viernes, 31 de mayo de 2019
Revista Enlaces on line.
Hoy comparto con ustedes el link donde van a encontrar todos los números de la revista Enlaces, verdadero lujo para lectores entusiastas del psicoanálisis, la cultura y las letras, entre otras disciplinas. Además de ser siempre interesante, es muy bella.
Está hecha con gusto, dedicación y mucha pasión por algunas personas que quiero, por eso hoy les dedico esta entrada.
Pasen, lean y disfruten!
http://www.revistaenlaces.com.ar/
jueves, 30 de mayo de 2019
Ser parte de mi universo. ¡Se viene la próxima novela! ¡Ya tiene título (provisorio) y el primer capítulo!
Una de las mayores complejidades de escribir novelas es encontrar la primera frase. La que rompe la inercia, la que pone en marcha la maquinaria, la inaugural; el anzuelo que atrapará al lector. La pobre primera frase carga con demasiada responsabilidad. Nunca es fácil descubrirla.
Formar parte del universo de alguien que escribe tampoco lo es. Nunca se sabe en qué se podrá quedar transformado, metamorfoseado, disfrazado, etc. No se logra entrar así como así a mi universo, pero una vez dentro, ya no hay escapatoria (debo reconocer que he cometido en mis libros algunas venganzas poéticas tardías, después de décadas).
Esto viene a cuento porque esta vez, la primera frase no la imaginé ni la creé yo. Fue producto de un encuentro epifánico, y por ello, inesperado. Me llegó sin advertencia. Sólo tuve que dejarla resonar en mi, durante mis largas caminatas diarias. Tendrán que esperar que termine la novela para saber de qué se trata.
Así que vaya ahora un silogismo realmente inescrutable (práctica deliciosa en la que me inició la lectura de La Esposa joven, de Alessandro Baricco).
La frase no era mía,
Ahora es escrito,
¿Qué editor publicará la novela?
(La foto es una ilustración vana; escribo directamente en la computadora).
Formar parte del universo de alguien que escribe tampoco lo es. Nunca se sabe en qué se podrá quedar transformado, metamorfoseado, disfrazado, etc. No se logra entrar así como así a mi universo, pero una vez dentro, ya no hay escapatoria (debo reconocer que he cometido en mis libros algunas venganzas poéticas tardías, después de décadas).
Esto viene a cuento porque esta vez, la primera frase no la imaginé ni la creé yo. Fue producto de un encuentro epifánico, y por ello, inesperado. Me llegó sin advertencia. Sólo tuve que dejarla resonar en mi, durante mis largas caminatas diarias. Tendrán que esperar que termine la novela para saber de qué se trata.
Así que vaya ahora un silogismo realmente inescrutable (práctica deliciosa en la que me inició la lectura de La Esposa joven, de Alessandro Baricco).
La frase no era mía,
Ahora es escrito,
¿Qué editor publicará la novela?
(La foto es una ilustración vana; escribo directamente en la computadora).
miércoles, 29 de mayo de 2019
De fósiles y mariposas. Cuando la creación le lleva la delantera al creador. Alessandro Baricco dixit
Ayer conversaba con un amigo que ha leído mis libros (no me olvido más de que me contó que ¡leía El mal transparente caminando por la calle porque no podía dejarlo!) sobre qué del alma, el espíritu, la intensidad, los deseos del escritor/a pasa a lo que se escribe.
Yo le decía que en mi caso, lo que escribo será aquello a lo que advendré en algún tiempo impreciso, imposible de anticipar, porque pasado un tiempo, al releer mis trabajos (por suerte no lo hago a menudo), me invade la sorpresa. ¡¿De dónde salió lo que imaginé, escribí, inventé en todas esas páginas escritas!?
Abajo, hay un párrafo con el que dí al rato de que la conversación terminara, y me pareció muy precisa y bella la manera que encontró Baricco (lean a Baricco, su prosa es de una exquisitez tal que sentí ganas de leerlo en italiano) de expresar la relación existente entre creador/creación; o al menos una de esas relaciones inefables que unen al creador con su obra (para mí es siempre un problema responder sobre
qué tratan mis libros, ¿cómo precisarlo? Lo primero que acude a mi mente es la respuesta "Ni idea").
De ese modo, lo creado es tan legítimamente expresión de las pulsiones más profundas del creador como de la máscara con la que aquellas se transforman en otra cosa. Algo que pasa a pertenecerle al lector.
Yo le decía que en mi caso, lo que escribo será aquello a lo que advendré en algún tiempo impreciso, imposible de anticipar, porque pasado un tiempo, al releer mis trabajos (por suerte no lo hago a menudo), me invade la sorpresa. ¡¿De dónde salió lo que imaginé, escribí, inventé en todas esas páginas escritas!?
Abajo, hay un párrafo con el que dí al rato de que la conversación terminara, y me pareció muy precisa y bella la manera que encontró Baricco (lean a Baricco, su prosa es de una exquisitez tal que sentí ganas de leerlo en italiano) de expresar la relación existente entre creador/creación; o al menos una de esas relaciones inefables que unen al creador con su obra (para mí es siempre un problema responder sobre
qué tratan mis libros, ¿cómo precisarlo? Lo primero que acude a mi mente es la respuesta "Ni idea").
De ese modo, lo creado es tan legítimamente expresión de las pulsiones más profundas del creador como de la máscara con la que aquellas se transforman en otra cosa. Algo que pasa a pertenecerle al lector.
lunes, 27 de mayo de 2019
domingo, 26 de mayo de 2019
Empujar el límite de lo siniestro hacia el horizonte de la belleza. Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes II.
Pensé mientras recorría esta parte de la muestra, en cierta "ventaja" que tendría la pintura en relación con la escritura. Porque ¿cómo se narraría un grito, como se escribiría la violencia, con la efectividad y síntesis de estas obras?
Última parte de la muestra de Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes (¡Cómo me acordé de María Gainza y El nervio óptico!- El museo es increíble).
El arte de Carlos Alonso, lejos de deponer la mirada ( ver Lacan, Seminario XI), la hace surgir de una manera brutal. No están todas las obras en las fotos, aclaro. ¡Algo debía permanecer velado!
¿¡Cómo se puede elevar lo siniestro a la dignidad de lo bello!? Tener el don para transformar lo inasimilable en obra de arte. Es el misterio que encarnó esta muestra para mi.
Este tramo comienza con las pinturas que Alonso hiciera de su maestro Spilimbergo (tremendo artista también). Alonso lo pinta sentado, con manos y pies vendados (y lastimados, debido a eccemas).
Las manos y la mirada de Spilimbergo son atrapantes. No se puede dejar de mirarlas; portan un dramatismo que exaspera. Un ruego silencioso.
Luego la muestra se pone verdaderamente siniestra en sus resonancias, alcanzando un nivel artístico impresionante, que logra atrapar en lugar de expulsar al interesado, en general desprevenido (no era mi caso, estaba advertida del voltaje de la muestra, pero las advertencias quedaron cortas, ver las pinturas es otra cosa). Las obras golpean, duelen, asombran, deslumbran. Cargadas de significaciones de las últimas décadas de la historia argentina, se imponen por presencia (el tamaño de las mismas es enorme; las figuras atemorizan, las escenas llegan a causar repulsión, atenuada, pero repulsión al fin, sobre todo al pensar que, como se dice ahora, estuvieron inspiradas en hechos reales y por ello censuradas en su momento).
