viernes, 26 de abril de 2019

GERMÁN GARCÍA y el Witz en la ciudad analítica. Actividad de la Biblioteca de la Sección La Plata de la EOL.






El miércoles por la noche, con algunos colegas del Centro Descartes, nos fuimos a La Plata a compartir un encuentro de lujo: Graciela Musachi, Cecilia Fasano y Juan José Becerra hablarían de Germán García, en el marco de la primera noche de Biblioteca de la Sección La Plata de la EOL.
Desde los ´80 Germán García viajaba a esa ciudad para llevar el discurso del psicoanálisis, en contra del ritual y del hábito, para promover la potencia de un discurso que se hace acto.


 Graciela Musachi, tomando distancia de la palabra "homenaje" (de significación fúnebre y que involucra la dificultosa temporalidad de encontrar el momento justo) se orientó por el Witz, mot d´esprit (recordando que entre amigos a Germán lo llamaban l´esprit, porque era el espíritu del Centro Descartes-nombre que en sí mismo es también un witz-). 
Al devenir los muertos un nombre, dijo Graciela, se elije el elogio para evocarlos (refiere El elogio de                                                                                                                              Helena de Gorgias), pero como                                                                                                                            sucedía con los sofistas, el
 elogio permite decir una cosa como la otra sobre el nombre en cuestión. Cuando se habla de un nombre, la voz adquiere eficacia y produce efectos. Por eso tampoco hizo un elogio. Recordó (para ello evocó la decapitación de Saint Denis y la broma del verdugo) que dio el discurso en el acto en el que García fue nombrado Personalidad destacada de la cultura, en 2007, ocasión en la que sostuvo que era necesario haber perdido la cabeza para escribir Nanina. Por ello, dijo, hablar de Germán es hablar de un empuje a la escritura, que arrastró y ojalá siga haciéndolo, a muchos.
Mencionó la relación de García a su propia escritura, como la de la transformación de la obra en un cuerpo extraño, al que se vuelve con admiración tiempo después. Al referirse a su último libro, Encanto de erizo, que dedicara a GermánGraciela mencionó a Goethe para destacar que Germán, como todos, avanzaba enmascarado, "se hacía pasar por misógino". Cerró su comentario con un witz de la letra: "G.G", que introdujo la risa en el auditorio.


Cecilia Fasano partió de un verso del poeta italiano Quasimodo, muy apreciado por García, para hacer un recorrido desde su primer encuentro con García. "Un provocador ilustrado con calle" es el modo en el que le gusta referirse a él. Frente a él era difícil permanecer indiferente; forzaba a su interlocutor a argumentar sus dichos. No era posible decir sin tomar posición, conduciendo esto inevitablemente a discusiones encendidas. En la espera para su sesión en la biblioteca (Cecilia lo había elegido como analista) García aprovechaba para "indicarle" que leyera esto o aquello, siendo sugerencias muy precisas que ponían en circulación textos que él compartía con generosidad intelectual inusual. Cultivaba la ironía; políticamente incorrecto, profesaba el arte de incomodar a la vez que contagiaba alegría. En referencia a la muerte de García, Cecilia recordó una frase suya: "a uno debe importarle no ser tramposo con los muertos que ha querido", para recordar que la llegada del Psicoanálisis lacaniano a La Plata está fechado: la conferencia que diera Oscar Masotta, en 1970, en el Hospital de Niños de esa ciudad. García unió su manera de habitar y transmitir el psicoanálisis a él. Fasano recorrió después los años de la dictadura y su incidencia en el Psicoanálisis y en la carrera de Psicología. Con el fin de la dictadura y el regreso de García a Argentina (había pasado algunos años en España) comienza su actividad tanto en La Plata como en el Noroeste argentino. Fundador de instituciones analíticas, impulsor incansable y asesor de revistas sobre psicoanálisis y cultura, así como de la Red federal de enseñanza del Instituto del Campo Freudiano en Argentina (en este caso, con otros analistas miembros de la EOL), y del Instituto Oscar Masotta (nombre propuesto por Graciela Musachi). Nuevamente con un witz, señaló Fasano, Germán García funda su comunidad, la fundación y el Centro Descartes (nombre multívoco que hasta evoca el pseudónimo con el que firmaba Perón sus artículos, además de la referencia al filósofo francés). Destacó también la relación vital de García a las Bibliotecas, fundando en 1985 la BIP, Biblioteca Internacional de Psicoanálisis, así como muchas otras en el país. Terminó su alocución instando a conocerlo, a leerlo y a releerlo para orientarse, ya que por suerte, como solía decir él, el porvenir no está asegurado.

Juan José Becerra comenzó diciendo que la relación que lo unía a Germán García era afectiva. Comentó que cuando García murió recibió propuestas para escribir sobre él, y a pesar de jactarse de poder escribir sobre cualquier cosa en cualquier momento, no sólo no pudo en este caso, sino que con el tiempo se dio cuenta de la "operación de encubrimiento" que había producido con el fallecimiento: omitió decirle a su padre que Germán había muerto. Supuso que aun su padre no sabe la noticia, por ende, para su padre Germán está vivo (eran amigos de Junín). Compartió con el auditorio la satisfacción que le daba negar la muerte de Germán al menos a una persona (en este caso, su padre). A continuación comentó que en un reportaje de hace más de 30 años, Fito Páez declaró que le gustaría que su analista fuera Germán García. Tiempo después, con motivo de asistir a un concierto íntimo de Páez en Pinamar, habló con él y le propuso contactarlo con García. Entonces contó que hacía una semana que había pasado varias horas con Páez, y al recordar la anécdota, éste le dijo con sorpresa, que había "perseguido" a García, "no sabés las veces que lo llamé, le dejé mensajes, incluso hablé con él y no me dio pelota". Becerra entonces interpretó la situación como la "obra de García": "vos querés, lo imaginó diciendo, que te analice porque sos Fito Páez; bueno, vas a tener que trabajar", concluyendo que evidentemente Páez no había trabajado lo suficiente. Continuó con la visión que siempre tuvo de García como un comediante, que llevaba al extremo del bullying esa comedia, característica que se destaca en las anécdotas que se cuentan sobre García en Junín, potencia que no habría adquirido por su formación intelectual y psicoanalítica, sino que la tenía antes. Y que lo llevó a escribir una novela inconcebible como Nanina, en contra de la cultura de su ciudad. La novela plasma para Becerra el ejercicio del poder de la literatura, ligando a García a cierto nivel de orfandad que volvía imperiosa una salida, puente de lenguaje que encarnó Nanina. El poder del lenguaje, valor de uso que siempre lo conmovió en García, transformando el acto de decir en la emulación del acto de boxear, obligando al otro a argumentar, encarna para Becerra una suerte de milagro en la cultura.
La noche cálida y divertida, cerró con recuerdos, comentarios y anécdotas de los asistentes.


Como conclusión podría decir que hay algunas personas tan contadísimas como extraordinarias, que ni la muerte logra que dejen de existir. Germán García es una de esas personas, aunque su ausencia física nos deje a los argentinos y a muchos otros que comparten la lengua, un poco más pobres.




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