lunes, 4 de junio de 2018

Lata peinada de Ricardo Zelarayán. Para no perdérselo.

Hoy les acerco una voz peculiar, cantora, que dice la tierra en distintas lenguas, habladas por seres remotos. Voces que pintan con sus dichos un paisaje que a su vez, es el que los ha parido, producto de la cópula del aire árido con el deseo.

"Justo esa mañana que empezó pisando fuerte todo se le vino abajo".

"¿Y aquel loco que se le apareció una vez con la cara pintarrajeada? La maestrita, que ya es viuda, se acuerda de golpe de él. Nunca se lo contó a nadie, ni menos al hombre con quien se casó después, enterrado hará dos años en la Puna reseca. Los tres hijos que tuvieron ya andan sueltos por la vida. La viuda avanza como ánima confundida en la polvareda, entre las gordas que prenden sumisamente el fuego, alivio que no le alcanza."

"Había llegado a Buenos Aires antes que él y enseguida pudo trepar alto. Hasta que mostró la hilacha y se vino abajo. No aflojó. Ahora trepaba de vuelta con gran esfuerzo. Y como achacaba a las "filtraciones" su violenta primera caída, en cuanto prestaba un mango se convertía en usurero". 

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