Esta parte de la muestra está integrada por obras de las series El ganado y lo perdido, La lección de anatomía (las que muestran el asesinato del Che), Carne de primera y Manos anónimas (que incluye también la instalación que se ve en la primera foto, y que ¡golpea!). Todas ellas dentro del tema Realidad y memoria.
Los rostros son des-co-mu-na-les. No puedo describirlos. Les traje muchos, en fotos. Recordé los rostros de Goya, nuevamente Goya, y los de Toulouse-Lautrec.
Este cuadro y el siguiente se llaman respectivamente Sin pan y con trabajo (el más pleno de colores) y Sin pan y sin trabajo (el de tonos neutros). ¡!
La otra obra se llama Tres niños. ¡No recuerdo haber visto en alguna pintura una mirada de niño con la potencia del clamor de esta obra de Alonso! Me dejó sin aire. ¡Tuve que sentarme varias veces, descansar, respirar!
Esta muestra no es una muestra más. No me queda más que decirles: ¡Vayan, vayan, vayan!
Estas pinturas son de la serie Carne de primera, y son impactantes.
Esta pintura es de la serie Manos Anónimas.
Aquí, La censura.
La lección de anatomía.
sábado, 25 de mayo de 2019
IMPERDIBLE. Empujar el límite de lo siniestro hacia el horizonte de la belleza. Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes I.
Pocos, poquísimos artistas alcanzan a materializar el arte a niveles técnicos, artísticos y de expresión que te dejan sin aire, exhausto, con una inesperada mezcla de plenitud, felicidad y extrañeza. Pienso en las pinturas negras de Goya, por ejemplo. O en mi caso personal, los frescos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. O algunas obras de Van Gogh. Les hablé cuando comenté La ilusión de los mamíferos de Julián López, de lo Sublime como teoría estética, tomada del trabajo de Harold Bloom. Esta muestra de Carlos Alonso ES SUBLIME. Y para recorrerla aconsejo ir solo/a. Los efectos que me produjo había que acogerlos en el cuerpo, soportarlos, respirarlos. Tomarse descansos. Lo mismo voy a hacer acá. ¡Va a ir en dos partes, porque es demasiado! ¡Crees que vas a ver cuadros, y prontísimo te das cuenta de que son los cuadros los que te miran!
Hoy les traigo las pinturas y collage (hay mezcla de técnicas, pero lo dejo para que lo descubran ustedes cuando vayan) de la serie Blanco y negro, inspiradas en la estadía de Alonso en Santiago del Estero durante 1959. La primera se titula Debajo de la mesa, la segunda, arriba, Mujer a punto de llorar, y la de la derecha, Vieja pelando una gallina.
Las que siguen, por su parte, son las obras que realizara, a partir de los años ´60, curadas en la serie Pintura y tradición. En estas obras Alonso rinde homenaje y dialoga con los grandes maestros: Courbet, Van Gogh, Spilimbergo y De la Cárcova.
La de la izquierda, es El hospital. La próxima, abajo, es El sillón azul.
La obra de la derecha es La oreja (¿cómo si no, podría haberse llamado?).
La obra de la izquierda y la última son de la serie Los cuervos azules.
Hoy les traigo las pinturas y collage (hay mezcla de técnicas, pero lo dejo para que lo descubran ustedes cuando vayan) de la serie Blanco y negro, inspiradas en la estadía de Alonso en Santiago del Estero durante 1959. La primera se titula Debajo de la mesa, la segunda, arriba, Mujer a punto de llorar, y la de la derecha, Vieja pelando una gallina.
Las que siguen, por su parte, son las obras que realizara, a partir de los años ´60, curadas en la serie Pintura y tradición. En estas obras Alonso rinde homenaje y dialoga con los grandes maestros: Courbet, Van Gogh, Spilimbergo y De la Cárcova.
La de la izquierda, es El hospital. La próxima, abajo, es El sillón azul.
La obra de la derecha es La oreja (¿cómo si no, podría haberse llamado?).
La obra de la izquierda y la última son de la serie Los cuervos azules.
El manejo del color, de las técnicas y de los detalles, los rostros (mañana será el día de los rostros), logran un efecto hipnótico y a la vez muy inquietante. ¡Mañana más! NO TE PODES PERDER ESTA MUESTRA. Hasta mediados de julio en el Museo Nacional de Bellas Artes (que dicho sea de paso ¡está increíblemente bueno para recorrerlo todo!)
viernes, 24 de mayo de 2019
50 AÑOS DE NANINA : un acontecimiento de lenguaje incalculable. (Publicado en Breves, disponible en el Blog del Centro Descartes).
NANINA, de Germán García, cumple 50 años. Por Leonor Curti
Los caminos de la libertad.
Leí por segunda vez Nanina, con el propósito de escribir este comentario, sin intuir el
desafío mayúsculo que me implicaría abordar una obra tan compleja como rica.
La primera lectura fue allá por 2012,
cuando se iniciaba la Serie del
Recienvenido, dirigida por Ricardo Piglia, del Fondo de Cultura Económica. Nanina
inauguraba la serie de obras de la literatura argentina del siglo XX elegidas,
que mantenían su vigencia y consolidaban su presencia en el diálogo con la
actualidad literaria del país.
Entonces, en el 2012, por coyunturas de la
vida, la leí en clave “paterna”. Era lo que me ocupaba las emociones, el
pensamiento y las horas en aquel momento. La disfruté, la gocé; a través de sus
páginas viví Junín, una infancia de pueblo, la complicidad entre
“varones/hombres”, el acercamiento a las “nenas/mujeres”, lo inexplicable de la
familia, lo inasimilable de la pareja parental, así como el modo mágico de Nanina de habitar un tiempo puro
presente:
“Nanina
era el angelito de los niños que nosotros fuimos. (…) El presente se abría
frente a ella en el cielo de verano: ella fue nuestro presente. (…) Nanina, sol
y siesta son nuestra sagrada trinidad”.
En la primera parte, Lo otro, el narrador-protagonista nos toma de la mano (las manos
serán luego tan fundamentales para la vida en la inmanencia del goce del cuerpo,
en la habilidad del trabajo, en la escritura por venir) para llevarnos con su
mirada de sorpresa y azoro, por una realidad fragmentaria e iridiscente como la
memoria, donde se conjugan el desamparo y su contracara, la libertad.
El descubrimiento de que, más allá del
terror (de la paliza), perder un camino es dar con otro, le da al narrador un
arma potente para la vida; le hace saber que la elección forzada de la niñez es
crecer o morir, aunque la adultez conlleve un morir creciendo; un morir sí,
pero viviendo. Vida que se jugará en una apuesta a todo o nada en las aventuras
fraternales, en los descubrimientos sexuales, en las formas insondables del
amor, en el miedo a que las palabras proferidas clausuren un sentido para
aquello que no lo tiene en lo absoluto.
