La segunda mesa plenaria estuvo orientada por el título Invención: entre azar y destino. Comenzó con la presentación que Blanca Sánchez hiciera de la novela de Aníbal Leserre, La chica que le sonreía a los perros. La poética y atenta lectura de Blanca, La escritura como una manera de estar en la vida, sintagma tomado de la novela, situó las contingencias de la vida alrededor de las que se escribió la ficción. Los hilos que se van tejiendo en ella tratan de padres e hijos, de la vida y la muerte, de partir y dejar partir. Al modo en el que Dante escribiera su Divina Comedia alrededor de un parpadeo de su amada Beatriz, Leserre escribe su novela alrededor de una sonrisa, la de Ana. Las múltiples historias se entrecruzarán, incididas por el azar, las contingencias y los destinos de los personajes, que tendrán respecto de ellos, una consideración y un hacer. Blanca relacionó el trabajo del escritor, que modifica y tuerce los destinos de los seres que crea, con el trabajo de escritura que produce un análisis, destacando el matiz autobiográfico de la novela (en particular a partir del personaje, Francisco, psicoanalista). Concluyó su presentación con una hipótesis: aquello que pudo haber sido la pasión por la propia historia, hoy es el gusto por la escritura de la propia vida bajo la forma de una ficción. Es darle al amor por la ficción un destino más allá del análisis, por la vía de la invención.
Por su parte Claudia Castillo tituló su trabajo Escribir como si estuviera cantando. Partiendo de la lectura del cuento de Borges La lotería de Babilonia, desarrolló cuestiones vinculadas al azar: éste es una interpolación en el orden del mundo; aceptar errores no es contradecirlo, por el contrario, es corroborarlo. ¿Podría un análisis pensarse como una interpolación de igual calibre? Para Lacan hay una relación de exterioridad del animal humano en relación con el orden del mundo, sin que éste sea necesariamente, un destino. La realidad primera es la del reparto del azar. Pasando por Aristóteles y su idea de la felicidad, se detuvo en la novela La fortuna, de Germán García, que escribe las marcas del exilio en Barcelona y el retorno a Buenos Aires del autor. Luego se refirió al punto de viraje que implica el Seminario XI en la enseñanza de Lacan. Allí éste se aboca a las nociones de tyché y automaton en el filósofo griego, en relación con la causa: la primera será para Lacan, el encuentro fallido con lo real, y el segundo, la insistencia del retorno de los signos. La causa se separará de la ley simbólica del retorno de los signos, será el agujero, la no relación sexual. Y el amor suplirá esa falla, ese agujero, en la contingencia del encuentro.
Luego, en lo que asumió el tono de un testimonio, comentó que de chica cantaba y escribía. Dejó de hacer ambas cosas cuando la injerencia del Otro se le volvió apremiante. La elección del analista estuvo, también, teñida de sus elecciones infantiles. Sin embargo, la solución a la que arribó le brinda un modo de satisfacción que, señaló, compartía con los asistentes: se trató, para ella, de escribir como si estuviera cantando.
Mónica Torres cerró la plenaria de la tarde. Comenzó agradeciendo a la Comisión Organizadora de la Jornada, señalando que cada jornada supera a la anterior. Señaló que la primera plenaria se había destacado por un profundo trabajo de intensión, en relación con momentos importantes de la enseñanza de Lacan, referidos al amor, en los Seminarios XI, XX y XIV. Un witz de Pablo Russo, por la mañana, referido al efecto "cartel" de los trabajos presentados, a pesar de que ninguno sabía previamente sobre qué hablarían los demás, fue retomado por Mónica, para destacar el efecto de discurso de escuela, absolutamente contingente, que se había producido: no se puede imponer; pasa o no pasa. Por su parte a la tarde, tocó ficción, a pesar de que nuevamente, no sabían de qué hablarían las otras integrantes de la plenaria.
Tituló su trabajo Lo que se escribe como sinthome. Comentó dos novelas: Apegos feroces, de Vivian Gornick, americana y feminista, y Okasan. Diario del viaje de una madre, de Mori Ponsowy, argentina, que ha vivido en distintos países y es una mujer joven, una madre-niña. Ambas escritas por mujeres, tratan sobre la separación de una madre y un hijo: una hija mujer, en Apegos feroces, que es la voz narrativa; un hijo varón en Okasan, en la que la voz narrativa es la de la madre. En ésta última, la separación es lograda; en Apegos feroces no: ellas pasan el tiempo caminando por Manhattan solas. Las identificaciones eran provistas por las mujeres que se hablaban por el patio interno del edificio en el que vivían, al que daban todas las cocinas, situado en el Bronx, en una comunidad que en su mayoría tenía origen judío. Dichas identificaciones son tan feroces que Vivian no logra hacer fracasar su inconciente. La novela familiar es fuerte, y los S2 podrían ser infinitos. En este autoanálisis, propuso Mónica, el inconciente no fracasó; la protagonista no logra salir de sus identificaciones primeras, con mujeres; siendo las predominantes la madre (un modelo de femineidad sacrificado al amor, de luto, que recuerda a la de Gide) y una goy, seductora, representante del goce sexual. Ninguna de ellas, incluida la protagonista, lograrían alcanzar una vida común y corriente, aunque señaló, habría que aclararle a la autora que no es posible nunca encontrar una vida común y corriente, menos del lado femenino. Ella no logrará amar a los hombres de su vida. Es el relato de una mujer que en su tiempo histórico quiere ser mujer de otra manera, aunque no encuentra el camino para lograrlo, no logra separarse del Otro, de la buena manera: aunque escribe, su escritura no se equipara a las del artista que le lleva la delantera al psicoanalista.
