viernes, 29 de marzo de 2019

Conversación con Marcelo Zabaloy, traductor al español de Ulises y Finnegans Wake, publicados por El cuenco de plata.

Comparto con ustedes la última parte de la jugosa charla que mantuve con Marcelo Zabaloy. 

“Hasta el capítulo 8 llevaba notas. Llevaba 1000 y pico de notas, sobre ese modo de trabajo con la lengua que los psicoanalistas conocen. Las había hecho para mi, pero me di cuenta de que era un proceso neurótico. Buscando y buscando doy con una traducción al francés publicada por Gallimard. La compre, la leí y no era lo que presentaba el texto. Di con una versión hecha por un francés, Hervé Michel, y subida a su pagina. Le escribí, y en mi próximo viaje con un grupo de jugadores de rugby, nos encontramos. El había hecho lo mismo que yo:había torcido el texto, porque la otra opción es tratar de enderezarlo. Después nos corregíamos el texto mutuamente. Eso me convenció de que el método estaba bien, de no insistir con las notas. Entonces a partir del capítulo 9 no hay más notas. Y lo que saque de Hervé es que el tenía paginado igual que el original: donde terminaba el original terminaba su traducción. Entonces pensé que yo podía hacer lo mismo usando un cuadro de texto, variando los últimos renglones para que coincidiera. Las notas son las notas del texto, no son notas de Marcelo Zabaloy. Son las notas donde los niños del tabernero dormido despotrican contra la enseñanza, hablan de la escuela, del alfabeto y de la forma de las letras. El resto carece de notas. Así hice el libro y lo terminé. Otra vez ver quien lo iba a publicar. Obviamente El cuenco de plata iba a publicarlo, había que buscar un prologuista. Surgió entonces el nombre de Eduardo Lago, referente en España del Finnegans Wake. Nos habían invitado en 2016 para una charla en la Biblioteca Nacional, organizada por la Casa de España con el Círculo de traductores literarios, con Jorge Monteleone, porque se cumplían 70 años de la aparición de la primera traducción de Ulises, hecha por Salas Subirat. Lago es muy amigo de Vila- Matas, tienen un blog juntos; Eduardo Lago tradujo el capítulo 8. Con Eduardo Russo le mandamos un mail para vernos a raíz de la posibilidad de que escribiera un prólogo en un próximo viaje que haría a Argentina. Teníamos que encontrarnos a almorzar para discutir la posibilidad de que escribiera el prólogo. La cuestión es que el día antes al encuentro murió Edgardo! 
Me enteré en la puerta en la Casa de España que tenía que dar la charla en inglés porque la audiencia era un grupo de alumnos de la Universidad Notre Dame de Washington o Nueva York, de viaje por America Latina en busca de los trazos de Joyce en la literatura americana. Zafé con la conferencia, adapté lo que iba a decir al inglés. Estábamos muy contentos de que por fin veríamos a Lago y leeríamos la traducción. Yo había ido con el borrador. La cuestión es que Edgardo nunca lo vio. Lo enterraron en Chacarita. Había tres gatos locos... sus compañeros de la editorial y yo. Salude a las hijas, les di un beso y me fui. Así terminó la historia del Finnegans Wake. En 2016 salió el libro. No hicimos ninguna presentación, salió el libro y salió. Me encontré finalmente con Lago, pero obviamente no podía escribir sobre algo que no había leído, no tenía tiempo para leerlo, ... y el estaba con el capítulo 8. Fue honesto. Hay que destacar la valentía de Pablo Hernández, socio de Edgardo, al publicarlo, y quien lo revisó entero conmigo fue Eugenio Conchez, un profesor  de Literatura de la Universidad de La Pampa, un tipo de 35 o 36 años, un tipo deslumbrante, humilde, un humor genial, y detallista al máximo. Encontrar las palabras, los neologismos! Como traducirlos? Era una tarea de arqueólogo. Le decía: vos seguirme, si encontrase una palabra que suene mejor y que no pierda ninguno de los múltiples sentidos condensados, si no la dejamos. Fíjate que no se trabe la lectura. Entonces yo leía y leía y el decía para! Si algo le sonaba raro. La revision con Eugenio fue la última.
Y cuando terminó y lo solté tenía que seguir con algo, con otra cosa...

Las aventuras de Marcelo Zabaloy por la República de las Letras continuaron con Queneau, con Perec (por ejemplo traduciendo la novela La disparition, La desaparición, lipograma que suprime del texto la letra E. Este trabajo le tomó un año, para continuar con la versión de lipograma en A: esta tarea lo lleva a concluir que la letra A es prescindible en la lengua castellana! Por el contrario la dificultad es escribir sin la E), y con su propia escritura. Su novela, Rapsodia, fue finalista del Premio Clarin. 

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