La iniciación sexual, el misterio oculto
entre las piernas de las nenas, el mundo de la muerte de los seres y los
cuerpos, los vencidos en y por la vida, el alcohol y las palizas, el sol de la
siesta y la noche estrellada, todo confluye en Nanina y su muerte:
“La
agonía de Nanina es como pasar de chico a loco…”, o como dejar de ser niño
definitivamente. La plasmación sedosa del sol encarnado se apaga y la noche
trae desamparo:
“La
noche de Nanina fue la de papá…”.
Don Pedro, artífice de la tragedia de la
gatita, habitaba el mundo de la muerte; había que matarlo.
“Esa
noche rompimos con furia la quinta de don Pedro (…)”.
“- ¡Hay que
matarlo, viejo puto!- dijo Toti, mi hermano, olvidando lo malo de las malas
palabras. Papá lloró toda la noche en
nuestra pieza única; se llevó el cuchillo a la garganta y no se mató. Papá
temía a la muerte y nos lo dijo una noche: - Tengo miedo, mucho miedo- y en sus
palabras yo estuve desamparado como nunca-. No nos queda nada- dijo también.”
El deseo de
escapar se anuda, con el colombiano como agente inesperado de la operación, al
anhelo de escribir: de ponerle palabras a la tragedia, de comenzar a tramar
alguna historia que oficie de sostén para una nueva lengua; escribir no será
hacer literatura, sino partir de la materialidad de aquello con lo que se
cuenta: la enumeración sistemática de los deseos, que se avendrán a la potencia
lírica de la poesía, creadora de lo que era y de lo que ya no sería:
“Las piedras de
los caminos, los árboles, las noches en que esperábamos la luna y la dejábamos
allí, en su cielo, como si se deslizara entre las nubes. Entonces Antonio, mi padre, estaba sentado en
el patio que terminaba en calle, Blanca estaba cerca de él, los bichitos
luminosos recorrían la noche y la marcaban aquí y allí, y nosotros, mis
hermanos y yo, latíamos en un lugar de la noche, sentados, perplejos de la oscuridad,
mirando esas casas donde ocurrían cosas distintas que en nuestra casa” .
Escapar del desamparo, de la escuela, luego del taller-padre,
de la familia, de:
“La magnitud de la
infancia, la fiesta de la derrota angelical de los niñitos que fuimos, la
imposibilidad de no ser hombre, de no ser niño, de no ser nada, sino algo
indefinido: la muerte única e irrepetible de Nanina”.
Encontrar una salida posible en los versos de Dulcísima madre, de Quasimodo, siendo el
muchacho que huye de noche con un abrigo corto y muchos versos en el bolsillo,
pobre de corazón al que un día matarán…
El debut sexual con una muchacha virgen y el encuentro
con la Biblioteca E. Echeverría serán el combustible que avive la partida de
Junín, dando lugar al tan ansiado viaje.
Buenos Aires, segunda parte de la novela, nos aleja del lirismo para ser
atraídos por una mirada desencantada de la vida de la comunidad “de los precios y horarios”, en la ciudad
en la que el cielo es indiferente, el sol cae neutro sobre las calles, y el peso
del dinero es agobiante.
Los sueños y las ilusiones se desvanecen ante lo
perentorio de la vida cotidiana:
“No fue. Viajar
por el mundo. No fue. Cambiar de casa. No fue. No fue. Nada fue, estábamos
hechos de lo que no había sido”.
En la ciudad estaba Nora, la obligación de pagar la
pensión; la urgencia de conseguir un trabajo y conservarlo, sin perder la
dignidad, sin dejarse robar la noche; evitar caer en el común anonimato y
resistir la tendencia indolente de no tener grandes aspiraciones.
“(…) desde chico
sabía que trabajo-hombre hombre-trabajo eran inseparables y que se vivía a
través del trabajo y que se trabajaba a través de la vida; pero que ninguna se
podía mantener sin la otra”.
La ciudad le implicaba al narrador una trampa: desear
una vida allí cuando el trabajo que la hacía posible lo alejaba de ella,
matándola cruelmente. Ser uno más en la comunidad de los precios y horarios era morir.
El presente de las carencias múltiples (sin raíces, sin
bienes y sin patria) se vuelve entonces la libertad de una deriva en la que
todo es permitido. Una afirmación primordial se produce:
“(…) aun desnudo
en el mundo, quiero estar desnudo y vivir en él.”
El Yo se convierte en el personaje central de la comedia
que se llama Yo, a la vez que los libros abren un camino para salir de la
trampa:
“Siempre me
confundí en los libros para ir después a encontrarme en las personas: sin
libros no hubiese visto a nadie y sin nadie no hubiese entendido un libro”.
Este renacer de la libertad irá declinando para el
narrador, ante las responsabilidades del matrimonio y la paternidad; ante el
hermano preso, ante la opresión que ejerce sobre el deseo la necesidad
imperiosa de dinero:
“Nanina está
muerta para siempre en nuestros actos. Sus ojos se deshacen en los míos y su
pelo esponjoso es barrido por mi máquina de afeitar. Su piel, su sangre seca,
se hacen polvo en el aire y el viento se sacude los recuerdos en regiones
remotas por donde ya nadie volverá a pasar”.
“Comprendo que
Nanina ha muerto y que sus caminos conducen a la muerte: las cartas se juegan a
una edad en que uno jugaba a ojos cerrados, por el gusto de verlas planear en
el aire”.
Los habitantes de la ciudad forman un animal pesado y
discordante, una suerte de bestia tan esclava como fascinada por la moneda que
brilla en el cielo, como nunca antes.
Los caminos de libertad y sol de Nanina condujeron a
otros modos de la muerte: una historia forzada y una vida no elegida, se suman
a la muerte del padre; modos que al final de la novela el narrador confronta con
el poder evocador del lenguaje, con la fijeza vital de los signos como armas
para hacerse una historia que sea otra. El niño inocente con ansias de
aventuras, deja paso al púber con responsabilidades de adulto, que descreerá de
cualquier promesa mesiánica de felicidad.
Un acontecimiento de lenguaje
Se cumplen 50 años de la aparición de Nanina, y es imposible hacerse una idea
de lo que pudo haber causado su publicación (además del hecho incontrastable de
su prohibición por considerarla obscena, el secuestro de ejemplares para evitar
su distribución y el consiguiente procesamiento a su autor y editor). Si
sostenemos con Leo Strauss que el más inteligente de los censores es menos
inteligente que un escritor inteligente y cuidadoso, podríamos aventurar que su
prohibición estuvo ligada a la apenas superflua intuición de que algo serio se
planteaba en ella, y al no poder precisar qué era aquello, se echó mano al tema
de la obscenidad. Nanina no es obscena en absoluto: el contenido “sexual” en ella, trata de la sexualidad vivida por el narrador,
con poca carga de moralina y con mucho de descubrimiento de un terreno a
explorar, de experiencias de goce por vivir. Es posible que décadas atrás incomodara
a muchos con el tema, pero hay que decir que sin ninguna duda, el tratamiento
de lo sexual no es lo más innovador y rupturista de la novela, y sorprende
verla incluida recientemente en un suplemento literario con relación a la
literatura y la pornografía.