Por su parte Okasan es lo contrario, una novela breve, con pocas palabras y pocas referencias a la novela familiar, se ubica más del lado del Uno que del lado del Otro. Un hijo joven se ha ido a vivir a Japón: un viaje a otras lenguas, a otras costumbres, que hace fracasar las coordenadas de sentido habituales. La madre va en visita breve a verlo. Tiene que soltarlo porque él se ha soltado: habla otra lengua. Hablan poco, pasean en silencio. Ella va notando las pequeñas marcas que hacen de su joven hijo un desconocido para ella. Él se va soltando y ella lo va dejando ir, lo que produce una fuga del sentido en la novela misma. Se trata de la invención; en este viaje los personajes se reinventan. En sus paseos, ella nota que cuando él se refiere a ella con un tercero, la llama Okasan, (ella lo deduce porque no habla japonés). Inteligente y aguda, le pregunta a su hijo si hay otra forma de decir "mamá". Él responde que sí la hay: Haha, pero que no estaría bien llamarla así. Ella averigua qué quiere decir Okasan. El uso familiar es el Haha (como decir acá "mamá"). El "mamá" de la infancia ha sido reemplazado por un pictograma más antiguo y más formal, un título honorífico que escribe la distancia que se establece entre la palabra y la escritura. Mónica sostuvo que ese pasaje es el pasaje de la identificación a la nominación. En la invención de este hijo y en el relato hay invención y efectos de creación.
Vivian Gornick, que también ha luchado por hacerse un nombre, muestra la lucha entre dos figuras geométricas: una es triangular, la trama erótico-amorosa que la triangula: ella, su madre, la otra. Por otro lado, el intento de abrir un espacio rectangular en su interior y relacionarlo con la escritura. El triángulo debería abrirse hasta quedar vacío de todas las tramas y así permitir el goce de la escritura. De eso se trata en un análisis y en una vida. Depurarse de las tramas erótico-amorosas y permitir un goce distinto que se escribirá como sinthome y permitirá el fracaso del destino.
En el tiempo posterior de conversación Aníbal Leserre agradeció su cercanía a Enlaces, destacando la dinámica del Departamento, propicia para aprender que los demás tienen algo para decir. Luego agradeció, muy emocionado, la lectura de Blanca Sánchez de su novela. ¡Fue un gran momento, del que se salió con un aplauso generalizado de los asistentes! Señaló que a veces se escribe porque uno se puede escuchar en la escritura. Señaló que en su novela hay la perspectiva de padre a hijo, y la resolución distintas de tres vidas, en relación con el destino.
Luego Pablo Russo comentó que en las tres ponencias se había hablado de escribir, también Aníbal. Claudia Castillo señaló que el título que puso a su trabajo es el de una entrevista que le hicieran a Germán García. Pablo retomó la palabra para señalar el lugar central, ¿necesario? de la escritura en relación con la invención, entre el azar y el destino. Mónica señaló que tanto el recorrido de un análisis como el recorrido de la enseñanza de Lacan van de la palabra a la escritura. La palabra, lalangue y la escritura son diferentes momentos de la enseñanza de Lacan y de un análisis. Claudia señaló que cree que hay un momento del análisis en el que hay que escribir; recordó de su paso por la BIP, junto con Aníbal, la impronta de que escribieran, en nombre propio. Por su parte Blanca señaló que el analista busca lo escrito en la palabra; a la vez que a veces escribiendo se logran exorcisar algunas cosas referidas a la posición del analista: un caso difícil, por ejemplo: estudiar, trabajar y escribir alivia. A veces, dijo, escribir es hacer algo con la imposible expiación del analista, con el hecho de meterse en la vida de los otros, en el destino de los otros. Mónica, cerrando la tarde y la jornada, señaló, recordando a Germán García, que la exhortación a escribir es un rasgo común. Recordó la frase de Lacan que dice que para leer no hay que entender, hay que leer, ella la transforma en "para escribir no hay que entender, hay que escribir", aunque no entiendan escriban. Comentó que quizás no fue casual que estuvieran presentes Claudia y Aníbal, y que la revista Enlaces 25 le haya hecho un homenaje a Germán García.
Luego del largo y caluroso aplauso llegó el momento del sorteo de libros (¡desde el 6 de bastos que me tocó como acreditación, mi suerte estuvo marcada; no me gané ningún libro!), del humor y el histronismo de Marcela Mas y del brindis y las fotos del final.
Te cuento que el artista que realizó el afiche El alfil, del poster de la Jornada es Miguel Dávila.
Titulé este comentario: ¡En Enlaces pasa algo serio! Y sí, te lo cuento.
Si el trabajo de un análisis va de la palabra a la escritura, en esta Jornada, algo de la escritura que cada uno logró en su análisis y en su vida, pasó al bien decir para ser escuchado, para crear, para inventar nuevas resonancias. Y creo que es algo para celebrar. Da cuenta mucho más que larguísimas y aburridas puntuaciones de textos, de para qué sirve un análisis lacaniano, y de que el psicoanálisis está vivo, le pese a quien le pese, porque logra con aquellos que consentimos a realizar su experiencia, que tengamos vidas más satisfactorias y plenas, más intensas y animadas de deseo.
¡Hasta las próximas Jornadas!