El 3 de marzo de 2023 falleció este magnífico escritor japonés, honrado con el Premio Nobel de Literatura, algunas décadas atrás.
Influenciado por sus estudios en París, y su interés por la literatura y la poesía francesa, su escritura quizá carece de la estetización ritualista de cierto horror y cierto erotismo exacerbado que encontramos por ejemplo en su compatriota, Premio Nobel también, Yasunari Kawabata.
Atravesada su vida por el nacimiento de un hijo con hidrocefalia y autismo, su escritura es cruda, directa, producto también de los estragos de la Segunda Guerra Mundial.
La presa es una novela tan breve como vertiginosa. El texto ciñe con maestría los sentimientos de niños y adultos ante la presencia irruptiva en la aldea de la isla en la que viven, de un ser radicalmente diferente, heterogéneo. Les recomiendo sin dudas la lectura de esta novela, de la que comparto un párrafo.
"En el momento en que la desesperada bestia tenía el cuello roto-¿suprema malicia de un ser en el trance de morir?-, despedía un hedor atroz; y cuando, abierta por la hoja sin brillo con un leve rumor de desgarramiento, caía la piel, ya sólo quedaba, yacente, un innoble cuerpecillo desollado, un amasijo de carnes, prisionero de una envoltura con reflejos gris perla. Prestando mucha atención a que las tripas no cayeran, mi hermano y yo íbamos a arrojarlo todo al vertedero comunal, y cuando regresábamos, limpiándonos los dedos manchados en las anchas hojas de los árboles, la piel de la comadreja ya estaba clavada, mostrando su cara interior, en una tabla, y las membranas grasientas y los finos vasos sanguíneos relucían al sol. El soldado negro, con los labios apretados, soltaba una especie de gorjeo de pájaro observando a mi padre que, para facilitar el secado, extraía la grasa de todos los pliegues frotando la piel con sus gruesos dedos. Y una vez que la piel, clavada en el tabique, se secaba y endurecía hasta adquirir la consistencia del cuero, y el soldado negro, fascinado por la red de marcas rojizas, que sugería un mapa de ferrocarriles, ponía cara de admiración, mi hermano y yo nos derretíamos de orgullo por tener un padre dotado de semejante maestría. A veces mi padre, entre dos pulverizaciones de agua sobre la piel, dirigía una mirada amistosa al soldado negro. En aquellos momentos, los cuatro formábamos una única familia, cristalizada alrededor de la maestría de mi padre para curtir las pieles".
En las próximas semanas, seguramente dedicaré una lectura en vivo a este gran escritor japonés que no pueden perderse.
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