Al ser una novela de formación o de iniciación, no es
infrecuente que la cuestión sexual aparezca con mayor o menor crudeza o
explicitación en los textos del género (pienso en Los ríos profundos de José María Arguedas, publicada en Argentina
en 1958, o en El retrato del artista adolescente de James Joyce, publicada en
1916, por evocar las que en calidad y según mi opinión pueden situarse a la par
de Nanina, aunque ésta se desmarca de
las anteriores por la falta de presencia de la educación – jesuítica en ambos
casos- de la institución escolar).
Con sutileza, el autor da voz al niño que describe y
vive su sexualidad con inocencia y una cuota de ternura y sentido de la
aventura, para luego dar paso a la voz del adolescente que ha entrevisto cómo
funcionan las cosas, aún en su pequeño pueblo: inflamado por el deseo sexual,
ya no inocente ni tierno, se siente apremiado por su salida al mundo y a la
vida, por dos puertas esenciales: las mujeres y el trabajo: tener acceso a
alguna mujer (que fuera con otros también, o con todos, o lo hiciera por
aburrimiento o por emoción, incluso gratis, o por tendencias “pedagógicas”);
andar con mujeres para ser respetado y valorado en el trabajo.
Con preeminencia de una mirada sorprendida por los
misterios del mundo (en la primera parte) y con abundancia de humor e ironía
(en la segunda parte), la voz narrativa nos transmite un gran secreto que por
supuesto no se aprende en la escuela ni en la universidad: se vive y se piensa
como se habla. Wittgenstein decía algo así como que cuando pienso, el lenguaje
es el vehículo mismo del pensamiento; que las palabras con las que expreso mis
recuerdos son mi reacción a los recuerdos. Podríamos decir que el lenguaje
configura el pensamiento; que las palabras con las que recuerdo son los
recuerdos. Y que las palabras, los silencios, las frases, los nombres
escuchados, proferidos, pensados, son las coordenadas del mapa con el que se
lee la realidad, con las que los goces de la vida aparecen como posibles en
primera instancia.
Sin embargo el gesto fuerte de la novela es el del
protagonista que advertido de todo aquello, juega a reinventarse más allá de
los límites por medio del lenguaje, hallando un goce propio en el uso de la
letra que permanecerá fuera de todo cálculo o medición; irreductible a toda
valoración mercantilista: el “loco”
de la primera parte, será “Flordeniño”,
el “principito valiente” (que
irónicamente no será) en la segunda.
Los caminos de Nanina
serán después los del lenguaje, los de la combinatoria de sus elementos y
los del goce que de ello puede obtenerse.
Las ideas “respetables” (madre, pueblo, patria, padre,
trabajo, dinero) se deslizan hacia la ironía:
“Mi madrepueblo
discutía el significado de la vida cuando nosotros, sus hijospueblo, nos
atrevíamos, para sentir el vértigo, a negar a Dios. Mi madrepueblo decía que
sin Dios nunca hubiera empezado la vida y mi padrepueblo interrumpía diciendo
que ya estaba empezada y que la cosa era cómo seguir, cómo cazar la guita sin
morir trabajando”
“Fuimos un pueblo
pobladísimo de pueblerinas preocupaciones que nos poblaban de ganas de mandar
al diablo tanto pueblo. (…) Y los vecinospueblo descansaban del trabajo de la
mañana para continuarlo por la tarde. (…) Vivíamos en un barrio tan pobre que
ni uno hubo jamás que ganara la lotería, ni mucha plata en la quiniela, ni que
tuviera demasiadas horas extras que, como se sabe, se pagan doble”.
Muchas más cosas se habrán escrito o podrían escribirse
sobre tan enorme novela. Deseo que estas líneas acerquen muchos lectores a sus
páginas.
Allá por 1972 Ricardo
Zelarayán escribía: “(…) En fin, el lenguaje es para mí la única realidad.
(…) Si la realidad está en alguna parte, está en el lenguaje. (…) En suma, las
fuentes de la poesía están en la infracción constante de la convención que nos
vendieron como realidad”.
En 1968 Nanina
lo expresaba entrelíneas en cada página. Si Nanina es un clásico lo es no sólo
porque 50 años después sigue dialogando fructíferamente con el lector, sino
también porque atrapa algo de lo humano, transmite algo valioso y conmovedor
sobre la experiencia, que normalmente suele ser intransferible. Y porque dice
en su texto de la potencia del lenguaje para crear mundos, historias, goces;
para eludir las cárceles heredadas, las propias y las ajenas, para torcer
destinos, sobre lo que funda una nueva vida por encima de la vida recibida.
También por la resonancia que alude a lo no
domesticable, lo no categorizable, lo no mensurable; sobre lo que en cada uno
habla bajo, pero dice siempre lo mismo.
Por todo eso y más, festejo los 50 vitales años de Nanina, intuyendo que serán apenas los
primeros de muchos más.
jueves, 23 de mayo de 2019
Vivir entre lenguas. De Sylvia Molloy. El territorio del Witz (agudeza)
¿En qué lengua soy? podría ser la pregunta que recorre los cortos y deliciosos textos de este libro de Sylvia Molloy, construído en base a detalles, recortes, recuerdos (de infancia y familia los más gravitantes).
¿Podría haber sido de otro modo, para alguien que además escribe, en una ciudad que floreció a la luz de las inmigraciones llegadas de diferentes partes del mundo, pero principalmente de Europa?
La primera parte del libro está dedicada a las lenguas y el habla. Inmigración, destierro (el desterrado es un des-lenguado), familias de lenguas ensambladas (con su consiguiente y dificultoso ensamble de goces que esas lenguas implican), la necesidad y las ganas de comunicarse con el otro cuando se es extranjero, cuando, como cita la misma Molloy a Huidobro, hay una voz desterrada que persiste en los sueños. ¿En qué lengua sueño? ¿En qué lengua le hablo a las mascotas; en cuál respondo el teléfono, en qué lengua me despierto? Como decía Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, "las palabras con las que expreso mis recuerdos son mi reacción a los recuerdos". Podríamos decir, las palabras son los recuerdos, que al decirse dejan de serlo, y se vuelven actuales. También dirá que pensamos como hablamos, y no al revés.
El desterrado de la lengua (con movimiento geográfico o sin él) sufrirá entonces mezclas de sintaxis, de gramática, de vocabulario, de acento (que funcionará como un pasaporte invisible). Vivirá switching palabras y expresiones, como dirá Sylvia Molloy. Estará, del mismo modo que el que no se ha movido jamás de su pueblo o ciudad, "infectés de la langue", cito a Jacques Haussoun, citado por Molloy. El ser humano en tanto ser hablante, será pensado por la lengua que lo infecta, que lo habita.
