Si me leen habitualmente sabrán ya de mi devoción por este escritor francés. Cuando me preguntan por qué me gusta tanto, digo sintetizando, que se encarga de sacar la basura de abajo de la alfombra del Primer Mundo. Con eso ya estaría más que justificado leerlo.
Pero con Aniquilación, su última novela de 600 páginas, que devoré en apenas días, se supera y con creces. A tal punto que me hizo brotar las lágrimas! Pensé en hacerles una lectura en vivo sobre el libro, pero como no podía garantizar que no me pondría a llorar, decidí escribir; es mucho más protegido que hablar en vivo.
En la locura delirante que habitamos a diario, Michel Houellebecq entreteje una historia política cuyo interés no decae nunca, con atentados incitados por aparentes desconocidos, valiéndose de las redes y de internet, con la historia de una familia francesa entre aburguesada y clase media, en la que hay un padre e hijos diversos y en apariencia, de temperamentos incompatibles.
Quizá dicho así les haga pensar: "Bueh! y qué es lo genial de eso?".
Lo genial es que Houellebecq (se lee Úlebec, supe hace poco) va infiltrando en las historias que narra lo más profundo de la esencia del ser humano: la vida, la sexualidad, la muerte, el amor. Y los cuerpos, en los que resuenan todas esas cosas, son el amasijo donde se escribe lo que va resultando de las historias. Narra TODO, con astucia, pericia, información, una pizca de crueldad y mucha ternura.
Por supuesto, no falta la erudición con Pascal, Epicuro, Apollinaire, Corneille, Así como Sherlock Holmes y otros policiales, en la función maravillosa que puede cumplir a veces la literatura de sacarnos de un golpe del dolor de nuestra propia vida (parecido a lo que hizo esta novela para mí).
Tampoco Los Beatles y Elvis. Pero lo magistral es lo que se escribe entre líneas en los dichos de cada uno de los personajes que, de una manera o de otra buscan una sola cosa: encontrarse con el amor, en sus más diversas formas, pero en particular, con ese amor que transforma la vida, o que permite reescribirla de la buena manera: el amor que crece día a día cuando los amantes dejan de lado sus vanidades y sus egos, para mostrarse falibles con el partenaire, para dejar que asome la caducidad de los cuerpos, la soledad de la vejez, el astío de la vida en las grandes ciudades y la amputación de la naturaleza que esa vida trae aparejada para los seres humanos. Para soportar y aceptar ese nudo indiscernible que ata de manera loca, azarosa, la desgracia con el surgimiento inexplicable del deseo, la decrepitud con el renacer espiritual, transitar las aguas de las traiciones y el cálculo político, para dar con la integridad y la bondad. A pesar de que pienso que abusa del recurso de poner a soñar a los personajes; es un recurso bastante usado, y el autor lo usa un poco mucho para mi gusto, pienso como escritora cómo puede ser posible narrar así y no morir en el intento, y no logro descubrirlo.
Con la salvedad de ciertas cosas de la traducción, que "matan" algunos efectos que el texto podría provocar, dando cuenta de cuánto peso tienen las palabras en nuestro deseo, en nuestros odios, en nuestros amores... (demasiada "polla", "empalmarse", y "follar" que matan para los lectores no españoles cualquier efecto erótico que se quisiera lograr) y lo del recurso a los sueños, creo que esta novela recuerda a Céline, con ese río que fluye a borbotones entre las palabras, las imágenes, las sensaciones y las emociones.
IMPERDIBLE: enoja, conmueve, horroriza, hace reír, genera tristeza, y una redención al final que se agradece y que me hizo pensar que no todo está perdido para la raza humana.
GRACIAS MICHEL, UNA VEZ MÁS.
Hermosa reseña (?), que es mucho más que eso, es un texto literario también, y me incitó a leer el libro. Gracias, Leo!
ResponderEliminarGracias a vos por leer y comentar Juan! Si la leés contame qué te pareció!
ResponderEliminarGracias Leonor, generosa compartiendo!!!!
ResponderEliminarAbrazos 🤗