DELICADEZA. DE DAVID FOENKINOS. LA VALENTÍA DE AMAR.

¡Qué felicidad me produce descubrir a un gran escritor y a una gran novela! Quizá suene exagerado, pero cuando eso me ocurre, siento que mi vida y mi mundo se enriquecen, que ambos son un poco mejor que el día anterior del descubrimiento!
Eso fue lo que me produjo leer La delicadeza y a David Foenkinos. 
Vamos por partes.
La novela: una historia de amor maravillosa, un encuentro que ilumina la vida de los amantes; la certeza de sentir que se está en este mundo cruel y salvaje sólo para encontrarse con el otro surge; de aquí el rasgo antisocial de todo amor profundo y verdadero: el otro parece bastar para estar en la vida: como cuerpo, por sus palabras y silencios, por su compañía.Tanta belleza y alegría de vivir se truncan de manera azarosa e inasimilable. Entonces el duelo. El doloroso trabajo de duelo, que además de implicar un desasimiento del ser amado perdido, trae aparejada la inevitable distancia de todo semejante que se acerque para consolar o ayudar. Nunca nadie está ni estará a la altura de semejante tarea, simplemente porque no viven ese duelo, no habitan ese cuerpo que siente la mutilación y el cercenamiento de la pérdida. Entonces, pasado un tiempo de flotar en la vida, de aferrarse a rutinas que llenen las horas y los días, sucede un destello, inesperado, irracional. La sorpresa es el ingrediente principal del hecho anodino. Ambos participantes, azorados, no se explican lo que para el resto de los mortales es algo obvio y evidente. Llegarán las reacciones de los otros, ante lo escandaloso, lo desproporcionado, lo irracional del encuentro amoroso: celos, mezquindades, acosos, bajezas; hasta que un final a la altura del amor se produce: a todo o nada. En eso, el amor, el verdadero, se parece al deseo: no es posible la negociación. O se entra de lleno, con valentía o se renuncia. Esta enorme novela de amor, moderno, como puede sucederle a cualquiera en estos días, transmite que siempre vale la pena jugarse por ese sentimiento que enaltece lo mejor del ser humano, que embellece al mundo y a la humanidad toda. También transmite de manera maravillosa, que un amor verdadero de alguna manera se abre paso hacia las marcas, las vivencias, los recuerdos más íntimos y profundos de los seres involucrados: los de la infancia, cuando se fundían hablar, gozar, soñar, jugar, sin mandatos, sin responsabilidades, sin culpas: se narra el juego de la escondida, metáfora de que hay que ir hacia ellos, buscarlos, bucear hasta encontrarlos, aunque ello conlleve romper lazos, abandonar trabajos, estar dispuesto a poner en juego todo lo que se posea. 
En cuanto a lo narrativo, la novela es un deleite absoluto: no se ajusta a ningún género a rajatablas, la narración fluye libre, gozosa, divertida, profunda sin dramatismos, aguda e irónica sin ser hiriente. Hay frases que rozan el nivel del mejor ensayo filosófico sobre la vida y el amor, hay intertextualidades desopilantes, bromas literarias que son perlas, reflexiones de una profundidad que me llevaron a pensar que el escritor debió (lo comprobé después, leyendo aspectos de su vida) estar en contacto próximo con la muerte o con algunas de sus variedades (accidentes, enfermedades, guerras, etc): su sensibilidad hacia la vida y hacia el hecho injustificable de la existencia es muy llamativa y hermosa. 
No puedo más que agradecer a Mónica Torres la recomendación, y pasar la posta hacia otros futuros lectores de La delicadeza. Estoy segura de que la van a disfrutar enormemente.

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