Sin embargo no todo es drama en este escenario. En determinado momento difícil de precisar el libro comienza a ser un deleite, una fiesta con fuegos artificiales: es cuando se refiere al sinsentido o nonsense, al disparate, a lo absurdo, al cocoliche, a los chistes verdes que en el colegio bilingüe se contaban en español (recuerdo de una ternura incomparable, que me evocó los limerick, a los que Joyce era tan afecto). El nombre propio, encarnando el epítome de la dificultad del cruce entre lenguas, sin embargo, produce uno de los momentos más hilarantes (para mí, claro) de los relatos: su hermana se llamaba Ana María, pero una tía la rebautiza Annie May, para desargentinizar el nombre, meta que no fue lograda; La madre y la tía, monolingües ambas, pronunciaban y escribían Animé (¡por supuesto Molloy evoca aquí a los dibujos animados japoneses!). Otro ejemplo: Kagan pasa sin problemas en inglés, pero no en español. O el caso de una mujer que espera en la consulta del ginecólogo. Cuando la llaman pronuncian su apellido "en inglés" (en lugar de en alemán). Enojada la mujer se levanta luego de un rato, y corrige a la empleada (Kuntz en inglés resuena con cunts, conchas!).
Luego vendrán los textos dedicados a escritores que, como me gusta llamar a esa operación, hicieron "la gran Beckett", es decir, eligen cambiar de lengua para escribir. Supervielle, Hudson, Steiner, Canetti se hacen presentes. En cierto modo, aplicarán el mandato de Valery Larbaud: "Donner un air étranger a ce qu´on écrit". Como sabiendo que "ser bilingüe es hablar sabiendo que lo que se dice está siempre siendo dicho en otro lado, en muchos lados", advertidos de "la otredad del lenguaje", de que se es en la lengua que se habla o se escribe. Como dijera Juan Villoro en su paso por Buenos Aires el año pasado, escribir en otra lengua es ser otro.
Vivir entre lenguas me deja el sabor de que la lengua que se hable o se escriba determina cómo se goza de la misma y del otro. Hablar muchas lenguas implica la invaluable oportunidad y capacidad de abrirse a otros modos de goce que el que nos provee la lengua materna. Y es la llave que abre al encuentro de muchos otros, diferentes, que a veces resultan opacos, otras veces atractivos e intrigantes.
Al leer Vivir entre lenguas me quedo con la certeza (quizás porque yo misma disfruto del switching del pasaje de una lengua a otra, y anhelo saber hablar más lenguas) de que ser plurilingüe es una riqueza disponible que algunos afortunados descubrieron (por elección o a la fuerza) y disfrutan. Sylvia Molloy nos descubre ese secreto en un hermoso libro.
¿Podría haber sido de otro modo, para alguien que además escribe, en una ciudad que floreció a la luz de las inmigraciones llegadas de diferentes partes del mundo, pero principalmente de Europa?
La primera parte del libro está dedicada a las lenguas y el habla. Inmigración, destierro (el desterrado es un des-lenguado), familias de lenguas ensambladas (con su consiguiente y dificultoso ensamble de goces que esas lenguas implican), la necesidad y las ganas de comunicarse con el otro cuando se es extranjero, cuando, como cita la misma Molloy a Huidobro, hay una voz desterrada que persiste en los sueños. ¿En qué lengua sueño? ¿En qué lengua le hablo a las mascotas; en cuál respondo el teléfono, en qué lengua me despierto? Como decía Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas, "las palabras con las que expreso mis recuerdos son mi reacción a los recuerdos". Podríamos decir, las palabras son los recuerdos, que al decirse dejan de serlo, y se vuelven actuales. También dirá que pensamos como hablamos, y no al revés.
El desterrado de la lengua (con movimiento geográfico o sin él) sufrirá entonces mezclas de sintaxis, de gramática, de vocabulario, de acento (que funcionará como un pasaporte invisible). Vivirá switching palabras y expresiones, como dirá Sylvia Molloy. Estará, del mismo modo que el que no se ha movido jamás de su pueblo o ciudad, "infectés de la langue", cito a Jacques Haussoun, citado por Molloy. El ser humano en tanto ser hablante, será pensado por la lengua que lo infecta, que lo habita.
Sin embargo no todo es drama en este escenario. En determinado momento difícil de precisar el libro comienza a ser un deleite, una fiesta con fuegos artificiales: es cuando se refiere al sinsentido o nonsense, al disparate, a lo absurdo, al cocoliche, a los chistes verdes que en el colegio bilingüe se contaban en español (recuerdo de una ternura incomparable, que me evocó los limerick, a los que Joyce era tan afecto). El nombre propio, encarnando el epítome de la dificultad del cruce entre lenguas, sin embargo, produce uno de los momentos más hilarantes (para mí, claro) de los relatos: su hermana se llamaba Ana María, pero una tía la rebautiza Annie May, para desargentinizar el nombre, meta que no fue lograda; La madre y la tía, monolingües ambas, pronunciaban y escribían Animé (¡por supuesto Molloy evoca aquí a los dibujos animados japoneses!). Otro ejemplo: Kagan pasa sin problemas en inglés, pero no en español. O el caso de una mujer que espera en la consulta del ginecólogo. Cuando la llaman pronuncian su apellido "en inglés" (en lugar de en alemán). Enojada la mujer se levanta luego de un rato, y corrige a la empleada (Kuntz en inglés resuena con cunts, conchas!).
Luego vendrán los textos dedicados a escritores que, como me gusta llamar a esa operación, hicieron "la gran Beckett", es decir, eligen cambiar de lengua para escribir. Supervielle, Hudson, Steiner, Canetti se hacen presentes. En cierto modo, aplicarán el mandato de Valery Larbaud: "Donner un air étranger a ce qu´on écrit". Como sabiendo que "ser bilingüe es hablar sabiendo que lo que se dice está siempre siendo dicho en otro lado, en muchos lados", advertidos de "la otredad del lenguaje", de que se es en la lengua que se habla o se escribe. Como dijera Juan Villoro en su paso por Buenos Aires el año pasado, escribir en otra lengua es ser otro.
Vivir entre lenguas me deja el sabor de que la lengua que se hable o se escriba determina cómo se goza de la misma y del otro. Hablar muchas lenguas implica la invaluable oportunidad y capacidad de abrirse a otros modos de goce que el que nos provee la lengua materna. Y es la llave que abre al encuentro de muchos otros, diferentes, que a veces resultan opacos, otras veces atractivos e intrigantes.
Al leer Vivir entre lenguas me quedo con la certeza (quizás porque yo misma disfruto del switching del pasaje de una lengua a otra, y anhelo saber hablar más lenguas) de que ser plurilingüe es una riqueza disponible que algunos afortunados descubrieron (por elección o a la fuerza) y disfrutan. Sylvia Molloy nos descubre ese secreto en un hermoso libro.
martes, 21 de mayo de 2019
Sobre Criaturas de arena! Dicen los lectores.
Esta vez, es Susana Masoero, psicoanalista y asidua asistente al Centro Descartes, la que me hace llegar su impresión sobre mis Criaturas...!
"Criaturas de arena de Leonor Curti y La carretera, de
Cormac Mc Carthy, transcurren en escenarios comunes.
La Patagonia y el extenso territorio de Estados Unidos.
Lugares desolados, de intenso frío, aridez y desesperanza.
La soledad se impone y presagia un futuro despiadado.
