Con Un día en la vida se cierra la serie de Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia.
Y me gusta mucho escribir mi comentario justo en el día de hoy, en el aniversario de nacimiento de James Joyce, presencia ineludible del libro, a veces evocada (en el título, por ejemplo, que resuena con el día en el que transcurre Ulises, el 16 de junio), otras citada a partir de sus inmortales Leopold y Molly Bloom y Stephen Dedalus; y desde mi lectura, otras inspirando la escritura.
Voy a comentarles lo que creo que hizo Piglia con este libro.
El primer tomo, Años de formación, fue el que me pareció más hermosamente lírico. Casi al modo de una novela de iniciación, Renzi plasma a través de las anotaciones fragmentarias, emotivas, ideológicas a veces, la decisión de convertirse en escritor, pagando todos los precios que fuera necesario pagar. Es conmovedor y de alto vuelo poético.
Los años felices, segunda entrega de los diarios, lo leí como un testimonio. Con un sesgo más histórico quizás, las entradas del diario logran generar en el lector (lo hicieron en mí) la opresión y la incomodidad con la que se empezaba a transitar por las calles, y las dificultades del protagonista con la decisión tomada, su subjetividad, y el desafío diario para ganarse el sustento, sin traicionarse.
Un día en la vida, es para mí sin lugar a dudas, un legado, en el que parecen mezclarse todos los géneros literarios, distintas voces, distintos puntos de vista, y diferentes maneras de narrar, al modo que Joyce lo hace en Ulises. En sus páginas la historia atraviesa la vida de Renzi; a la vez, la subjetividad conforma la lectura de la historia. Los años oscuros y sangrientos del Proceso, los amigos que se exilian, los que desaparecen, las reuniones ocultas sostenidas por la audacia y el rechazo a un discurso que aplastaría el arte, la cultura, la mismísima historia. La culpa de los que se quedan (Renzi es uno de ellos), la tiranía de la memoria, y la literatura como un mundo en el que refugiarse: Vemos surgir las coordenadas de la enorme Respiración Artificial. Vendrán luego los años de profesor en Princeton y la mirada distante de lo que lo rodea. Así como también la carnadura de la decisión de escribir y su secuela en el cuerpo: "(...) estaba seguro de que la exposición prolongada a la luz incandescente de su estilo le había provocado primero leves molestias, pero, como siguió adelante, la persistencia en una exposición de su cuerpo al brillo inigualable de la lengua argentina tenía, le dijo al médico, que producir efectos no deseados". "(...) De modo, le dijo esa tarde Renzi a su médico de cabecera, que la dolencia que me aqueja está directamente relacionada con los años que he pasado bajo la luz cenital y mortífera de la gramática nacional".
La última parte, de formas breves, digresivas, incluso dispersas, asume la potencia del que mira hacia atrás para ver su propia vida. La madre, las mujeres amadas, la biblioteca, los libros leídos, los amigos, los efectos del alcohol, el cuerpo, la enfermedad, todo pasa a la escritura, que se entrelaza con citas, frases, artistas, películas, escritores inolvidables.
"Siempre quise ser sólo el hombre que escribe.
Me he refugiado en la mente, en el lenguaje y en el porvenir" dirá Renzi sobre el final.
Con una mezcla única de todo lo dicho y con estilo propio, incandescente, Ricardo Piglia ha construido su legado para el porvenir, que ya llegó.
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