miércoles, 28 de febrero de 2018

Tarsila do Amaral: Inventando el arte moderno en Brasil. Moma. NYC. Feb. 2018




    Tarsila, tal como se la conoce en Brasil, nació en 1886, hija de los dueños de una plantación de café, en San Pablo. Como cuenta la leyenda de la primera foto, deseaba ser la pintora de su país. Hasta 1920, que viaja a París a estudiar pintura, aborda distintas ramas del arte. A su estadía en París la llamó algo así como su servicio militar en cubismo. Su arte, sin embargo, es colorido, exuberante, sensual. En 1928 pinta Abaporu (la cuarta foto) para su marido, el poeta Oswalde de Andrade. Junto con Mario de Andrade, fueron los impulsores del modernismo brasileño; y de la antropofagia: una propuesta cultural rupturista (que tan bien nos  vendría a los                                                                                                  argentinos practicar) que implicaba devorar,                                                                                            incorporar las influencias de  afuera para                                                                                                  transformarlas y volverlas algo  propio y                                                                                                  diferente. Además de subyugante, la exposición,                                                                                      que dura hasta junio, con actividades sobre la                                                                                          artista y su pintura, tiene el plus de que                                                                                                    Abaporu, expuesta en la muestra, pertenece a la                                                                                      colección permanente del Malba, de Buenos                                                                                            Aires.                                                                                                                                                                                                                  
                                                                            




sábado, 24 de febrero de 2018

You say you want a Revolution. 3era parte. 3rd part.

 Last but not least, las últimas fotos de la exhibición en la NYPL, sobre los años 60 y la revolución.
Destacan el retrato de Dylan, y el manuscrito de Tom Wolfe.
Ojalá les guste. A mí me encantó.
The last pictures from You say you want a Revolution, at the NYPL. Outstanding Dylan portrait and Tom Wolfe´s handwriting on a text.
Hope you like it. It was great, and I loved it! 




jueves, 22 de febrero de 2018

You say you want a Revolution. 2da parte. 2nd part.


Tal como les había comentado, aquí va la letra con correcciones de Dylan, el diario de viaje de Ginsberg, el texto de On the road, con las correcciones de Kerouac, y el dibujo de Burroughs.
Una enorme exposición por su vigencia, por el nivel de documentación exhibida y por las joyitas que hoy comparto con uds.
Pronto les comento sobre la extraordinaria exposición sobre Miguel Ángel en el Met, y sobre la muestra de la obra de Tarsila do Amaral, artista brasileña impresionante, ligada al modernismo y al movimiento de la antropogafia, en el Moma.




miércoles, 21 de febrero de 2018

La gestación de lo mostruoso

HHhH. Himmlers Hirn heisst Heydrich, es decir, "El cerebro de Himmler se llama Heydrich". Esta frase es la que está condensada en el a priori enigmático título de esta apasionante novela. Casi podría asegurar que Binet había leído muy bien a Hannah Arendt en su Eichmann en Jerusalén antes de escribirla.
Con un tono distante, irónico y humorístico, Binet nos mete de lleno en el surgimiento del nazismo, y nos acerca a los principales personajes de tan monstruoso régimen.
El nudo de la trama, narrado a la manera de una obra de non fiction  devela el "fallido" atentado contra Heydrich, jefe de la Gestapo, apodado "la bestia rubia" o "el carnicero de Hitler", que termina de todos modos, a pesar de lo fallido, costándole la vida (recordar a Capote con su A sangre fría, aunque en este caso, sin ningún atisbo de empatía por parte del autor hacia los personajes, a excepción de los perpetradores del atentado llamado Operación Antropoide).
¿Cómo se gesta un monstruo? ¿Cómo se historiza una de las mayores atrocidades (por desgracia ni la primera ni la última de la historia de la humanidad) de la que fue capaz el ser humano? ¿Ficcionar la historia es traicionar los hechos? Todas estas preguntas y otras guían al autor, lo hacen vacilar o afirmarse en una mirada determinada, logrando de manera deslumbrante transmitir lo siguiente: lo monstruoso va gestándose, paso a paso, escalón de la degradación por escalón, para alcanzar puntos de lo siniestro, o del horror que logran justificarse plenamente si se miden con la decisión tomada en último término, y no con el comienzo, sobre el telón de fondo de un caldo espeso, oscuro y maloliente de lo peor de la condición humana. Para muchos de estos hombres, se trataba de "hacer lo mejor posible su trabajo", aunque ese trabajo fuera la aniquilación de millones de seres humanos. Como en el caso de Hitler (rechazado en la Academia de Bellas Artes de Viena), Heydrich fue expulsado de joven de la Marina, por meterse con la mujer equivocada, al estar comprometido con Lina von Osten, quien finalmente sería su esposa y madre de sus hijos. Sin embargo, ni en el caso de Hitler ni en el de Heydrich esos rechazos significan suficientemente el haber sido artífices ineludibles del Holocausto. Como lo hace Arendt en su magnífico ensayo, en otro tono y haciéndonos partícipes de las decisiones narrativas que debe tomar en algunos casos, Binet plasma lo banal del mal: Heydrich había quedado sin trabajo y sin ingresos económicos con una boda en puerta. Debía ganar dinero, y para eso, se hace parte del régimen. Sus "aptitudes naturales" para las tareas encomendadas lo hacen ascender rápidamente en una carrera tan vertiginosa como sanguinaria.
La segregación, el racismo, el amor, la ternura, el horror, el heroísmo y la valentía, la traición, una plenitud de matices de lo humano se despliegan en un remolino arrasador.
Hace poco alguien cercano me contaba algo desolador sobre cómo se cocinan las ranas. Estando la rana viva, se la sumerge en agua: si el agua está hirviendo, la rana salta fuera de la olla, en cambio si el agua está a temperatura ambiente, la rana permanece en ella. Se logra cocinarla calentando de a poco y paulatinamente el agua, hasta llegar a la ebullición. ¿Sugestivo no? 
HHhH es una novela trascendente e imperdible.

