lunes, 30 de noviembre de 2020

Homenaje a Jacques Aubert. De un Joyce al otro. Del libro Lacan, el escrito, la imagen.

Este fin de semana nos enteramos con tristeza (más tristeza aún...) del fallecimiento de Jacques Aubert. Los lacanianos sabemos quién era y el lugar de privilegio que Lacan le otorgó cuando se trataba de hablar sobre James Joyce y su obra. 
Para rendirle un homenaje, me reencuentro con su texto De un Joyce al otro, título que resuena directamente con el Seminario de Lacan De un Otro al otro, y que se alinea a la perfección con los desplazamientos que Aubert lleva a cabo en este maravilloso texto, referidos a la escritura de Joyce, y al nuevo anudamiento que ella produce para su autor, con Finnegans Wake. El texto está incluido en Lacan, el escrito, la imagen. 

Digo que es un homenaje, y sin embargo, siento que es una falta de respeto, porque recortar frases de este texto es restarle interés, seccionarlo, mutilarlo, restarle parte de la belleza que brota en cada párrafo, incontenible, "riverrruning", "riverrante" como tradujera mi querido amigo Marcelo Zabaloy
De modo que hecho mi descargo por anticipado, no puedo más que recomendarles hasta lo imperativo que lean este texto sublime de Jacques Aubert, si no lo hicieron. Eleva la escritura de Joyce a lo que es, a una operación literaria sin precedentes, nunca hasta ahora igualada. Hay en nuestro continente, alguna expresión literaria que puede resonar con lo que hizo 
Joyce; pienso en Gran Sertón: Veredas, de Joao Guimaraes Rosa, de Brasil. Pero en su escritura, la operación no es tan total, tan masiva como en el Finnegans Wake. 
 

Así que me tomo el atrevimiento de elegir algunos párrafos del texto, así como del Seminario 23 de Lacan, El sinthome, porque asumo que cuento con la indulgencia de ustedes. 

Refiriéndose a Dubliners, dirá:
"Para Joyce, al oírlo literalmente, la imagen y el discurso de la ciudad están paralizados, su significante como muerto, sin Otro, sin deseo. O percibido, en un  primer tiempo, como reducido a un Otro sin sujeto. Más precisamente, más trágicamente, 'el se encuentra, el sujeto encuentra que eso de lo cual sufre, no es de un significante faltante, sino que, en un universo significante enteramente saturado, falta la falta misma (...) salvo en la confección, a partir de esta constatación (¿revelación?) de un significante que fuera el suyo, que fuera él, que diera existencia a su ser.(...) Lo que quiere aportar a los hombres, es la verdad de la falta en la estructura".
"Joyce está aún más tomado en este doble encuentro de Dublín, a través de Roma, en que se trata de hecho de un solo encuentro con dos caras, de un real inscripto de un mismo acto en su escritura y en el significante  al cual se identifica, Daedalus. Un significante que, desplegado a la letra, a la vez dice el acto, y lo confronta con la muerte".
"(...) se levanta para él la tapa que había creído sellar sobre lo que él llamará al principio de Ulysses "la pesadilla", escribiendo, recordémoslo, "un capítulo de la historia moral de su país". Pero él lo había articulado en y por una demanda dirigida al Otro dublinés. E, inevitablemente, esta demanda, en tanto tal, lo remite a sí mismo, a su historia, a su deseo, y le hace pasar de la moral y la teoría estética, a la perspectiva de la ética". 

Recuerdo que en su heterónimo, Stephen Daedalus se anudan el nombre del primer mártir de la Iglesia Católica, y Dédalo, que incluye a "dead", a los muertos, Los muertos, último relato de Dubliners, plasma esta cuestión. Por ello, creo yo, Retrato del artista adolescente será al final, la epopeya del héroe que se eleva para ser el forjador de la conciencia increada de su raza, y el que testimonie el valor de la experiencia, pero que, sin embargo, sólo le tomará a Joyce los tres primeros capítulos de Ulises para que aquella epopeya fallida caiga, y la transmutación hacia un nuevo "Blooming" comience a producirse, para que Stephen Dedalus sea muerto y sepultado.

Lo que Joyce abandona, con relación a los acentos, a "todo un deslizamiento de consonancia" no es el ritmo, "sino la perspectiva de su resolución final, a beneficio de un desplazamiento metonímico de los acentos. A menudo se ha subrayado la importancia del acento en los textos de Joyce: acento irlandés contra acento inglés, el de Cork (el padre) contra el de Dublín. Le ocurre, en Dubliners o en Stephen Hero, de caracterizar un personaje de esta manera. Lo interesante, es que este proceso se volverá una instancia mayor de Finnegans Wake. Donde reencontramos, elevado a la potencia de la obra, el Witz, y su goce".

Joyce tomará de Irlanda, de Dublín y de su padre, aquello que la lectura en voz alta del Finnegans Wake (él recomendaba leerlo así) plasma en cada línea: los sonidos y la música; o dicho de otro modo, el goce que se puede extraer de lalangue. 
De un Joyce al otro, da cuenta a mi entender, de la transmutación joyceana mayúscula: el pasaje del efecto de mortificación de los significantes de la historia y la religión grabados en piedra, al goce lúdico y pentagramático del néctar que viaja en las palabras, que las palabras-valija de ese viaje portan. Desafío de las dimensiones del tiempo y del espacio (muchas palabras en el espacio en el que cabe una; muchos sonidos que coexisten resonantes a partir de la lectura de cada palabra, al modo en que se ejecutan las partituras de una sinfonía). 

Para terminar: 
"No veo por qué no pedirle a Jacques Aubert su opinión sobre el asunto, que vale tanto como la mía. En este punto, nos vemos reducidos a la opinión porque Joyce no nos lo dijo, lo escribió, y en esto radica toda la diferencia. Cuando se escribe, se puede tocar lo real pero no lo verdadero". 
Seminario 23 El sinthome. Jaques Lacan. 

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