viernes, 19 de enero de 2024
lunes, 15 de enero de 2024
Sobre cómo sobrevivir a la angustia y la locura. COSAS PEQUEÑAS COMO ESAS de CLAIRE KEEGAN.
Deslumbrada hace un año por la lectura de Hamnet de Maggie O´Farrell, di con esta novela corta hace un mes, mientras intentaba inventarme salidas a la angustia que me trajo diciembre último. ¿Qué hacer ante tanta locura? ¿Cómo resistir ante tan brutal desborde mortífero?
Entonces les decía que di con este libro que sólo tiene en común con Hamnet que está escrito por una mujer, y que también es irlandesa: Claire Keegan . Creo reconocer ya cierta sensibilidad en l@s escritor@s irlandeses. Sensibilidad que encuentro, resuena mucho con la mía, rioplatense y porteña; nacida en tierras pobladas por inmigrantes, previamente ocupadas por el poder colonizdor de España. Tierras regadas con la sangre de los pueblos originarios, y escrituradas por espíritus renegadores de esa historia (ya les contaré otro día sobre La ciudad letrada de Ángel Rama). Sojuzgadas a su vez, por la Iglesia católica (no es un detalle a pasar por alto en la historia de las que les hablo).
Cosas pequeñas como esas es una novela donde dichos matices culturales, que reconozco en los irlandeses como en nosotros, dibujan y contornean la vida de una familia en un pequeño pueblo. Transcurre en la Irlanda de 1985 (hace un ratito nada más), donde la escasez si no la miseria son la moneda corriente, reflejos de una Inglaterra bajo el influjo de las doctrinas neoliberales que tanto conocemos y sufrimos por aquí. Un matrimonio y sus hijas mujeres. Él trabaja, es carbonero. De espíritu infatigable. Es servicial y amable. Ella se ocupa del hogar y de las hijas. Esas tareas definen y a la vez limitan su mundo, el de ella: es práctica, razonable, quizá también previsora y algo temerosa del porvenir de sus hijas.
Él va de aquí para allá entregando sus bolsas de carbón. En una narración que da la impresión de discurrir con situaciones intrascendentes de la vida cotidiana, el texto toma vuelo poético por momentos y nos deja comenzar a tejer la sensación de que ese mirar, ese percibir poético no va a pasar sin consecuencias en la historia. El acontecimiento fuera del cálculo ocurrirá. Pero tomará tiempo que el acto se produzca: el tiempo en el que la angustia, el malestar y la impotencia recorran el cuerpo del protagonista hasta que decida hacer algo al respecto.
Como decía Piglia en su tesis sobre el cuento, esta novela también cuenta dos historias: una de manera evidente, de las que acabo de hablarles. La otra apenas insinuada, silenciada en gran parte no sólo porque qué oídos estarían dispuestos a escucharla sino también porque hay historias para las que las palabras suelen servir de poco. Esa es la otra historia que cuenta Claire Keegan en su novela, que culmina con una referencia puntual y real sobre una institución de Irlanda, regenteada por la Iglesia, llamada Las lavanderías de Magdalena (Magdalen laundry institutions). La última fue cerrada recién en 1996.
Esta bellísima novela, que se lee de un tirón desarrolla magistralmente lo que llamaría la configuración del momento de salvación. Aquél en el que nos reconocemos humanos, y ello permite hacerle frente a la injusticia y a las miserias material y espiritual. La novela no plantea enseñanzas, no esboza moralejas; menos aún da "tips" (expresión que aborrezco) sobre cómo lograrlo. Opera por resonancia, con la poesía y la belleza como armas. Sugiere más que proponer. Cada quién deberá encontrar ese momento de ver luego del que ya nada podrá ser como antes: actuar y no actuar tendrán consecuencias subjetivas.
Me gustó mucho de la novela, por otro lado, que lo que narra lo hace a escala humana, con las cosas pequeñas de lo cotidiano, alejada por completo de relatos épicos y grandilocuentes de seres iluminados.
Les recomiendo con entusiasmo Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan, si es que como me pasó a mí al leerla, requieren sentirse parte de la especie humana.