miércoles, 27 de marzo de 2019

Conversación con Marcelo Zabaloy, traductor de Ulises y Finnegans Wake, publicados por El cuenco de plata. 2da Parte.


¿Qué piensa el traductor al ver realizada su obra?

Al terminar la traducción completa del libro, se da cuenta de lo cíclico de su aventura de traducción, apoyada fundamentalmente en la versión francesa de Valery Larbaud, revisada por el mismísimo Joyce, regalo que recibe de su esposa y uno de sus hijos, durante un viaje por París. La versión francesa es la que le permite eliminar las dudas que quedaban de la traducción al español que, como la Odisea de Homero, comienza y finaliza en Ítaca.


¿Tenía previsto algún destino particular para su trabajo?

Superada la angustia y la incertidumbre de la tarea ya terminada; la sensación de vacío que se produce por el tiempo intenso dedicado a ella, por sugerencia de Marcela, su esposa, decide escribir a editoriales españolas, entre 20 y 30 editoriales. Un par de editoriales le responden que no estaban tomando originales o que no se dedicaban a traducciones, hasta que una señora francesa, Mme Laure Merle d´Aubigné, le sugiere probar con El cuenco de plata, por ser una editorial que traduce literatura extranjera. Escribe entonces a dos o tres mails que manda en Argentina, adjuntando el capitulo 17, donde todo comenzara, con el párrafo de las similitudes entre la mujer y la luna. Luego reconoce que se olvida del tema. En febrero recibe un llamado de Edgardo Russo, de El cuenco de plata, que le pregunta si les había escrito. Ante su respuesta afirmativa, Russo se disculpa por no haber contestado, pensaron que era una joda. Al cerciorarse de que no lo era, Russo le manifiesta el interés de la editorial en publicar su traducción. Le piden que envíe más material y él les manda el libro completo. Cuando se encuentran, finalmente, los interesados ya tienen listo el contrato.

¿Cuándo ve la luz la publicación?

Corría el 2010 y el libro finalmente aparece en 2015. La cuestión de la escritura del prólogo (que Russo quería que lo escribiera Jorge Monteleone) la fue demorando.


¿Cómo se sobrepone al desgaste que este tipo de demoras generan?

Mientras tanto, para sobreponerse al hecho de haber terminado la traducción de Ulises y a la demora, decide empezar a traducir Finnegans Wake. Al comentárselo a Russo, Edgardo le responde que se deje de joder, que ¡¿cómo va a traducir eso?!
Él responde que para él Ulises terminó. Que si querían publicarlo bien, y si no, le daba lo mismo. Que se abocaba al Finnegans Wake. Entonces se habló de la posibilidad de que prologara la edición Ricardo Piglia, que luego se enfermó y no pudo hacerlo.  Ya vencido el contrato, allá por el 2013, vuelven a revisar la traducción: vía  Skype, él leía desde Bahía Blanca y Russo escuchaba y sugería las correcciones que le parecían pertinentes, desde Buenos Aires. Participaban también, de esas largas reuniones virtuales que disfrutaban tanto, esta vez, la versión de Salas Subirat, que aportaba Russo, y la francesa por su parte. El texto fue leído y releído, corregido no menos de cuatro veces, completo.


¿Hubo algún acontecimiento especial cuando el libro se materializó?

Luego de largos cinco años, finalmente el libro sale el mismo día en el que nace mi nieto, a quien los padres (no lectores) deciden, influenciados por su trabajo sobre el texto de Joyce y porque les gustaba el nombre, llamar Ulises.


¿Qué sucedió después en la vida del traductor?

Durante todo el tiempo que duró ese largo proceso, seguía con el Finnegans… que le lleva desde el 2009 al 2016, con el mismo nivel de entrega y dedicación que puso para Ulises, sin tener tampoco nada previsto; nadie se lo había encargado. Con el entusiasmo y el criterio de aquella primera lectura de Ulises, aborda este nuevo desafío; llega hasta la página 240, cuando se plantea que no tenía sentido seguir: habiendo llegado allí con impulsos de cosas maravillosas y deslumbrantes que tiene el texto, pero también con muchas que eran como un cuarto oscuro impermeable. Buscar el método de composición y de trabajo que había aplicado Joyce fue lo que se propuso encontrar, intuyendo que el método dilucidado en Ulises podría servirle para Finnegans… a saber: leerlo primero; intentar luego como pasatiempo, una traducción, para la que debió complementar la lectura con  todo ensayo y texto escrito sobre F.W que encontrara para poder seguir.


¿Qué relación tenía con las distintas lenguas con las que Joyce escribe su work in progress?

Evidenciando su amor y pasión por las lenguas, se aboca simultáneamente al aprendizaje de la lengua francesa, a través de la literatura (a instancias de una tía que le enseña). En ese proceso lee a Perec, a Quenau. A partir de su conocimiento del francés, se propone buscar bibliografía sobre Finnegans Wake en esa lengua. Es cuando decide pasar un par de meses en París, para ir a la Biblioteca Nacional, debido a que esa obra de Joyce fue escrita completamente en Francia: allí debían de estar los rastros. Se hace miembro de la BNF; se alquila una pieza con baño y cocinita en Belleville, en la Rue Simon Bolivar, y como dice él, “se hace el Cortázar”: se toma el tren cada día, y a las 10 de la mañana, cada día, está en la Biblioteca. Busca ensayos sobre Joyce: había 800 títulos, privilegia los relativos al proceso de traducción de FW, y anota los títulos pertinentes. Con los libros de la Biblioteca, (fotocopia todo lo que le interesa ya que allí todo está dispuesto para que uno pueda hacerse del material consultado) o los que consigue comprar se aboca a la tarea. Todo lo hecho era en relación con el capítulo 8, Anna Livia Plurabelle. Joyce (que decía que no tenía nada intraducible), con sus amigos, estuvo metido en ese proceso. Cuando llega a la BNF ya había traducido hasta el capítulo 8.

¿Considera esta obra una suerte de delirio de lenguaje?

Toda palabra escrita tiene su razón de ser. No hay en la obra, ninguna palabra gratuita. Por grotesco que parezca el eufemismo, el neologismo, tiene una razón de ser y remite a algo, un algo múltiple. Su traducción al español es una copia en espejo de la versión original: empieza y termina cada página con las mismas palabras (lee un párrafo del libro en voz alta, que resulta ¡hilarante!).




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