domingo, 2 de mayo de 2010

Presentación de Buenos Aires anónima (por orden de lectura)

Presentación de Federico Curti.


PRESENTACIÓN DE BUENOS AIRES ANONIMA

1- La dificultad para escribir

Antes que nada, debo decir que cuando Leonor me preguntó si me animaba a hacer un comentario en la presentación de su libro, lo primero que sentí fue un honor y un orgullo muy profundos. Inconciente, le contesté que sí antes de que yo, o principalmente ella, cambiáramos de opinión. Y es que, a pesar de dedicarme al oficio de la escritura, aunque más no sea tangencialmente, me doy cuenta de lo difícil que es escribir. Hacerlo implica exponerse, mostrarse, animarse a compartir un razonamiento, una sensación o un mecanismo de pensamiento que, de otra forma, quedaría inmerso en lo profundo de nuestro ser. Es además, estar dispuesto a ser evaluado, calificado y comparado, muchas veces en una posición desventajosa, porque es mucha más la gente que lee, que la que escribe. Es por todo esto que, quería empezar esta charla diciéndote a vos, Leo, mi hermana, que lo primero que me produjo tener Buenos Aires Anónima en mis manos fue, simplemente, admiración.

2- Road Movies, Road Book.

Entonces, me sumergí en sus páginas. Y a medida que iban pasando los relatos, me iba dando cuenta que tus palabras en el prólogo, en las que hablás de un largo y sinuoso viaje, eran más que precisas. Y creo que así como hay un género de cine llamado Road Movies, en las que sus protagonistas participan de un viaje, con Buenos Aires Anónima estamos en presencia de un verdadero Road Book.
En las Road Movies, los protagonistas casi siempre son dos. En tu libro, también: vos y el lector. Como en las Road Movies, sus protagonistas terminan su recorrido siendo distintas personas de las que originalmente fueron. Y así como en las películas, las dificultades son los disparadores de la trama, aquí también. Porque Buenos Aires Anónima es una detallada crónica de un viaje. Pero nada tienen que ver tu ida a Chile, ni tu vuelta a Argentina, ni las numerosas menciones y referencias a excursiones, vacaciones, mudanzas y viajes de trabajo que aparecen en sus páginas. No, es tu propio viaje interior, el que conciente o inconcientemente decidiste compartir con todo aquel que lo abre.

3- La incomodidad

Sin embargo, este viaje no se transita con liviandad. Porque la primera sensación que uno tiene, apenas comienza a leer Buenos Aires Anónima, es de incomodidad, tenue al principio, pero sostenida y hasta creciente en intensidad, a lo largo de todos sus relatos. Es imposible transitar por Buenos Aires Anónima sin sentirla. No importan las situaciones, los protagonistas o los planteos. La incomodidad es permanente. Puede ser sutil y fluir subterránea por debajo de una situación de lo más cotidiana, como en “Un café y seguimos”; o puede ser declarada y feroz, como en “La hora de la verdad”. La incomodidad está ahí. Y esta coherencia y esta presencia me parecen un hallazgo importante, porque es precisamente lo que nos urge a que sigamos leyendo un relato tras otro, sin poder detenernos siquiera a descansar.

4- La transformación

Y luego sí. Con las instantáneas llegamos a otra instancia, totalmente diferente, en la que los recuerdos y la nostalgia nos acercan un poco de sosiego luego de tanto sacudón. Y la verdad, se agradece que así sea. Con ellas, el vértigo se va y llega un paseo mucho más personal por todo aquello que, me parece, te nombra y te define. Bueno, eso lo sé yo, que te vi y me vi retratado en más de una línea.
Lo que sí queda claro es que con las instantáneas estamos arribando al final del viaje. Un viaje de transformación mutua. Que a mí, particularmente, me dejó pensando en más de una ocasión. Y que a vos te llevó con rapidez pero con seguridad, del psicoanálisis a la literatura. Que te hizo enfrentar tormentas y combatir a los más variados y diversos contratiempos para dejarte finalmente en otro estadío, que supongo desconocías al iniciar este camino. Y que hoy confirmo, te está dando una gran bienvenida.