lunes, 19 de febrero de 2018

You say you want a Revolution. NYPL. NYC. Feb. 2018

Cómo están tanto tiempo? Estuve de vacaciones. Faulkner vino conmigo pero no se despegó de la mesita de luz. Necesitaba descanso de un año muy intenso. No leí, pero entre muchas otras cosas, vi la exposición cuyo título encabeza la entrada. En la Biblioteca Pública de Nueva York. Y quiero compartirla con uds. Se trataba del  impacto social, político y artístico del movimiento hippie. El "flower power" fue orientando a la juventud hacia ideas y principios como el amor libre, la igualdad de derechos entre razas, el poder a la gente y no a los gobiernos, y el pacifismo. El cuestionamiento a la sociedad atravesó el sistema político norteamericano, la política belicista del país del norte, así como tocó la vida cotidiana de cientos de miles de jóvenes que descubrían un poder que no sabían que tenían. Con el "pain in the ass" de la guerra de Vietnam y el intervencionismo solapado y turbio de EEUU en ella, nada permaneció como estaba por aquel entonces. Además de las fotos que comparto con uds, se podía ver el original corregido de puño y letra por Dylan, de Changing of the guards, el diario de viaje de Allen Ginsberg, parte de la segunda versión dactilográfica de On the road, con correcciones manuscritas de Kerouac, manuscritos de Tom Wolfe, y dibujos de Burroughs; también se podía disfrutar de una selección de temas musicales de la década del 60. Fui con mi hija, y pude percibir a través de su interés y de su no muy profundo pero insoslayable conocimiento de los conflictos que movilizaron a los jóvenes entonces, la vigencia absoluta de los deseos que los animaban. Algo utópicos quizás, pero un millón de veces preferibles al cinismo y al materialismo que parecen estar fagocitando nuestras sociedades tan modernas y científicas.

viernes, 2 de febrero de 2018

Un día en la vida. Los diarios de Emilio Renzi. de Ricardo Piglia

Con Un día en la vida se cierra la serie de Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia. Y me gusta mucho escribir mi comentario justo en el día de hoy, en el aniversario de nacimiento de James Joyce, presencia ineludible del libro, a veces evocada (en el título, por ejemplo, que resuena con el día en el que transcurre Ulises, el 16 de junio), otras citada a partir de sus inmortales Leopold y Molly Bloom y Stephen Dedalus; y desde mi lectura, otras inspirando la escritura.
Voy a comentarles lo que creo que hizo Piglia con este libro. El primer tomo, Años de formación, fue el que me pareció más hermosamente lírico. Casi al modo de una novela de iniciación, Renzi plasma a través de las anotaciones fragmentarias, emotivas, ideológicas a veces, la decisión de convertirse en escritor, pagando todos los precios que fuera necesario pagar. Es conmovedor y de alto vuelo poético. Los años felices, segunda entrega de los diarios, lo leí como un testimonio. Con un sesgo más histórico quizás, las entradas del diario logran generar en el lector (lo hicieron en mí) la opresión y la incomodidad con la que se empezaba a transitar por las calles, y las dificultades del protagonista con la decisión tomada, su subjetividad, y el desafío diario para ganarse el sustento, sin traicionarse.
Un día en la vida, es para mí sin lugar a dudas, un legado, en el que parecen mezclarse todos los géneros literarios, distintas voces, distintos puntos de vista, y diferentes maneras de narrar, al modo que Joyce lo hace en Ulises. En sus páginas la historia atraviesa la vida de Renzi; a la vez, la subjetividad conforma la lectura de la historia. Los años oscuros y sangrientos del Proceso, los amigos que se exilian, los que desaparecen, las reuniones ocultas sostenidas por la audacia y el rechazo a un discurso que aplastaría el arte, la cultura, la mismísima historia. La culpa de los que se quedan (Renzi es uno de ellos), la tiranía de la memoria, y la literatura como un mundo en el que refugiarse: Vemos surgir las coordenadas de la enorme Respiración Artificial. Vendrán luego los años de profesor en Princeton y la mirada distante de lo que lo rodea. Así como también la carnadura de la decisión de escribir y su secuela en el cuerpo: "(...) estaba seguro de que la exposición prolongada a la luz incandescente de su estilo le había provocado primero leves molestias, pero, como siguió adelante, la persistencia en una exposición de su cuerpo al brillo inigualable de la lengua argentina tenía, le dijo al médico, que producir efectos no deseados". "(...) De modo, le dijo esa tarde Renzi a su médico de cabecera, que la dolencia que me aqueja está directamente relacionada con los años que he pasado bajo la luz cenital y mortífera de la gramática nacional".
La última parte, de formas breves, digresivas, incluso dispersas, asume la potencia del que mira hacia atrás para ver su propia vida. La madre, las mujeres amadas, la biblioteca, los libros leídos, los amigos, los efectos del alcohol, el cuerpo, la enfermedad, todo pasa a la escritura, que se entrelaza con citas, frases, artistas, películas, escritores inolvidables.
"Siempre quise ser sólo el hombre que escribe.
Me he refugiado en la mente, en el lenguaje y en el porvenir" dirá Renzi sobre el final.

Con una mezcla única de todo lo dicho y con estilo propio, incandescente, Ricardo Piglia ha construido su legado para el porvenir, que ya llegó.