viernes, 3 de enero de 2020

BACURAU. LA VIGENCIA HIRIENTE DE LA VIOLENCIA Y LA CORRUPCIÓN: EL DESAFÍO DE LA SUPERVIVENCIA Y LA DIGNIDAD.

El día de su estreno vi esta película brasileña, BACURAU, que llega a nuestros cines con el antecedente de haber sido ganadora del Premio del Jurado del Festival de Cannes. 
Me atrajo el director (el mismo que dirigiera Aquarius, magnífica película que también protagonizara una asombrosa Sonia Braga, que mejora su calidad interpretativa con los años): Kleber Mendonca Filho, acompañado en este caso, por Juliano Dornelles. 
La película es larga (y sí, otra vez hablo de la duración de los films; algo más de dos horas), pero vale la pena verla.
El comienzo plasma ciertas pinceladas de tradiciones y pintoresquismo de un pueblo, Bacurau (que no figura en los mapas), y de su gente: un pueblo dejado de la mano de Dios, o al menos eso parecería en primera instancia, y pobladores con vidas escuetas, escasas, y sin embargo de una curiosa y absurda plenitud. Es algo lenta en esta parte, pero está bien tenerle paciencia: en ese pueblo pobre, en medio de la nada pernambuquiana, algo valioso se manifiesta y el conflicto se desencadena. Luego será la violencia, al comienzo incomprensible e incomprendida por los habitantes la que comenzará a inundar sus arenosas y áridas callejuelas. Habrá un rebelde amotinado, en franca resistencia, un alcalde dudoso y sospechado, y seres hambrientos de muerte, escondidos entre los arbustos, agazapados. Una muerte en particular (no cuento cuál a propósito) termina con la incomprensión benevolente de la gente, para desatar la represalia. Entonces sus escuetos y limitados pobladores darán muestra de la materia de la que están hechos; reaccionarán ante el avasallamiento, la corrupción y la violencia asesina. El final sorprende y conmueve. Al fin y al cabo, no es asesino el que quiere sino el que puede serlo: en las calles deshabitadas del pueblo corren, como un río caudaloso, tanto el amor como la misericordia.
A pesar de ser una ficción, Bacurau es un film que debería proyectarse en las escuelas primarias y secundarias de toda Latinoamérica, para enseñar. Porque si bien la mayoría de nosotros nos asumimos no paranoicos, hay intereses de geopolítica económica que se impone reconocer con los ojos bien abiertos y la mente despierta. Intereses que hunden sus raíces en nuestros vapuleados países, países cuyos pueblos suelen ser un escollo a la hora de que los políticos aliados a los poderes económicos, tomen decisiones drásticas, ya sea para la gente como para el medio ambiente. Imposible no evocar el conflicto que por estos días se vive en Mendoza, por la sanción de la ley de explotación minera.
La película es de una belleza envolvente, humilde y tranquila, que va transformándose en algo descarnado; la violencia recrudece a la par que lo hace la intriga, el espectador queda "pegado" a la incomprensión de los lugareños, no se entiende qué está pasando hasta casi el final, y sin embargo, la película encandila, hechiza, atrapa. Con actuaciones maravillosas, Sonia Braga es una más del reparto, pero ilumina la pantalla con su arte y su rara belleza-ahora-entrada-en-años.
No pude evitar evocar Fuenteovejuna, del gran Lope de Vega, si bien la temática y el desencadenante del conflicto no es el mismo. Cuando a un pueblo se lo deja sin alternativa, cuando hasta lo más vital le es arrebatado, es estúpido esperar que no haya ninguna reacción, que no se instrumente ningún tipo de defensa de la vida, de sus tradiciones, de sus recursos naturales, de su dignidad. 
Bacurau es una película tan enojosamente alegórica, tan irritantemente provocativa, tan dolorosamente de ellos, como podría ser nuestra o de cualquier otro pueblo del sur de nuestro continente, que no puede menos que atravesarnos, conmovernos y por encima de todo, hacernos pensar, ojalá que mucho y con toda la claridad de la que seamos capaces.  

2 comentarios:

  1. Muy buen texto! Ganas de verla, Aquarius me había encantado!

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  2. Hola Sergio! Me alegra que te gustara. La peli me encantó. Después me contás.

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