viernes, 20 de marzo de 2020

¿ES QUE EL HOMBRE CAMBIÓ? POPOL VUH. EL LIBRO DEL GÉNESIS DEL PUEBLO MAYA QUICHÉ.

El Popol Vuh es un tesoro legado a la humanidad por el pueblo maya quiché. Es el libro del génesis, del mito de la creación de los pobladores de lo que hoy conocemos como la península de Yucatán, Guatemala, Belice y Honduras.
Poco después de concretada la conquista española (Hernán Cortés llega a México en 1519), en 1544 el fraile Francisco Ximénez, de la parroquia de Santo Tomás de Chichicastenango, convence a los indígenas que concurrían a la misma, de que le confíen el libro sagrado para traducirlo al español. 
Comparto con ustedes fragmentos cargados de poesía y belleza lírica, que mitifican la creación del mundo vegetal, animal y la de los hombres.
Léanlo, y saquen sus propias conclusiones.

"(...) Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. (...) Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. (...) sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. (...) De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios. Así contaban. 
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. 
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. (...) 
Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca alimento y el sustento. 
-¡Hágase así! ¡Qué se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. (...)
No ha sido posible que ellos [los cuadrúpedos y las aves] digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien, dijeron entre sí los Progenitores. 
Entonces se les dijo: -Seréis cambiados porque no se ha conseguido que habléis. (...) no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis. (...) haremos otros [seres] que sean obedientes. (...) hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores. 
-¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la aurora: ¡hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser recordados sobre la tierra? (...)
De tierra, de lodo hicieron la carne [del hombre]. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no  movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. (...)
Y al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. 
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. 
Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni sustancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos, y amarillas sus carnes. 
Por esta razón ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos. (...)". (Capítulo I y II).

"En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte. 
Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo. 
De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la mujer. Estos materiales quisieron el Creador y el Formador que entraran en su composición. 
Pero no pensaban, no hablaban con su Creador y su Formador, que los habían hecho, que los habían creado. Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados. Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach llegó y les vació los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza; y vino Cotzbalam y les devoró las carnes. El Tucumbalam llegó también y les quebró y magulló los huesos y los nervios, les molió y desmoronó los huesos. 
Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre, ni en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán. Y por este motivo se oscureció la faz de la tierra y comenzó la lluvia negra, una lluvia de día, una lluvia de noche". (Capítulo III)

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