Imposible dejar de leerlos".
¡Gracias Susana Masoero! A priori (no leí La carretera) me parece muy generosa tu apreciación. ¡Es una gran alegría que hayas disfrutado la lectura de mi novela!
"Criaturas de arena de Leonor Curti y La carretera, de
Cormac Mc Carthy, transcurren en escenarios comunes.
La Patagonia y el extenso territorio de Estados Unidos.
Lugares desolados, de intenso frío, aridez y desesperanza.
La soledad se impone y presagia un futuro despiadado.
Imposible dejar de leerlos".
¡Gracias Susana Masoero! A priori (no leí La carretera) me parece muy generosa tu apreciación. ¡Es una gran alegría que hayas disfrutado la lectura de mi novela!
lunes, 20 de mayo de 2019
El Surrealismo de Dali. Centro Cultural Borges. Buenos Aires. Dali´s Surrealism. Borges Cultural Centre. Buenos Aires.
¡ NO
SE
PIERDAN
ESTA
MUESTRA!
ES
INTERESANTE
DELIRANTE
DIVERTIDA
LOCA
Y
GENIAL.
Los créditos fotográficos de las miniaturas
corresponden a Pablo Russo, que me las cedió gentilmente para compartirlas en el blog.
domingo, 19 de mayo de 2019
"Mirar al mundo después del meteorito". La ilusión de los mamíferos, de Julián López.
ADVERTENCIA AL LECTOR: en materia de amor, es tan probable que caiga el meteorito como que se sobreviva a la catástrofe. Al fin y al cabo, morir no es una empresa fácil. La vida resiste, se impone. Solo requiere para hacerlo que se la ayude un poquito.
Una certeza de domingo, día crucial en esta ficción: los libros te encuentran. Llegan justo a tiempo, cuando leerlos es semejante a recibir el antibiótico adecuado para una infección que resiste cualquier otro tratamiento.
La ilusión de los mamíferos de Julián López es una novela sublime, una inyección de humanidad directa a la vena.
El tema es el amor, claro, y su fin; su fin pero también su final.
El encuentro es entre dos hombres. Uno de ellos, con esposa e hijos. El domingo es el día vital, fuera de sus respectivas vidas. El día de una vida paralela, un limbo fuera del tiempo en el que lo único que existe es el otro: sus deseos, sus apetitos, su cuerpo, sus goces, sus gestos, su respiración. No hay fuera de campo, no hay pasado, hay pura inmanencia, materialidad. Es el día de la exaltación de la belleza, de la proliferación de perfumes y sonidos, asordinados luego, en el resto de los días que transcurren fuera de ese ámbito de protección uterina donde la felicidad no parece imposible. En ese ámbito no hay preguntas, hay certezas. No hay tristezas más que esbozadas en algún tinte melancólico; hay plenitud.
La soledad (en general, pero sobre todo la soledad en la vejez, que es expresada en una oración simple pero cargada de connotaciones que reverberan), la invisibilización, el desdén del diferente y el amor son los ejes de la trama. La estructura es fragmentaria. Breves capítulos, plenos de intensidad. La temporalidad se altera: el pasado fecundo es la mirada de una abuela que irrumpe en la narración. El espacio también se altera: Buenos Aires, Once, Berlín.
La ilusión... requiere un lector entregado, deseoso de dejarse envolver por una poesía tan bella como inusual, elegíaca y a la vez sensual: una poesía sublime en el sentido en que Harold Bloom la desarrolla: cada frase intenta afirmar desesperadamente lo que a la vez niega al escribirse. No hay ninguna garantía en la naturaleza para cierto tipo de mamíferos: hay ilusión.
Julián López no es un poeta maldito, ¡Es un maldito poeta!, de esos que hacen saltar el corazón fuera del cuerpo con una palabra, o que provocan lágrimas imparables sin que el lector sepa muy bien cómo lo hizo. Es un placer indescriptible el que me produce leer a poetas que narran con la exquisitez y el gusto por las palabras que se percibe en López.
La soledad es una ilusión que se cura con otra ilusión: el amor. Entonces ¿qué nos cura del amor?¿El amor tiene cura?¿Qué queda después del amor? La inmanencia de una mañana de sol, del verde de los árboles, del cuerpo en movimiento, de las funciones vitales, de la apropiación de los escombros de la vida allí donde se los encuentre. Mirar al mundo después del meteorito.
Buen domingo para todos.
Una certeza de domingo, día crucial en esta ficción: los libros te encuentran. Llegan justo a tiempo, cuando leerlos es semejante a recibir el antibiótico adecuado para una infección que resiste cualquier otro tratamiento.
La ilusión de los mamíferos de Julián López es una novela sublime, una inyección de humanidad directa a la vena.
El tema es el amor, claro, y su fin; su fin pero también su final.
El encuentro es entre dos hombres. Uno de ellos, con esposa e hijos. El domingo es el día vital, fuera de sus respectivas vidas. El día de una vida paralela, un limbo fuera del tiempo en el que lo único que existe es el otro: sus deseos, sus apetitos, su cuerpo, sus goces, sus gestos, su respiración. No hay fuera de campo, no hay pasado, hay pura inmanencia, materialidad. Es el día de la exaltación de la belleza, de la proliferación de perfumes y sonidos, asordinados luego, en el resto de los días que transcurren fuera de ese ámbito de protección uterina donde la felicidad no parece imposible. En ese ámbito no hay preguntas, hay certezas. No hay tristezas más que esbozadas en algún tinte melancólico; hay plenitud.
La soledad (en general, pero sobre todo la soledad en la vejez, que es expresada en una oración simple pero cargada de connotaciones que reverberan), la invisibilización, el desdén del diferente y el amor son los ejes de la trama. La estructura es fragmentaria. Breves capítulos, plenos de intensidad. La temporalidad se altera: el pasado fecundo es la mirada de una abuela que irrumpe en la narración. El espacio también se altera: Buenos Aires, Once, Berlín.
La ilusión... requiere un lector entregado, deseoso de dejarse envolver por una poesía tan bella como inusual, elegíaca y a la vez sensual: una poesía sublime en el sentido en que Harold Bloom la desarrolla: cada frase intenta afirmar desesperadamente lo que a la vez niega al escribirse. No hay ninguna garantía en la naturaleza para cierto tipo de mamíferos: hay ilusión.
Julián López no es un poeta maldito, ¡Es un maldito poeta!, de esos que hacen saltar el corazón fuera del cuerpo con una palabra, o que provocan lágrimas imparables sin que el lector sepa muy bien cómo lo hizo. Es un placer indescriptible el que me produce leer a poetas que narran con la exquisitez y el gusto por las palabras que se percibe en López.
La soledad es una ilusión que se cura con otra ilusión: el amor. Entonces ¿qué nos cura del amor?¿El amor tiene cura?¿Qué queda después del amor? La inmanencia de una mañana de sol, del verde de los árboles, del cuerpo en movimiento, de las funciones vitales, de la apropiación de los escombros de la vida allí donde se los encuentre. Mirar al mundo después del meteorito.
