Ahora voy a tratar de argumentar por qué.
Porque se trata de LORCA!! Y Lorca siempre está bien, Porque sabía del deseo, del amor, de la vida y la muerte. Esas son las líneas de fuerza que atraviesan el texto con la misma intensidad y profundidad con que el texto atraviesa al espectador. Parece que la misma le fue inspirada a Federico por un hecho real, en 1928: el crimen de Níjar.
Un hombre enamorado que se aventura al matrimonio (por conveniencia, para el resto de los involucrados) con una mujer que no le corresponde, pero que se impone hacerlo, para librarse de un amor que la empuja a lo peor: a la errancia, a la locura, a la muerte.
¿Es Bodas de sangre una obra sobre el amor? Sí y no. Diría que por encima del tema del amor, hay otro más dramático si se quiere: la vida de sometimiento, encierro y muerte del deseo de las mujeres: para ellas habrá, en el mejor de los casos, un hombre, hijos y una enorme pared levantada contra todo lo demás. Bodas de sangre es una obra lacerante sobre seres cuyo destino está trazado de antemano: unir sus existencias a algún hombre, parirle hijos, y esperar... esperar que uno a uno esos hijos, si son hombres, vayan cayendo uno a uno, producto de las múltiples aristas de la violencia de la España de Lorca. Por momentos sentí la presencia de Puig en la sala que, con certeza, habrá leído a Lorca, Sólo que no encontré ese margen de redención que el gran escritor argentino brinda generoso a "sus mujeres" en sus novelas. El único respiro vendrá cuando ya no queden hombres de la familia para morir. Entonces, en una paz luctuosa y en una vida a la que solo le quedará esperar su propia extinción, serán otras las mujeres que sufrirán asomadas a la ventana, esperando la llegada de las malas nuevas de la muerte.
La puesta, de Guillermo Kuitca, es impactante: ya la primera escena quita el aire: en una inquietante penumbra, entre humo y tristeza, personajes sombríos vestidos de negro enmarcan la presencia arrolladora de la madre, encarnada por una maravillosa María Onetto, a quién le descubrí rostros interpretativos nuevos que disfruté.
El negro del luto es la presencia omnipresente de la obra, porque más allá de las muertes efectivas de los hombres, la obra clama por las mujeres muertas en vida. Solo la novia, una gran Miranda de la Serna, estará de blanco, cuando se deje llevar por el deseo y el empuje a lo peor que lo guía. Parece no haber salida para las mujeres de la España de Lorca.
El elenco, por su parte, cumple con creces transformado en presencias fantasmagóricas acuciantes.
Para destacar también es el vestuario de Pablo Ramírez, donde los apenas tenues toques de color, intentan matizar el luto.
La música de Diego Vainer hechiza, y se destacan la cantaora Nina Loureiro y los bailarines Pablo Lugones y Eugenia Roces. Llevan al espectador en un segundo a la mismísima tierra del flamenco: al nudo entre alegría y tristeza, entre vida y muerte.
Un detalle: me pareció que hay momentos en los que se desliza el texto del tuteo al voceo, que en cierta forma me generaron un ruidito, que para nada disminuye el goce estético de esta puesta que honra los escenarios de nuestra ciudad.
Para el final, el texto. ¡Qué podría decir para estar a la altura de Lorca? Su poesía es maravillosa, perfecta, matemática en su hechura, profunda en sus resonancias, lírica en sus alusiones, poética en sus imágenes, brotadas con salvajismo de la tierra misma.
Es probable que me esté dejando cosas en el tintero, la obra es muy fuerte y conmovedora.
VAYAN A VER ESTA OBRA MARAVILLOSA!
No se van a arrepentir.
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