Leí esta pequeña gran novela. Cuando cuidé a un ser querido cuya mente llevaba años diluyéndose, no imaginé que alguien pudiera escribir sobre eso con tal precisión poética, con el pudor necesario, con el amor, imprescindible en esos casos, con que lo hizo Molloy.
Una muestra, del capítulo Como un ciego de manos precursoras.
"(...) Me costaba aceptar que había empezado a poner en práctica, instintivamente, la memoria de las manos. Como la Greta Garbo de Reina Cristina, estaba recordando objetos, no para almacenarlos en su mente sino para orientarse en el presente".
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