Buen domingo para todos.
sábado, 18 de mayo de 2019
Peligro.
“ Un hombre con fe es más peligroso que una bestia con hambre”. Juan Carlos Onetti.
Pública Eterna Cadencia.
miércoles, 15 de mayo de 2019
Hasta que el amor nos separe. Till love do us part. La única historia. Julian Barnes. The only story. Julian Barnes.
El amor como fenómeno humano (aunque con Freud sabemos de las condiciones eróticas particulares de los objetos que se aman), da la impresión de tener aspectos bastante generalizables: los amantes poetizan, escriben su amor en el aire, se aventuran sin precaución hacia lo único que les importa e interesa: seguir amando. Alimentan ese amor que sienten con cada respiración. Se vuelven osados, arriesgados, equilibristas sin red; se sienten omnipotentes, todopoderosos. ¿Qué fuerza en la vida podría con semejante sentimiento? Todo lo deseable parece posible. Sin embargo, del juego de máscaras que implica el amor no se sale indemne. "¿Preferirías amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos?" dice Paul, el protagonista que reconstruye su "única historia" de amor en las páginas de esta novela. Un joven inexperto se enamora perdidamente de su compañera de dobles en un club de tenis británico. Ella lo supera por mucho en edad, en tristeza y frustración. Él es la promesa de una nueva vida, a la que ella se aferra. Ella es para él el deslumbramiento de la mujer experta en palabras y en amores. Sin embargo, tan casada ella como infeliz, el amor que los una estará signado desde el vamos. Bajo el manto de la tan reconocida hipocresía del pueblo insular, él visitará regularmente la casa donde ella vive, llevando a cabo la unión abominable bajo la aparente mirada impávida del esposo, que se toma su tiempo pero al final reacciona.
Hasta aquí la novela no entusiasma mucho, a decir verdad. El chico con la mujer adulta, un amor clandestino expuesto a la vista de todos... casi que las palabras de los amantes se vuelven clichés, aburren (todos los que amamos decimos las mismas cosas quizás...).
El punto de quiebre de la historia, que es cuando la novela se vuelve más intensa e interesante, es cuando todo explota (no voy a contar lo que ocurre). Una suerte de homenaje a Las palmeras salvajes de Faulkner, quizás... Es en ese punto en el que el verdadero coraje empieza a tomar relevancia. Porque en la felicidad todos parecemos cortados por la misma tijera; sin embargo es en la irrupción del desamor (o de la irrupción de los goces que el amor no logra domesticar del todo) cuando se ve de qué estaban hechos los amantes. Las palabras asumen otra profundidad, una intensidad de otro orden. Barnes dota a sus protagonistas de una subjetividad más opaca, menos fervorosa que la de la primera parte, la celebración del amor. Ellos se aman, pero ya el amor no es suficiente.
Si la primera parte es la celebración del amor, y la segunda es la impotencia de ver cómo va muriendo sin poder evitarlo a pesar de la heroicidad que se le opone, la tercera es la de la memoria, la reconstrucción pieza a pieza de lo bueno que el amor haya dejado en los amantes, para enfrentar el desasosiego de la vida. La narración entonces aborda lo inasimilable, lo incomprensible; se topa con los rescoldos de lo que fue el ardor de una pasión que se jactaba de poder enfrentar cualquier adversidad.
Si se pudiera aprender algo en relación al amor, Barnes diría que entremos al amor sin esperanzas, porque dirá el protagonista: "(...) En mi opinión, todos los amores, felices o desdichados, son un auténtico desastre en cuanto te entregas por entero". O también, como me recordara Pablo Russo (colega psicoanalista) que Lacan dice al final del Seminario XX (La rata en el laberinto, página 174 versión castellana de Paidós), "De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando de cierta poesía, para que me entendieran, valentía ante fatal destino".
Será cuestión de cada uno sopesar cuán abierto al milagro del encuentro amoroso está, a pesar de todo.
Barnes sigue siendo una voz profunda, inquisitiva, interesante. Un buceador del alma y las pasiones humanas.
In spite of knowing with Freud about the erotic conditions needed when choosing someone to love, love as a human fact seems to have very general features: lovers become poets that write their love on air, they headed themselves withouth warning towards the only thing that matters: keep loving each other. They feed love with each breath they take. They take risks, they feel brave, tightrope walkers without security net, they feel almighty, omnipotent. What any power in life could do against that amazing feeling? Everything desirable seems posible. However, you never get out of love´s masks game unharmed. “Would you rather love the more, and suffer the more, or love the less, and suffer the less?” says Paul, the main character, that retells his "only story" (a love one) in this novel. An inexpert teenager falls in love with his tennis team mate, an older, fascinating and married woman. She is older, pretty sad, and unhappy. He is the promise of a new life, full of sex, emotions and fun. She is the expert in love and words. But their love is cursed from the beginning. Thanks to a great deal of hypocricy, he would visit her in her own home, under the undaunted husband watching, who takes his time to react. Till this point the novel is a little boring. It touches almost clichés about love, lovers, and all that stuff. It looks as if we all say the same boring things about love!
It becomes more interesting when everything go off. May be a tribute to The Wild Palms, by Faulkner... Then the real courage begins to count: when the lack of affection arises is when we know what were lovers made of. Words become deeper, more intense. Barnes gives to his creatures an opaque being, less enthusiastic than the one they have in the first part, love celebration. They do love each other but now love is not enough.
If the first part is love celebration, the second is trying to avoid love death being heroic, the third part is about memories, rebuilding of love, piece by piece of the good things it might has left to lovers, to face life´s despairs. The narration faces the uncomprehensible, the unbearable; it touches the embers of a burning passion that boasted of being able to beat any adversity.
If learning anything about love would be possible, Barnes would tell us to enter love without hope, as Paul says: "(...) In my opinion, all loves, happy or not, are a real tragedy when you give yourself completely" (translation is mine, sorry Julian). Or as a collegue (psychoanalyst) Pablo Russo, remembered me that Lacan said (XX Seminaire, The rat in the labyrinth, page 174 spanish version) "Within the couple, love can only achieve what I called, using a kind of poetry for you to understand me, courage in facing fate". (Translation is mine, sorry Jacques Lacan!).
It´s on everyone of us to be open to a miracle or not, in spite of everything.
Barnes is still a profound, enquiring and interesting voice. A soul and human passions diver.
Hasta aquí la novela no entusiasma mucho, a decir verdad. El chico con la mujer adulta, un amor clandestino expuesto a la vista de todos... casi que las palabras de los amantes se vuelven clichés, aburren (todos los que amamos decimos las mismas cosas quizás...).
El punto de quiebre de la historia, que es cuando la novela se vuelve más intensa e interesante, es cuando todo explota (no voy a contar lo que ocurre). Una suerte de homenaje a Las palmeras salvajes de Faulkner, quizás... Es en ese punto en el que el verdadero coraje empieza a tomar relevancia. Porque en la felicidad todos parecemos cortados por la misma tijera; sin embargo es en la irrupción del desamor (o de la irrupción de los goces que el amor no logra domesticar del todo) cuando se ve de qué estaban hechos los amantes. Las palabras asumen otra profundidad, una intensidad de otro orden. Barnes dota a sus protagonistas de una subjetividad más opaca, menos fervorosa que la de la primera parte, la celebración del amor. Ellos se aman, pero ya el amor no es suficiente.