5- La salida del laberinto

Por último, quiero destacar que no es nada casual que sea un laberinto el que ilustre la portada de Buenos Aires Anónima. Referencia borgeana por excelencia, es también una fuerte metáfora de la ciudad en la que vivimos y que sirve de escenario para la gran mayoría de los relatos. Sin embargo, yo encuentro que el laberinto, que no deja de ser un camino ensortijado, y como tal, es también un viaje, representa aquí ese conjunto de incomodidades, contradicciones, paradojas y angustias que vamos incorporando y procesando a medida que avanzamos por las páginas del libro. Y que finalmente, descubrimos que son justamente su escritura y su edición, los instrumentos que han permitido que, de alguna manera hayas salido de él. Y para finalizar, me gustaría añadir, que tampoco es casualidad la evocación que hacés de esos dos grandes héroes clásicos en “Tentación”. Porque es verdad que Dédalo e Ícaro construyeron su propio laberinto. Pero también fueron capaces de encontrarle una salida. Y es que a veces, la única vía de escape posible de un laberinto es hacia arriba, elevándose del suelo. Y creo que, aunque difícil, escribir es una manera de elevarse.

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Presentación de Estela Cammarota

CUANDO PRESENTAR UN LIBRO ES UNA FIESTA

Ser lectora de libros es lo que me habilita para estar sentada en esta mesa.
Y también −y fundamentalmente− el cariño que siento por Leonor, a la que recientemente conozco, pero a la que admiro por la integridad de su persona y por su trayectoria.
De modo que es un honor para mí el que me haya elegido para participar de esta presentación, como un augurio de las cosas hermosas que seguirán pasando.
Y si bien me toca hablar de la obra, es probable que no pueda despojar mi análisis de sentimientos, pues todo este acto es una circunstancia que me conmueve profundamente.
Voy a focalizar en la palabra. Esa materia prima esencial que Leonor maneja tan especialmente.
Siempre pensé que ser escritor (escritora en este caso) es como ser escultor.
Los escritores tienen el don de tomar la masa gaseosa, sutil, virtual de las palabras, y convertirlas en realidades.
Una realidad que, sin embargo, pertenece a la imaginación, que se constituye en un mundo de fantasía pero que resulta tan cierta, que nos arranca lágrimas y risas, nos hace latir más fuerte el corazón o incluso detenerlo.
Y LEONOR TIENE EL DON.
Pero ella no se conforma solamente con la simple construcción. Ella lo hace de un modo particular. Cuando pulsa el lenguaje, lo hace vibrar tal como haría con las cuerdas de una guitarra, como tensaría el arco de un violín, o golpearía las teclas de un piano: sus frases tienen sonoridad. Les pone ritmos, cadencias… Lo que escribe grita, aúlla, murmura, susurra, estalla… cruje… A veces es capaz de lograr silencio en el espacio ocupado por un montón de palabras…
Intuyo, además, que debe ser muy buena cocinera, pues hay alquimia en la composición. Resulta propia de una persona habituada a disponer de los condimentos, mezclando olores, sabores, texturas… Sus letras tienen aromas de comidas. Ella sabe exactamente cómo lograr la temperatura de la frase, así como seguramente sabe seleccionar el vino para acompañar ese plato…
Sin duda, LEONOR TIENE EL DON.
Sus frases suelen ser breves pero contundentes. Elige tan sutilmente los adjetivos que, en un brevísimo espacio, puede encontrarse la profundidad de un océano.
Fragmenta la cotidianeidad en pequeños trocitos y convierte cada hecho en un asombro particular.
Ella dice, en HORAS SIN TIEMPO, un texto que dedica a Goliath, su gato, a quien le conversa y relata las formas del amor, en un amanecer con dolor de cabeza:

