A SU MEMORIA.
PARA ÉL TODA MI GRATITUD!
-Mirá cómo hablás! Ya trajiste la institución analítica!
(...)
-Cómo te vas a analizar así?!- insistía él.
(...)
Volvía a estar en lo cierto. Con el correr de las sesiones aprendí que la retórica del paciente, su modo de hablar, es su defensa. (...)
Un día le llevé un cuento. No me gustaba. La estructura, el argumento, lo que quería contar, el lenguaje, todo estaba bien. Pero yo lo menospreciaba.
-Quiero dejar de escribir cuentos de hadas. Necesito salir de mi zona de confort. Quiero meter el cuerpo, escribir con las visceras, con olores, con fluidos.
-Vos querés cambiar tu manera de escribir sin que cambien otras cosas- dijo.
(...)
Mi confianza en él era absoluta. Podía decirle lo que fuera. También empecé a poder escuchar mejor lo que él dijera. Algunas de sus frases quedaban suspendidas rozándome el cuerpo, resonando como mensajes en código que no descifraba todavía; otras me atravesaban como certezas hirientes, que no perseguían como fin mas que cortar un absceso invisible que infectaba cada segundo que vivía. Cortar."
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