Si la primera parte es la celebración del amor, y la segunda es la impotencia de ver cómo va muriendo sin poder evitarlo a pesar de la heroicidad que se le opone, la tercera es la de la memoria, la reconstrucción pieza a pieza de lo bueno que el amor haya dejado en los amantes, para enfrentar el desasosiego de la vida. La narración entonces aborda lo inasimilable, lo incomprensible; se topa con los rescoldos de lo que fue el ardor de una pasión que se jactaba de poder enfrentar cualquier adversidad.
Si se pudiera aprender algo en relación al amor, Barnes diría que entremos al amor sin esperanzas, porque dirá el protagonista: "(...) En mi opinión, todos los amores, felices o desdichados, son un auténtico desastre en cuanto te entregas por entero". O también, como me recordara Pablo Russo (colega psicoanalista) que Lacan dice al final del Seminario XX (La rata en el laberinto, página 174 versión castellana de Paidós), "De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando de cierta poesía, para que me entendieran, valentía ante fatal destino".
Será cuestión de cada uno sopesar cuán abierto al milagro del encuentro amoroso está, a pesar de todo.
Barnes sigue siendo una voz profunda, inquisitiva, interesante. Un buceador del alma y las pasiones humanas.
In spite of knowing with Freud about the erotic conditions needed when choosing someone to love, love as a human fact seems to have very general features: lovers become poets that write their love on air, they headed themselves withouth warning towards the only thing that matters: keep loving each other. They feed love with each breath they take. They take risks, they feel brave, tightrope walkers without security net, they feel almighty, omnipotent. What any power in life could do against that amazing feeling? Everything desirable seems posible. However, you never get out of love´s masks game unharmed. “Would you rather love the more, and suffer the more, or love the less, and suffer the less?” says Paul, the main character, that retells his "only story" (a love one) in this novel. An inexpert teenager falls in love with his tennis team mate, an older, fascinating and married woman. She is older, pretty sad, and unhappy. He is the promise of a new life, full of sex, emotions and fun. She is the expert in love and words. But their love is cursed from the beginning. Thanks to a great deal of hypocricy, he would visit her in her own home, under the undaunted husband watching, who takes his time to react. Till this point the novel is a little boring. It touches almost clichés about love, lovers, and all that stuff. It looks as if we all say the same boring things about love!
It becomes more interesting when everything go off. May be a tribute to The Wild Palms, by Faulkner... Then the real courage begins to count: when the lack of affection arises is when we know what were lovers made of. Words become deeper, more intense. Barnes gives to his creatures an opaque being, less enthusiastic than the one they have in the first part, love celebration. They do love each other but now love is not enough.
If the first part is love celebration, the second is trying to avoid love death being heroic, the third part is about memories, rebuilding of love, piece by piece of the good things it might has left to lovers, to face life´s despairs. The narration faces the uncomprehensible, the unbearable; it touches the embers of a burning passion that boasted of being able to beat any adversity.
If learning anything about love would be possible, Barnes would tell us to enter love without hope, as Paul says: "(...) In my opinion, all loves, happy or not, are a real tragedy when you give yourself completely" (translation is mine, sorry Julian). Or as a collegue (psychoanalyst) Pablo Russo, remembered me that Lacan said (XX Seminaire, The rat in the labyrinth, page 174 spanish version) "Within the couple, love can only achieve what I called, using a kind of poetry for you to understand me, courage in facing fate". (Translation is mine, sorry Jacques Lacan!).
It´s on everyone of us to be open to a miracle or not, in spite of everything.
Barnes is still a profound, enquiring and interesting voice. A soul and human passions diver.
lunes, 13 de mayo de 2019
Quiero tanto al poeta inglés! I love the english poet so much! William Shakespeare. Soneto 65. Sonnet 65
Es algo aceptado por la crítica en general que Shakespeare escribió sus sonetos tempranamente. Habría empezado entre 1592 y 1593, y es seguro que los escribiera durante 1594/5. Aparecen publicados en 1609, en una edición que no fuera aprobada ni autorizada por el poeta.
En relación con la dedicatoria, hay diferentes versiones al respecto, lo que es indudable es que están dedicados a un hombre W. H (los candidatos son William Harvey, William Hatcliff, William Herbert y alguno más).
El soneto 65 plasma la acción del tiempo deteriorando elementos (metales, piedras, gemas, belleza).
La escritura será el modo de hacer perdurar el amor, más allá de la muerte.
"Si bronce, tierra, piedra o mar inmensa
no aguantan los embates de la muerte, ¿cómo alzará belleza su defensa
que una flor es apenas, no más fuerte?
¿Cómo el soplo melifluo del verano
sufrirá el sitio de batientes días
si no es tan recio el risco soberano
ni acero aguanta al Tiempo sus porfías?
¡Fiero pensar! ¿La más hermosa gemahallará contra el Tiempo un escondite?
¿Qué mano detendrá su planta extrema?
¿Quién prohibirá la ruina que transmite?
Ninguno, si un milagro no concede
que en la tinta mi amor radiante quede.
Since brass, nor stone, nor earth, nor boundless sea,
but sad mortality o´ersways their power,
how with this rage shall beauty hold a plea,
whose action is no stronger than a flower?
O how shall summer´s honey breath hold out,
against the wrackful siege of batt´ring days,
when rocks impregnable are not so stout,
nor gates of steel so strong but time decays?
O fearful meditation, where alack,
shall time´s best jewel from time´s chest lie hid?
Or what strong hand can hold his swift foot back,
or who his spoil of beauty can forbid?
O none, unless this miracle have might,
that in black ink my love may still shine bright.
sábado, 11 de mayo de 2019
La estación más cruel. The cruellest season.
"April is the cruellest month, breeding
Lilaes out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain. (...)".
The burial of the dead. The waste land. (1922). T.S Eliot.
"Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas en tierra muerta, mezcla
memoria y deseo, remueve
lentas raíces con lluvia primaveral. (...)"
El entierro de los muertos. La tierra baldía. (1922).
T.S Eliot.
viernes, 10 de mayo de 2019
ALEGRIA!! JOY!! Descargala del blog si no lo hiciste aún! You can still download it from the blog!
Quiero compartir con ustedes la alegría de las muchas, muchísimas descargas que tuvo mis Criaturas de arena!!! Gracias a todos! Los lectores no lo saben, y no tienen por qué saberlo, pero nada dice más quién soy que lo que escribo, con los velos imprescindibles, claro. Hacer pasar las emociones, la sensibilidad a un texto y que ese texto llegue y conmueva a otros es milagroso, inexplicable.
La versión en inglés avanza!
I want to share with you the joy I feel for Sand creatures has been downloaded many, many times!!! Thank you all!! The readers don´t know, and they don´t have to either, but nothing says more who I am than what I write, with the necessary veils, of course. To put emotions and sensitivity into words that reach and move others is a miracle impossible to explain.
English version is in progress!