Los que leen el blog saben que esta es mi casa. Que suelo comentar aquello que me gusta, conmueve o emociona.
De modo que si un libro está en mi blog, es porque es parte de mi universo.
Felicidad plena fue leer esta novela de Marcelo Rubio. Desde la belleza del título, convocó una expectativa que no se vio defraudada en mi caso, sino todo lo contrario.
Hay algo que, luego de leer dos de sus novela (ojalá haya escrito y escriba más) comienza a perfilarse como un rasgo que encuentro en su escritura (sin que Rubio tenga nada que ver en ello, es puro invento mío): el gusto por lo inesperado, por lo que descoloca, por aquello familiar que se torna inquietante, a un paso de ser siniestro. Sin embargo, lo siniestro no asoma en su literatura; es insinuado, es aludido, pero permanece como amenaza. Es un margen que solo un gran talento narrativo permite transitar.
Encuentro, a decir verdad, otro rasgo en la literatura de Marcelo: el gusto por los vencidos, sean personas o pueblos enteros. Las historias que inventa los involucran, pero gracias a la literatura en la que nacen y viven, son redimidos, son salvados. Son seres que pudiendo resultar extraviados (lo cito “ Cuando perdemos el rumbo, lo único que nos ata a la tierra es lo cotidiano, esa abulia de la que tratamos de huir hasta que se nos vuelve indispensable”), terminan recuperados por el arte de la palabra, cuando éste conecta íntimamente con la experiencia humana del existir, con los diversos modos del amor.
Le dije un día a Marcelo, El Cristo roto es como Los adioses de Onetti pero al revés! Es decir, en Los adioses un tipo llega a un pueblo que lo reconoce como intruso y da lugar a toda una serie de historias paralelas que van tejiéndose a su alrededor, con buena dosis de imaginación y maledicencia.
En este caso, un tipo llega a un pueblo con una tarea a realizar, y todo lo que lo rodeará (los que lo habitan, los fenómenos naturales, El Paso del tiempo (grrrrrr el maldito auto Corrector! Sin mayúsculas por favor), el deseo, el amor, todo encarna un enigma, muestra lo extraño, lo descolocado. Se preguntarán a estas alturas, cómo se resuelve una trama que se teje con estas características.
Primero: con diálogos inteligentísimos, orgánicos, maravillosos, tiernos, divertidos (y no es nada fácil hacer eso, les cuento), con personajes que toman cuerpo más por sus palabras y sus silencios que por las descripciones, pero por encima de todo, con un enorme talento que logra, con bella poesía, cambiar el rumbo de los hechos y crear un final que emociona, tooooodoo esooooo en apenas una página!!
Lean a Marcelo Rubio. Me lo van a agradecer.
Gracias Marcelo, por Lo que trae la niebla.
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