Con mucho placer les cuento hoy sobre dos libros de tres queridas colegas, mujeres intensas y creativas, con las que tengo el gusto de compartir el tan fuera-de-lo-común y maravilloso taller Invencible, con el enorme e inusual Fabián Casas, escritor y karateca.
El huevo del gallo, de Andrea Urman, con ilustraciones de Marlene Lievendag (Editorial Olivia, 2017) me dejó la dulce sensación de que algo del saber tácito de esta tierra inefable que habitamos ha pasado a la escritura de Andrea. Ya desde su título el libro nos anticipa el poder creativo, performático del lenguaje poético. Con un decir luminoso y sensual Andrea hila versos con briznas de vida; compone una oda a los instantes de fulgor que se desvanecen en el tiempo. En sus versos, la poeta convierte a la ciudad, a la laguna del pueblo, a los animales, al pueblo mismo y su gente en seres vivos, en pulsos tan mágicos como el fuego. La mirada que se va construyendo a medida que leemos es una mirada de infancia, sorprendida y polisémica, advertida de los poderes del lenguaje, tan extraños a la razón.
Las ilustraciones de Marlene enriquecen el texto al transmitir presencias inquietantes, sinécdoques visuales que nos advierten que el texto poético no concluye sentidos, sino que los multiplica. Con rastros de otros horizontes y una rara belleza, difícil de definir, Marlene potencia el valor de los versos.
La suerte de las mujeres, de Paula Vázquez (editorial Años luz, 2017) recibió el 3er Premio del Fondo Nacional de las Artes en 2016, categoría Cuentos.
Los cuentos de Paula nos instalan sin aviso en las rasgaduras del confort y en la certeza de la existencia de lo inquietante. Agradecí al leerlos que desde la primera línea no narran el desvarío, la errancia, la ausencia de elaboración sobre la existencia. En los cuentos de lo que se trata es de cómo se escriben y rediseñan las lógicas de la vida; de la convivencia con lo siniestro que no necesita de la imaginación distópica porque surge de lo cercano, entre cuatro paredes: brota de los lazos familiares, de las marcas de infancia en perpetua reelaboración; de deseos inaceptables, de la culpa, de fantasías que pueblan la mente femenina como animales miméticos y amenazantes.
La voz narrativa de los cuentos (en todos salvo en uno, se trata de una mujer) es una voz no lineal, hiladora de tiempos vitales, que oscila; de los vínculos entre lo cotidiano y las raíces que asumen la configuración de lo poético (sin el recurso a narrar el exceso, la desmesura inconducente, tan habitual en la literatura argentina de hoy).
La reactualización constante del tiempo en rituales que se interrumpen, en cambios inesperados, en el cuerpo como presencia perturbadora e inoportuna, son las balizas del camino por el que Paula nos conduce, hasta arribar a la certeza de una vida que se sobrepone a la vida, aferrada a detalles construidos con palabras.
Muchas gracias Leo por la lectura y los comentarios. Es conmovedor leer en tus palabras los universos que busco indagar en mis cuentos. ¡Gracias!
ResponderEliminarTan claras tus palabras.Ojala los posibles lectores de "El huevo del Gallo" puedan leer frases tan poderosas como'advertida de los poderes del lenjuaje,tan extraña a la razon""el texto poetico no concluye sentidos sino que los multiplica.Gracias Master!
ResponderEliminarPau, Andre ya estoy esperando el próximo! Con eso les digo todo. Besos!
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