DEL19 DE OCTUBRE DE 2019.
LES PRESENTO A SHARON OLDS. I INTRODUCE SHARON OLDS TO YOU .
Como dice Victoria Schcolnik en la introducción de La materia de este mundo, "narra como quien mete la cabeza en el pozo, aguantando la respiración, y luego lanza a borbotones lo que hubiera quedado siempre en la oscuridad".
Espero que la disfruten.
Sharon Olds is an american writer. Her poems are wild, true, real, epiphanic: she lights unperceptible moments, substracted corners of life, almost silent perceptions of feminine.
As Victoria Schcolnik says in the introduction to The matter of this world, "she writes as someone that puts hes head in a hole, holding her breath, and then gushes out what would have remain in the darkness forever".
Hope you enjoy.
ODA A LAS TETAS
Como otras idénticas gemelas, pueden ser
mejor diferenciadas en la madurez.
Una es rápida en fruncir el ceño,
su cerebro, su ágil inteligencia. La otra
sueña dentro de una constelación,
pequitas de Orión. Nacieron cuando tenía trece,
se levantaron, medio fuera de mi pecho,
ahora tienen cuarenta, sabias, generosas.
Estoy dentro de ellas — de alguna manera, debajo de ellas,
o las llevo — viví tantos años sin ellas.
No puedo decir que soy ellas aunque sus sentimientos son casi
mis sentimientos, como con alguien a quien se ama. Parecen,
para mi, como un regalo que tengo que ofrecer.
Se dice que los chicos veneran su categoría del
ser, que casi mueren por ellas,
no se me escapa, también algunos jóvenes
las amaron, de la única forma en que uno mismo quisiera ser amado.
Todo el año han estado llamando a mi esposo que se fue,
cantándole, como un par de sirenas
empapadas sobre una roca áspera.
No pueden creer que las hayan dejado, no está en su
vocabulario, están hechas
de esperanza — son literalmente votos cumplidos.
A veces, ahora, las sostengo por un momento,
una en cada mano, viudas gemelas,
pesarosas de dolor. Fueron un regalo para mi,
y entonces eran nuestras, como lactantes sedientas
de entusiasmo y abundancia. Y ahora, es la
misma estación de nuevo, la misma semana
en que él se mudó. No les susurró,
¿me esperaréis un año? No.
Él dijo, con Dios, con
Dios, adiós para el resto
de esta vida y la larga nada. Y ellas no entienden
ese lenguaje, están esperándole,
por Dios, son estúpidas, ni siquiera
saben que son mortales — tierno, supongo,
alentador con lo que vivir — seres sin
conciencia de la muerte, criaturas de ignorante sufrimiento.
las hojas de la hiedra, en busca de esos cuerpos
traslúcidos, brillosos, de gelatina verde,
que subían reptando lentamente
a mi merced, por la pared de piedra.
Al estar hechas casi todas de agua,
morían al instante si les echaban sal,
pero eso no era lo que a mí me interesaba. Lo que a mí me gustaba
era correr las hojas de la hiedra, quedarme respirando
el olor de la pared, y esperar en silencio hasta que el bicho
se olvidara de mí, y sacara las antenas;
ver cómo esos cuernitos relucientes se alargaban
como si fueran telescopios, hasta que finalmente
los extremos sensitivos salían a la luz,
íntimos e infalibles.
cuando vi por primera vez a un hombre desnudo,
me sorprendió observar cómo se repetía
el callado misterio, ver a esa criatura
parsimoniosa y elegante salir de su escondite
y brillar en el aire polvoriento,
deseosa y tan confiada
que una podría llorar.
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