miércoles, 6 de junio de 2018

Eichmann en Jerusalén. Hannah Arendt. La banalidad del mal.

Me interesa mucho, cada vez más, el pensamiento de Arendt. En mi opinión, es profundamente político en el sentido amplio del término. Por otro lado, cada vez que escucho cuestiones relativas a lo femenino, a la mujer, y planteos algo maniqueos, referidos a si "lo femenino" es un goce que le es propio, es un cuerpo ajeno del que habría que apropiarse o adueñarse, pienso en Arendt y lo novedoso (al menos novedoso para mí) de su decir. Sin dudas, contemplo la casi certeza de haber leído poco sobre el tema. Seguramente, pero aún así...
El libro del que les hablo hoy narra las audiencias del juicio que se llevara adelante contra Eichmann en Jerusalén. Eichmann es secuestrado  en 1960 por el servicio secreto israelí en San Fernando, provincia de Buenos Aires, Argentina; y es llevado clandestinamente a Israel (Operación Garibaldi) donde en 1961 fue juzgado y condenado a muerte.
Arendt asiste como enviada del periódico donde trabajaba, The New Yorker.
Afirma que el estado nazi era un estado criminal, destacando la enorme paradoja que significa que la mayoría cumplía con las órdenes que se les daban, sin cuestionarlas, debido a que lo aberrante descansaba sobre leyes que, por ende, debían ser cumplidas. En una modalidad de ejercicio del poder burocrático, lo abyecto es convertido en algo rutinario y desapasionado: en algo banal. Por tanto, la irreflexión sobre los actos no es solidaria de la estupidez, sino de la banalidad.
Son muchas las ideas interesantes y subversivas que Arendt introduce en su texto, como diferenciar: las guerras de los genocidios, los actos inhumanos de los delitos contra la humanidad; así como la relación ineludible entre la conciencia y la libertad. Si la libertad de elegir convierte al hombre en semajante a Dios, dicha libertad advendrá para el hombre libre no sin el precio de aprender de sus fracasos (ya que el conocimiento no está a la altura de su libertad), y de la pérdida absoluta de toda inocencia paradisíaca.
Define el mal como un nombre de lo amenazador, que surge ante la falta de sentido, el caos, la contingencia.
En una perspectiva dialéctica, Arendt plantea que si la primera creación implica domar el caos, debería advenir la segunda, que supere el nudo entre caos y mal, en una nueva alianza entre los hombres (la personificación del mal como poder autónomo, más allá del hombre y Dios, surge en el siglo XIII, con la imagen del diablo: ¿Dante?)
Lejos de una conclusión que demonizara a los artífices del genocidio del pueblo judío (lo que le valdrá críticas y rechazos de propios y ajenos), introducirá el concepto de banalidad del mal: estos agentes de la muerte no actuaban por ideología, ni por motivos racistas personales (para llevar adelante un genocidio sería suficiente con una adhesión al rechazo de cualquier grupo humano en tanto diferente), sólo hacían su trabajo, cumpliendo las leyes de una estado definido como criminal, actos que cualquier ser humano podría eventualmente llevar adelante con el estímulo necesario y apropiado. El estado criminal entraría en franca comunión con el núcleo criminal que habita al hombre, estimulándolo.
La operación sobre la que quisiera llamar la atención es que Arendt no se identifica a los rasgos que supuestamente la definen (mujer, judía) para pensar. Va más allá de ellos, los pone entre paréntesis. Es la misma operación la que le permite inventar un uso nuevo para la palabra "banal".
En su "Proposición del 9 de octubre..." Lacan, en 1967, se ocupa del surgimiento de los campos de concentración, anticipando algo así como que funcionarán como piedra fundamental, como el comienzo del surgimiento de lo peor, y afirma (frase que siempre me sorprendió tanto como me subyugó, por su claridad y su capacidad de leer el horizonte de su tiempo y anticipar tiempos futuros) que los movimientos de integración económica crecientes se verán acompañados (no recuerdo la frase de memoria, y no tengo el libro ahora) de procesos cada vez más fuertes de segregación. Creo que esto que dice Lacan hace más de 50 años, se verifica a diario en nuestro mundo globalizado, con la salvedad de que los crímenes contra la humanidad quizás ya no provienen de estados criminales (como en el caso del estado nazi), sino de redes de cuestiones políticas y económicas no visibles, para nada evidentes que no guardan congruencia con los estados "formales".
En sus elaboraciones y pensamiento emancipados, (reconozco que me gusta mucho más la idea de la emancipación que la de empoderamiento) Arendt va más allá de los sentidos coagulados, de las "palabras aladas" o frases hechas, de los lugares comunes de las identificaciones listas para llevar, para transitar líneas de pensamiento creador, para renovar la lengua.

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