lunes, 13 de noviembre de 2017

A dream of Joy-ce. Un sueño de alegría


El viernes pasado hablé sobre Joyce y su obra, en particular sobre El retrato del artista adolescente y Ulises, a mis colegas del taller Invencible de Fabián Casas. Hablar de su obra es hablar de su vida. Están entretejidas de manera insoslayable como en pocos casos.
Leer Ulises no deja impávido a nadie. Sus personajes son tan humanos que es imposible que lo que les ocurre no afecte al lector. Bloom, Molly, Stephen, incluso Dublin, otro personaje siempre presente, se inoculan en el alma del lector y le atraviesan el cuerpo, tanto como lo hace el lenguaje.
Joyce fue prohibido, sus libros quemados; fue tratado de hereje y traidor. Pero lejos de acobardarlo, ese marco de rechazo lo fortaleció; lo llevó del Doomsday al Bloomsday; del Bloomsday al Finnegans Wake, canto ecuménico, llamado lúdico a todos los hombres, en varias lenguas, muchas de las cuales Joyce conocía y dominaba, gracias a su oído privilegiado, a la educación jesuítica recibida desde niño y a su deseo (aprendió noruego para leer a Ibsen en su lengua), escrito con las leyes que Freud delimitó para el trabajo del inconciente (condensación, desplazamiento). Sus palabras-valija son juegos, no delirio.
Fue una mañana luminosa para mí y ojalá haya entusiasmado a más lectores a volverse joyceanos, tal como me pasó a mí.

6 comentarios:

  1. Con vos siempre aprendo, amiga. Besos. San

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  2. ¿"Read Joyce and rejoice", sería más o menos, la recomendación?

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  3. Gracias Leo, Fabián comentó algunos momentos gloriosos de la charla en el taller. Julio.

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    1. Hola Julio! Me alegro mucho. Gracias por pasarte y comentar.

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