Estuve ayer en las Galerías Pacífico por una reunión, y mientras subía la escalera mecánica que lleva al primer piso, desde las paredes algo me atrapó. No fue lo épico del grito, ni lo sublime seductor. Fue un latido, una palpitación de un cuerpo tan creado como vivo. La obra de Pedro Berlín impone el ser. De lejos no se tiene una apreciación certera de lo que se está viendo; de lo que nos mira desde el cuadro o el grabado (utiliza mezcla de técnicas). Al acercarnos es que vemos a su obra respirar, contraerse en un suspiro orgiástico: sus cuadros se expanden al infinito. Plenos de miniaturas, de proyecciones de líneas y curvas, un cuerpo, una inmanencia brota de la obra.
Deseé tener más tiempo para detenerme en el goce estético que esta muestra me produjo. Se las recomiendo mucho. Es probable que vuelva a verla. Me encantó.
El arte verdadero, creo, es el que suspende la trascendencia momentánea de los nombres, de los prestigios, del tiempo y hasta de los mandatos de la época para generar, en un viaje directo a la sensibilidad, un impacto difícil de precisar y procesar. Pedro Berlín, de quien nunca había oído hablar (este hecho no es parámetro de nada más que de mi ignorancia, claro) me produjo ese efecto.
Gracias Leo por tu hermoso texto sobre la genialidad de dejarse irrumpir por un afuera que explota de lineas!Que lindo es encontrase a un artista que con su gestualidad no invita a conocerlo
ResponderEliminarbeso!
Encantada de que te gustara la propuesta. Es genial la muestra. Dejame tu nombre por favor. Gracias por pasarte y comentar.
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