sábado, 9 de mayo de 2020

LAZZARO FELIZ. DE ALICE ROHRWACHER. LA PARÁBOLA DEL LOBO Y EL SANTO. EL OLOR DE UN HOMBRE BUENO.

Estaba un poco cansada de tanta serie y de todos los mundos posibles y probables que se plasman en ellas. Así que decidí ver por segunda vez esta obra de arte, para comentárselas, y convencerlos de que la vean, si todavía no lo hicieron. Se hizo acreedora al premio al mejor guión en el Festival de Cannes. 
Inviolata es un pueblo caído: del mapa, del progreso, de la ley. Allí se vive, a expensas de una Marquesa dueña de las tierras, casi como en la Edad Media. Los rostros, los cuerpos condensan siglos de opresión; la tierra árida y rocosa se imprime en ellos dejando huellas profundas. La Marquesa a su vez, encarna un poder absurdo y decadente que solo la ignorancia de la gente le permite detentar. Lazzaro, un ser que sobrevuela la miseria sin sentirse parte de ella, sin sufrir, sin gozar, está en boca de todos como una invocación, como una súplica quizás. Lazzaro es la piedad que se derrama sobre ellos como un manto que cubre de bondad la miseria y una vida cuyo fin parece estar reducido a la producción de más tabaco y de más miseria. 
En las tierras del infortunio la Marquesa le dirá a su hijo Tancredi, que está harto de ella y de la vida de figuración que llevan: "Los seres humanos con como animales. Si los liberas se dan cuenta de su esclavitud. (...) Ahora sufren pero no lo saben". Es impensable para ella que el último eslabón de la cadena de explotados, Lazzaro, no se aproveche a su vez de otro.
Habrá un encuentro entre Tancredi y Lazzaro, que comenzará a tejer una ilusión, un otro espacio y otro tiempo, que cambiará la vida de ambos: el lobo se acercará al santo para devorarlo, pero algo lo detiene: huele algo que jamás había olido, el olor de un hombre bueno. 
Lazzaro caminará atravesando décadas de vida, de progreso, de ciclos naturales: su cuerpo y su rostro se mantendrán inmutables. Participará del engaño con la misma inocencia y bondad con la que cargaba hojas de tabaco o juntaba la basura en el campo. No tiene registro subjetivo de la existencia de la mentira y el abuso. Su conexión vital será a los animales y a la música, con la única excepción de Tancredi. 
Los hilos de la historia que se desarrolla a partir de aquí, se dirigen sin vía de escape, hacia un final trágico.
Esta maravillosa película hace gala nuevamente de ese arte que es habitual encontrar en los films italianos; arte en el que son maestros sensibles e indiscutidos: es el arte de amalgamar la sordidez con la belleza excelsa. Esta inusual fusión se expresa también en las imágenes y en el sonido del film.
También juega su rol esa característica que les es tan propia: la de ejercer el contrabando de la crueldad en un humor hostil que recae sobre los más vulnerables y débiles: los niños.
Sin embargo, esta producción carece de la cualidad corrosiva del neorrealismo: las imágenes son pinturas de miseria humana y de la otra, pero un lirismo poético sostenido en la forma de la parábola o de la fábula, nos rescata y nos eleva a un plano distinto que el de las posesiones, el dinero, la figuración, la explotación; incluso más allá de las pasiones: el cuerpo de Lazzaro se mueve en bloque, no reacciona a los estímulos exteriores (con excepción de lo que sobrevendrá a partir del encuentro con Tancredi). La personificación de Adriano Tardiolo como Lazzaro es sublime, y se destaca por encima de un muy buen elenco.
Lazzaro Feliz es un film que más allá de su final trágico nos conduce hacia la puerta a la bondad, y nos dice que esa puerta está siempre, de alguna manera u otra, abierta. Está en cada uno decidir si atraviesa ese portal o no. 
UNA OBRA DE ARTE ABSOLUTA. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario