Una soleada mañana en Palermo, Buenos Aires, me encuentro con Marcelo Zabaloy. Habíamos tenido un intercambio sobrio y corto por mail. En uno de esos mails, le digo que a pesar de que el proyecto que tenía en mente quedaba stand by, si en algún momento pasaba por Buenos Aires y tenía ganas, podíamos tomar un café. Como sucediera la primera vez que le escribiera, su predisposición es total. A los 10 minutos arreglamos el encuentro del que les hablo. “De estas cosas no puedo hablar con nadie, así que encantado de encontrarnos. Cuando alguien se interesa...” me dice. A mi me interesaba conocer al traductor por deseo (¡nada más y nada menos que por deseo! Nadie le había encargado que hiciera la traduccion ni tampoco tenia destino previsto el resultado!) de dos de las más geniales y complejas obras de la literatura del siglo XX: Ulises y Finnegans Wake de James Joyce.
Llega puntual. Yo había visto fotos suyas en internet, y el un video en el que me hacen una entrevista de radio. Nos sentamos delante de nuestros cafés y comenzamos a charlar. Accede gentil a que grabe nuestra charla. Me habla para comenzar, de su pasión lectora, nacida de El príncipe valiente, de la colección Robin Hood, regalo que recibe de su madre en la infancia. En la adolescencia, la lectura lo proveerá de temas de conversación para acercarse a las chicas “que siempre leen más” y sociabilizar. A los 18 su encuentro con Borges lo confronta por primera vez con un nombre y un título que luego lo apasionaran: James Joyce, escritor irlandés, autor de un libro difícil: Ulises. Que tan dificil seria...
Como Marcelo había concurrido a una escuela bilingüe, ya había leído en inglés Counterparts de Dublineses y le había encantado.
Llega entonces el momento de ir a la biblioteca de la Cultural Inglesa y ver si se producía el encuentro. ¡Había en la biblioteca un ejemplar de Ulises en inglés, por supuesto! Es entonces cuando se aventura a la lectura de tan magnética obra. Sin recurrir a la versión de Salas Subirat, y viendo que el primer capítulo no le ofrecía una resistencia particular, continúa leyendo con la ayuda de un diccionario. De esta primera experiencia reconoce haber perdido al menos el 40% (lo que estaría muchísimo más que bien, dada la magnitud de la empresa). La segunda lectura tuvo por compañía a la biografía magnífica que Richard Ellmann escribiera sobre el autor irlandés, así como ensayos sobre la obra y sobre el autor. Esta vez la lectura le resulta más fluida.
No será hasta la tercera lectura, provisto ya de su propio ejemplar en inglés, que siente la necesidad de compartir con su esposa un párrafo del capítulo 17, Itaca, donde hay un poético y bellísimo paralelismo entre el rostro de la mujer y la luna (ver entrada previa en el blog). Va traduciendo a su oyente a medida que lee, sostenido en la confianza que un vínculo de 40 años le otorga (¡dando por sentado que su mujer no saldrá corriendo al escucharlo!). Ese momento mágico (epifanico quizás) le sirve de impulso para traducir el párrafo, que le lleva todo ese domingo. Sigue con toda la pagina, luego con todo el capítulo. Será al terminar la traducción del célebre monólogo interior de Molly Bloom (capítulo 18, Penelope) sin puntuación alguna, que se le impone ¡traducir la novela entera! Entonces es cuando, con la misma compulsion y desesperación de un fumador, dice, cada momento libre del que disponga será usado para avanzar en la traducción de Ulises, tarea de tal intensidad que lo sumerge en un tiempo fuera del tiempo, en un tiempo en suspenso. La traducción completa le lleva 4 años, desde el 2005 hasta el 16 de junio de 2009, dosificando el trabajo de tal modo para terminar, simbólicamente, justo en el día de la fecha en la que el libro narra la vida de su protagonista, Leopold Bloom.
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