[...] A pesar del taladro pulsátil que tortura mi cabeza esta mañana, lo imagino debajo del agua. Nunca se lo dije pero cuando viene a besarme en bata, recién afeitado y con el calor de la ducha en la piel, es la encarnación de la vida. Ahora se viste. Aunque aún no abro los ojos porque así duele menos, casi adivino con los oídos qué pantalón elige por el rozar de éste con su cuerpo. Cuando se abotona la camisa sólo hay silencio. Sale de la habitación; se escuchan claramente sus pasos. Seguís inmóvil a mis pies. Recién cuando ambos bajen, verás…

Y más adelante:

[…] Te miro y tu mirada me devuelve eternidad de Nilo anochecido, dibujándole orillas firmes al oleaje sin fin. Comienzo a hacer pie de a poco, entre bocanadas de ahogo. Estiro mi mano y te acaricio.
A medida que se angosta el cauce, el taladro pulsátil cede y se pierde en las profundidades recónditas. En ese instante no es más que un reflejo tenue… Luego será por un rato, el recuerdo del reflejo, y finalmente desaparecerá condenado, indigno.
Una vez más, con el ocaso del día, fueron destejidos los hilos de esta vida; vueltos madeja para poder retejerlos.
Te veo dormir acurrucado a mi lado. Me pregunto cuántas veces en la vida tendrá uno la oportunidad de barajar y dar de nuevo.
Abrís un ojo y me maullás.
Sí, claro –sonrío.− Ojalá sean siete.


Me la imagino seleccionando cada palabra con meticulosa prolijidad, igual que cuando habla, en que sus ojos se agitan como si leyera mentalmente las mil posibilidades de decir lo mismo, buscando la más precisa, la que lo exprese mejor.
Pero también me la imagino veloz, certera, exacta, apuntando al centro de la idea.
Yo hice dos lecturas al mismo tiempo: una fue siguiendo el relato, atraída hacia delante por la curiosidad, tratando de saber cómo finalizaba el relato. La otra, retrocediendo en cada frase, con la necesidad de repasar y degustar las puntuales palabras que había utilizado para crear la imagen que me mostraba, tal como si fuera desenvolviendo los caramelos que me terminara de regalar.
Y también, fui evaluando con el rabillo del ojo la sombra del texto impreso, inquietándome al imaginar cómo se las ingeniaría para cerrar el cuento en los restantes apenas cinco o diez renglones.
LEONOR TIENE EL DON de empujar al lector al vértice del punto final, convirtiendo los últimos párrafos en una cornisa que provoca vértigo, y la incertidumbre de no saber a qué distancia se encuentra el suelo firme.
LEONOR TIENE EL DON del misterio, del suspenso, aún de la esperanza…
Y, lo más importante, siento que a lo largo del libro ese DON toma cuerpo y LEONOR, finalmente, SE PARE A SÍ MISMA.
Casi puedo oír cuando respira con todos sus pulmones, se apropia de su vida, se planta casi con prepotencia y afirma: AQUÍ ESTOY. LAS PALABRAS SON MÍAS. HAGO CON ELLAS LO QUE SÉ Y QUIERO.
Ahí, exactamente ahí, es cuando siento que se funda como ESCRITORA y renace.
Por eso, para cerrar, tomo una de sus figuras amadas, la Abuela Elvira −que hoy no podía estar ausente− en la evocación que hace en NEGRITA:

[…] Te fuiste hace tiempo, en paz con la vida y audaz.
Te imaginé como una flor de rocío a merced de la brisa, volando hacia algo mejor.

Inviernos de siesta con tu calor,
Mate de leche y té de cedrón,
Y la piel tersa y negrita
Por veranos de patios al sol.

En mi ser hecho de presencias, todavía los sueños me traen tu voz…
Que llega y me nombra.
Que me dice quién soy.


LEONOR querida, ya todos sabemos quién sos.
Pecado sería que no lo fueras, porque tenés el DON.
SOS LA ESCRITORA. Y esto recién comienza.
Gracias.

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