lunes, 20 de enero de 2020

EL CRISTO ROTO. DE MARCELO RUBIO. LA TRAMA DE LO INCONFESABLE QUE HABITA LOS MILAGROS.

"Lo bueno, si breve, dos veces bueno", dice el aforismo de B. Gracián, que le va como "arandela" al dedo a la novela de Marcelo Rubio. 
En 71 páginas, el autor hace maravillas: nos lleva a un pueblo, al borde de perecer de aislamiento y aburrimiento, ávido de un milagro; nos involucra con presencias descriptas con maestría, en pocas y contundentes palabras, que se nos meten en la piel; genera intriga y misterio sobre un milagro que advendrá, en cuyo corazón anida algo inconfesable; y hace que el protagonista, Carlos, un restaurador de esculturas e imágenes, nos tome de la mano y nos haga transitar con él lo enigmático, lo absurdo, lo inconsistente.
En el tejido de esa trama, brota como un manantial, el decir poético, que complejiza y llena de belleza las descripciones de la acción, los lugares y los personajes, en un balance perfecto que extrae el néctar de un pueblo y varias vidas, que amenazan con secarse, con perecer de una vez y para siempre.  Los objetos y el mundo natural se "humanizan", nacen, respiran, viven, en medio del tiempo moroso que parece cómplice de la extinción que amenaza todo. Y, sin embargo... algo indecible, inconfensable, atrae al protagonista sin que éste pueda explicárselo.
El Cristo roto es un viaje, una aventura que vale la pena experimentar, en tanto sus diálogos inteligentes, llenos de picardía y humor crean un mundo que aunque pequeño, toca la inmensidad, vibra en sintonía con lo auténtico y verdadero.

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